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Ernestina Muñoz, una mujer discreta, en el campo de la ciencia

Retratos de otra época

Fue una mujer gaditana adelantada a su tiempo, tanto, en su carrera académica como a nivel profesional

Ernestina Muñoz de Miguel-Villanueva, durante una de sus sesiones de trabajo, en el departamento de la Universidad de Sevilla.
Ignacio Casas De Ciria

26 de septiembre 2021 - 20:32

Cádiz/El personaje que hoy describimos es el de una gaditana adelantada a su tiempo tanto en el aspecto académico como profesional. Ernestina Muñoz de Miguel-Villanueva nació en Cádiz en 1933. Vivió su infancia y juventud en la casa familiar en la calle San José , cerca del colegio de San Felipe Neri donde residió su familia durante noventa años, hasta el fallecimiento de su hermana pequeña Maruja hace tan solo tres años. Comenzó sus estudios en la Torre Tavira, donde pronto destacaría como estudiante, y desde pequeña le atraía el mundo de la ciencia. Finalizando el Bachillerato en el Instituto Nuestra Señora del Rosario de Cádiz, se trasladó a Sevilla y se matriculó en la Facultad de Ciencias Químicas. En 1956, con 23 años, terminó los estudios de Química y comenzó a trabajar en el departamento de Química-Física de dicha Universidad, donde realizó la tesis doctoral que leyó en 1962. Con 29 años, era Doctora en Ciencias Químicas y seguidamente se convirtió en profesora adjunta en la Facultad de Ciencias. Dedicó toda su vida a enseñar a los futuros químicos, físicos y biólogos. Trabajo también en el colegio Universitario de Cádiz, donde impartió clases a los estudiantes de Farmacia, Química y Física, por lo que puede decirse que fue de las primera profesoras en participar en el germen de la Universidad gaditana, antes de que se constituyera como tal en 1979. Durante 40 años, enseñó en la Universidad Hispalense. También enseñó la materia Técnicas científicas aplicadas al arte y a la arqueología a los de Historia del Arte, como asignatura optativa. En 1979 dirigió la tesis doctoral 'Aspectos químicos de los aceites vegetales como aglutinantes y diluyentes de la pintura al óleo'.

Ernestina, con su hermana Maru y su padre José Muñoz Crespo , paseando por las calles de Cádiz.
La protagonista del reportaje con trenzas, junto a su hermana Elena, en el domicilio familiar de la calle San José.

Siempre trató a sus alumnos con respeto y honestidad, siendo una institución en la facultad de Química en Sevilla para muchos alumnos gaditanos. Fueron escasas ocasiones en las que faltó al trabajo durante más de cuatro décadas.Tenía un acusado sentido del deber y disfrutaba de su profesión. Vivió sus cuatros embarazos sin dejar de trabajar, solo se ausentó quince días tras dar luz. Era fácil encontrarla con la bata blanca preparando sus clases, las prácticas de los alumnos o trabajando con el cromatógrafo en su departamento. Algunas veces acudía al bar de Ciencias, que era el alma de aquel edificio, donde compartían espacio las facultades de Derecho, Letras y Ciencias, a tomar un café con sus compañeros para disfrutar de un rato de descanso.

En la Universidad conoció a un compañero de clase que se convirtió en su marido José Joaquín Olmedo y con el que estuvo casada hasta su fallecimiento en 2001. Tuvo cuatro hijos José Joaquín, Alberto, Ignacio y María José, a los que educó con cariño y comprensión dándoles siempre ejemplo de honestidad, Fue una mujer generosa y sencilla que regaló ternura y cariño.

Aunque se estableció en Sevilla y amó la ciudad que la acogió y en la que nacieron sus hijos, nunca olvido su tierra gaditana, su alma estaba en Cádiz.

Siempre añoró al mar y nunca dejo de venir y fue el lugar en que quiso que sus restos descansará.

Agradecimiento a sus sobrina Elena Santiago Muñoz por la colaboración en este artículo.

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