Gonzalo García-Pelayo: "Rosalía es la mayor lección de producción de este país"

entrevista

El gran público lo conoce por su método para decodificar ruletas pero García-Pelayo ha sido muchas cosas: entre otras, padre del rock andaluz

Sigue rodando: su próxima película, 'Nueve Sevillas', se centra en la Bienal de Flamenco

Gonzalo García-Pelayo, durante un momento de la entrevista.
Gonzalo García-Pelayo, durante un momento de la entrevista. / Lourdes De Vicente

SE baja del taxi en San Agustín y se transfigura: “Venga, ahora, a tomar un helado de los que nos gustan a Candelaria”. Es de Madrid y se dice de Sevilla, de Cádiz, de Las Vegas, pero su lugar es este –Andalucía la baja, para no ponernos exquisitos–: se crece con la luz, feliz de estar donde está.

–Su trayectoria complica algo tan sencillo como el epígrafe:¿qué es, director, productor, jugador profesional...?

–En orden de preferencias, pues yo pondría primero director de cine y después jugador, y después productor musical. Después ya llegarían cosas como apoderado taurino y alguna ocurrencia más.

–Algo parecido pasa con el de dónde es. O de dónde se considera.

–De Sevilla. Hubo un tiempo en que creía que era simultáneamente de Cádiz y de Las Vegas, porque ambos son sitios con los que me he sentido, me siento, muy vinculado. Con Cádiz, la relación de amor potente llegó también a través del Carnaval, que para mí fue revelador. Pero los años de impronta, de donde tú crees que has sido, que te han hecho, te los da la adolescencia, y eso fue Sevilla.

–Manuel Iborra lo ha traído como invitado a Cheap Thrills, su ciclo sobre cine underground.

–Siempre hay una necesidad de contar cosas de una forma diferentes, y a mí esa es la vena que me ha parecido interesante explorar. Cambia también la forma de producción, los tiempos, el presupuesto: nunca vas a hacer Ben-Hur. La colaboración de gente que conoces es fundamental. Y nunca trabajas para un grandísimo público. Hay veces que los autores tenemos dificultades hasta a la hora de definirlas como “películas”, según lo que entendemos la mayoría, ¿no? Son expresiones audiovisuales. Mi queja más frecuente es que, a pesar de que internet es una gran válvula de oxígeno, el cine underground se ve muy poco: la televisión pública tiene la obligación de pasar ese tipo de cine, por ejemplo, no de hacer Master Chef para competir en audiencia con otras cadenas.

–Cuando volvió a coger una cámara para rodar ‘Alegrías de Cádiz’ habían pasado treinta años desde su última película. ¿Qué ocurrió? ¿Influyó en algo la aventura de ‘The Pelayos’?

–Influyó un reconocimiento que hubo en estos años a las pelis de mi primera época, cosa que no me esperaba en absoluto, en el Festival de Sevilla primero y, después, en la Filmoteca de Cantabria, en Viena, en París, en Lisboa... La primera idea que se me ocurrió fue esa:tenía que estar relacionado con Cádiz. Una fascinación parecida ha tenido Manuel Iborra: él aún más fuerte, porque se ha quedado aquí.

–En los últimos años, la provincia muestra picos de protagonismo en lo audiovisual: ‘Entre dos aguas’, Juan Miguel del Castillo, Javier León o la Escuela de Cine... ¿cree que podría haber oxígeno para una cierta industria? Más allá del escenario.

–Claro, aparte de escenario, que te aporta cosas inigualables, y donde está trabajando la Andalucía Film Comission. Sólo eso ya tiene mucho potencial para el cine. Si hay un potencial para la industria, es otra gente la que lo tiene que decidir, y ojalá lo decidan, porque desde luego hay potencial y creatividad.

–Y, ¿cómo fue ese salto, del cine a la ruleta? Explíquemelo.

–Pues mi primer juego fue el ajedrez. Siempre me ha gustado la derivación del juego como gran metáfora de la vida. Del ajedrez, que me gustaba mucho pero no llegué a ser profesional, pasé al póquer.

–¿Cómo llegó a ver un patrón en la ruleta?

–Estaba convencido de que el patrón lo tenía el croupier, y aún sigo creyendo que tiene influencia, al tirar con una intensidad determinada. Pero, metiendo números en el ordenador, fuimos viendo que esa suma de números tenía un patrón. Y es lógico, porque todas las ruletas tenían un mismo molde y un mismo punto de partida. A partir de ahí, dedicábamos unas dos semanas a realizar un análisis estadístico de probabilidad en cada casino.

–¿Pelayo e hijos pueden entrar ya en los casinos o hay alguno que prohíba la entrada?

–Digamos que la sentencia del Tribunal Supremo nos valió la absolución. Puede que haya algún casino de los países antipáticos, de Francia y Dinamarca, en los que tenga prohibida la entrada. No dan ganas de comprobarlo porque las penas para los jugadores son severísimas.

–¿No le ha dado nunca por meterse en Bolsa?

–Uy, pues hubo una vez que consideramos la posibilidad –la prensa salmón llegó a sacar un artículo, Los Pelayos contra el Ibex 35–, pero al final, quedó en nada.

"Ahora el dinero lo da el bitcoin. El año pasado cayó, pero se ha recuperado"

–Ruleta, póquer, caballos... ¿en qué está ahora?

