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Fallece Julio Malo de Molina, el primer decano del Colegio de Arquitectos de Cádiz

Ingresó hace varias semanas en el Clínico de Puerto Real afectado por Covid, pero su delicado estado de salud le ha impedido salir adelante

Julio Malo de Molina, en una imagen de archivo en el Edificio Fénix. / Lourdes De Vicente

El arquitecto Julio Malo de Molina ha fallecido este jueves a los 71 años de edad en el Clínico de Puerto Real, en el que ingresó hace varias semanas afectado de coronavirus, pero su delicado estado de salud le ha impedido salir adelante.

Canario de nacimiento y gaditano de vocación, Malo de Molina fue el primer decano del Colegio de Arquitectos de Cádiz, cargo en que se mantuvo de 2001 a 2007.

Apasionado de Cádiz, la arquitectura, el urbanismo y la rehabilitación, ha firmado proyectos como la reforma de la actual sede de la Fundación Cajasol, un edificio de cien viviendas sociales en La Longuera, Chiclana, y otras 150 viviendas sociales en la calle Adelfas, así como en la glorieta de Santa Elena de Cádiz. También proyectó la Casa Santos en el paseo marítimo gaditano. Además, fue el autor del polémico cambio del color de la Diputación de Cádiz, al que le devolvió su aspecto original.

Fruto del incondicional amor por la literatura y por esta ciudad nació 'La guía de arquitectura de Cádiz', que escribió junto a su amigo y arquitecto Juan Jiménez-Mata; 'Las torres de la Luz' junto a su también amigo Fernando Santiago, Javier Osuna, Santiago Moreno y con la fotografía de Kiki; 'Tetuán el ensanche. Guía de arquitectura', el libro 'Un paseo. Cádiz. A journey', y participó en 'Del balón enamorado. 20 relatos sobre fútbol'.

Estuvo casado tres veces, contrayendo matrimonio por último con Carmen Fraisolí del Cuvillo y fue padre de seis hijos.

Trayectoria profesional

Julio Malo de Molina nació en Tenerife, donde su padre, que era ingeniero, trabajaba como director de la obra del aeropuerto de Los Rodeos. Luego vino a Cádiz siendo aún preadolescente, antes de partir a Madrid a estudiar bachillerato y arquitectura en la Politécnica de Madrid. Allí fue profesor y se doctoró.

Cádiz siempre lo llamaba, como él mismo reconocía, y regresó en 1981, a los 32 años, donde se convirtió en el coordinador del convenio del Mopu con Diputación y en director de la revisión del planeamiento de la provincia. Una provincia y una ciudad en la que siempre ha volcado su sabiduría, en sus proyectos, reformas, obras y artículos de prensa.

Durante una excedencia en la Diputación montó su estudio junto a Luis Modet, momento en que dio rienda suelta a su vocación por la arquitectura, para luego regresar al área de Patrimonio de la institución provincial gaditana.

Malo de Molina fue un activista político, primero como militante del Partido Comunista en Madrid, luego como colaborador de CCOO e Izquierda Unida en su primera etapa gaditana. Durante un tiempo se mantuvo al margen, pero se incorporó de nuevo cuando se creó el movimiento Ganar Cádiz, en el que contribuyó con sus ideas sobre urbanismo.

También se manifestó fervientemente por el derribo de la Aduana de Cádiz, cuya conservación siempre le pareció un error al obstaculizar el desarrollo de la Plaza Sevilla y la conexión del puerto con su estación de tren. Fue defensor de grandes referentes de la arquitectura moderna gaditana como el Olivillo y Náuticas y detractor de la demolición del edificio de Puerto América, donde está previsto levantar un hotel.

Quienes le conocían destacan su amabilidad, su simpatía arrolladora, el amor por el género femenino y por su familia, a la que siempre hacía referencia con gran orgullo y hasta sus últimos días en sus redes sociales. Era una persona muy culta, lector empedernido y un gran escritor, además de un incansable viajero.

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