La Filipina: un santuario olvidado de Cádiz

Patrimonio histórico

Recordamos el pasado, también artístico, como salón de baile y carnaval del lugar donde actualmente se levanta el centro ECE 17, en la calle Cristóbal Colón número 17

Puerta del Espacio Crea, en Cristóbal Colón, 17.
Puerta del Espacio Crea, en Cristóbal Colón, 17.
J. Antonio Fierro Cubiella

14 de marzo 2022 - 06:00

Cádiz/Cuando paso por delante del 17 de la calle Cristóbal Colón –antigua Juan de Andas– me apetece pararme y hacerle a aquel local, una reverencia como si de un santuario se tratara. Y es que en el fondo lo es, pero no en lo religioso, sino de lo sentimental y cercano que configura nuestro folklore local.

Muchas horas de archivos, bibliotecas y documentos aún por publicar, me acercan a un Cádiz de mediados-finales del siglo XIX y aportan una visión aproximada de cómo era. Una ciudad en la que proliferaban “academias” donde junto a “bailes nacionales” se impartían otros “propios de la tierra” para los que incluso se traían profesores desde Sevilla. Tales fueron las que abrieron Manuel Jiménez (1847) en el barrio de Santa María; Manuel de la Barreda (1864) en el Mentidero, o Manuel de Prada (1867) en la Viña; a ellas se le sumaría la de la calle del Teniente (Zaragoza). Universos e interés por unos cantes que ya hacían figuras relevantes como la Perla Jerezana; Rafael Rodríguez; Tomás Morilla, Niño de Álora; Teodoro Guerrero,El Quiqui de Cádiz; Manuel Vivas, El Zapatero; Antonio Mellado, El raspador o Vicente, el colorao.

Estética folclórica consolidada y definida desde fechas muy anteriores como es en tiempos de Felipe II, y más concretamente en 1564 cuando ya pertenecía al imaginario popular si nos atenemos a la representación del grabado de la época realizado por el austriaco Joris Höefnagel quien al representar a Sevilla ofrece en un primer plano un baile (por sevillanas?) a orillas del Guadalquivir.

A finales de la centuria del XIX, el testigo de las academias será recogido por los “café-cantantes” que en Cádiz fueron numerosos (Suizo, Recreo, Cervantes, Andaluz, etc), que se diferenciarán de los denominados “café-liricos” (Iberia).

“Café-cantante La Estrella” es el nombre con el que encontramos este local en aquel domicilio en julio de 1866, cuando su propietario era Mr. Robert Haase. Fecha en la que se le reclama el impuesto que pagaban los establecimientos “liricos”, alegando que el suyo era “cantante”, que estaban exentos de dicho pago ya que quien actuaba todas las noches era “un individuo que toca la guitarra y canta malagueñas y otras canciones populares. Este local tuvo que ser clausurado a instancias del vecindario, pero lo encontraremos reabierto en 1884 como “salón la Filipina” donde se daban “bailes de sociedad”; siendo además en febrero de aquel año uno de los escenarios del carnaval; estando programado para el 28 de febrero las actuaciones de los coros de Las Viejas Ricas y Las Manolas. Agrupaciones que repitieron días después el 6 de marzo cuando se anunciaba nuevamente en la prensa “Las viejas Ricas y Las Manolas, cuyas coplas han sido tan celebradas durante el pasado carnaval. La entrada será al consumo”.

En 1887 el empresario José Reinoso Reyes quiso volver a abrir aquel local como Café Cantante del Género Flamenco, realizando el Ayuntamiento la correspondiente encuentra entre los vecinos oponiéndose éstos por “unanimidad” , aclarando el documento que “hace algún tiempo instalaron otro de esta índole…” y los vecinos “ lo mandaron quitar por las infinitas molestias que les ocasionó”.

Ya valorado por investigadores como Blas Vega o Javier Osuna, se dice incluso que Fernando Quiñones lo señala como el posible café que describía Pío Baroja en su novela Las Inquietudes de Shanti Andia.

Establecimiento que de igual forma la profesora Cantos Casenave plantea la posibilidad que estemos ante el Café de las Cadenas citado primeramente por Ibáñez-Pacheco y luego por Ramón Solís.

Hoy olvidada su historia y trascendencia por el gran público, el local continúa teniendo el duende del arte, que de forma inconsciente sigue vigente a través de la asociación cultural relacionada con las bellas artes (pintura) que lo ocupa. No pasemos indiferente por delante de este viejo santuario de nuestra ciudad.

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