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Gargallo descansa donde luchó

El sector naval de la Bahía despidió en un emotivo y emocionante acto a uno de sus nombres propios del último cuarto de siglo cuyas cenizas se depositaron en la factoría

La pareja de Jesús Gargallo, Isabel Vaz, llega con sus cenizas y arropada por el comité del astillero al lugar en el que se plantó el arbol.
J. L. P. / Cádiz

23 de diciembre 2009 - 01:00

Cádiz sabe mucho de despedidas bajo la lluvia. Ayer, el cielo amenazaba con derrumbarse sobre el astillero de la capital gaditana durante el homenaje que la factoría y todo el sector naval de la Bahía rindió a uno de sus protagonistas en el último cuarto de siglo, Jesús Gargallo, el que fuera presidente del comité de empresa del astillero de Cádiz y cuyas cenizas descansan ya en la factoría gaditana. La actividad paró y todos los departamentos quisieron despedir a quien lideró la defensa de la planta.

25 años de vida sindical en un astillero siempre con la espada de Damocles del cierre sobre su cabeza. Un cuarto de siglo de luchas, de barricadas pero también de diálogo; de emboscadas a los antidisturbios pero también de duras negociaciones; de piedras y tornillos, pero también de palabras y proyectos. Así lo recuerdan quienes pelearon con él. Desde ayer, el legado vital de Jesús Gargallo, su ideario, su lucha y sus principios descansan en el lugar por y para el que vivió: el astillero de Cádiz.

Un legado que en el homenaje de ayer se resumió en dos frases que le acompañaron durante buena parte de su vida: "Gargallo, ¿cuándo va a haber trabajo?" y "Astilleros no se cierra".

El acto fue sencillo. Los familiares y compañeros dejaron sus cenizas y allí plantaron un árbol con las banderas del astillero de Cádiz, Astilleros Españoles, Izar y Navantia en su raíz. Un símbolo de la lucha de Gargallo. Como también simbólico fue el lugar elegido. Un jardín a la entrada de la factoría, frente a la sede del comité. El sitio en el que Gargallo retó al poder quemando los papeles de cierre de la factoría que firmó el presidente del Gobierno, Felipe González, en el año 95.

Sus familiares, su pareja (una apesadumbrada Isabel Vaz, con quien compartió también aventura en el Ayuntamiento y que portaba la urna con sus cenizas), compañeros de los comités de empresa de astilleros, de Comisiones Obreras, de Izquierda Unida, de la Corporación municipal (la ex edil Ana Peral) y sobre todo trabajadores de la planta, desde el director de la factoría, Joaquín Hernández, hasta la última becaria.

Las sirenas de la factoría comenzaron a sonar para recordar al líder sindical fallecido el sábado en el final del homenaje. Nada más apagarse su silbido rompió a diluviar. "Igualito que cuando enterraron a Salvochea", dijo un miembro del comité de empresa. "Eso ha sido Jesús, para que nos vayamos y volvamos a trabajar", sentenció una empleada del astillero.

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