–Uy, pues ahora estoy con la criptomoneda. El dinero lo da el bitcoin: el año pasado hubo una recaída, pero este año ha vuelto a recuperar bastante.

–¿Cuál es su postura respecto a la proliferación de casas de apuestas en barrios populares?

–Querer limitarlas o prohibirlas es una intromisión inadmisible del Estado en la libertad de los individuos. Es como querer prohibir los bares porque la gente agobiada con su vida bebe. Yo lamento muchísimo que haya gente desesperada, que haya ludópatas:pero el problema de esa gente no está en los bares o en las apuestas. Que arreglen aquello que hace a la gente estar desesperada. Lo contrario atenta contra la libertad.

–En nombre de la libertad se cometen últimamente muchos crímenes.

–Se retuerce el progresismo. Pero hay que dejar hacer. La cuestión de control absoluto es ridícula y peligrosa.

–Explíqueme lo moderno de la tradición, porque me pierdo en el oxímoron.

–No hay nada moderno que no se base en la tradición. El creador más moderno que podamos encontrar es Picasso, y su bagaje es África y el primitivismo. Por otro lado, sólo entendiendo a los grandes clásicos, a Giotto o Mantegna, puedes entender lo contemporáneo. Lo moderno y lo clásico están mucho más unidos de lo que parece. Aquello que no tiene raíces, no puede crecer.

–¿Qué opina del concepto de apropiacionismo cultural?

–Forma parte de las políticas de corsé, de adoctrinamiento. ¿Que Tarantino coge a Lole y Manuel? Pues estupendo, ¿no? Ojalá sigamos cogiendo todo de todos, y revalorizándolo.

"El apropiacionismo forma parte de las políticas de adoctrinamiento"

–En su currículum hay programas como ‘Raíces’, que recorría la relación entre el blues y el flamenco. ¿Cuándo se dio cuenta de que esta perspectiva, esta reivindicación era necesaria?

–Si queremos superar a Jimmy Hendrix haciendo algo como Jimmy Hendrix, no lo vamos a conseguir. Hay que ponerle algo más, darle una impronta única. Pedro Almódovar, por ejemplo, pudiera haber hecho las Américas cuando hubiera querido, en cualquier momento, en unas circunstancias magníficas, pero sigue contando sus historias de La Mancha, que son de corte universal. Yasujiro Ozú es considerado uno de los directores más influyentes de la historia, y lo que cuenta es intrínsecamente japonés, por ejemplo.

–Fran G. Matute subraya en ‘Días de viejo color’ la importancia de las bases de Morón y Rota en la... “modernidad”. Vanesa Benítez Zamora también toca el tema en ‘Rotanroll’.

–Absolutamente. En el caso de Gualberto, por ejemplo, de forma total, porque tocó con músicos americanos de la Base, que solían ser los hijos de los soldados. El contacto primero y directo con la música de entonces, la forma de bailar, de concebir la vida... Te daba una dimensión paralela que te libraba de mucho de lo que pasaba aquí. Los chavales empezaban a enterarse de lo que iban sacando Pink Floyd o Jimmy Hendrix dos o tres años después de nosotros.

–¿La avanzadilla estuvo aquí y no en la movida?

–Cualquier protagonista del Madrid de los 80 te reconoce que Sevilla fue previa e inspiradora de la Movida. Respeto a la influencia de vanguardia, creo que en Sevilla fue mayor. Y no podemos olvidar grupos como CAI.

-Si alguien puede definirme qué es o fue el rock andaluz es usted.

–Siempre digo, por ejemplo, que en el origen de todo estuvo Sketches of Spain, de Miles Davis, que es un disco extraordinario (y volvemos a lo mismo, ¿es que Miles Davis es de alguien?). Nosotros decíamos que el de Triana era un rock con raíces. Ocurre que la cumbre del rock con raíces se produjo en Andalucía. Su espíritu consistía en equilibrar tu tiempo con tu espacio. Vale, somos rockeros, sí: eso te va a dar la cuota de universalidad, que te entienda un tipo de San Francisco. Pero también somos andaluces. En esa primera democracia, fuimos un tótem. Por aquí entraba toda la influencia de la libertad:frente al mundo cerrado de un tradicionalismo casi carlista, las suecas, el rockandroll, otras propuestas de vida... El mundo se va ensanchando. Por eso no se abren a Internet China e Irán, porque hay influencias que son inevitables, que rompen todos los muros.

–¿Dónde sitúa a Rosalía? ¿La ha escuchado?

–Pues precisamente es una de las protagonistas de la última película que hemos rodado, Nueve Sevillas, con nueve protagonistas de la Bienal de Flamenco de Sevilla, que creemos estará lista para finales de año. Yo soy fan suyo desde el primer disco. Rosalía es una artista vocal excepcional pero, sobre todo, la mayor lección de producción que a mí me ha dado un artista de este país , y eso que ha habido proyectos buenísimos. Hace lo que hacíamos nosotros: actualiza la tradición con sus códigos, sólo que su código es el trap.

Todas las vidas posibles

Cuando los modernos se creían los más modernos de la historia (antes, mucho antes de la era posmo), Gonzalo García-Pelayo fundó el Dom Gonzalo:pub en el que en Sevilla se escuchaba la música de fuera antes que en ningún sitio. García-Pelayo nacio en Madrid, en 1947, pero se siente del sur. Dice que va haciendo currículum por todas las fiestas populares andaluzas: Rocío,Semana Santa, pero, sobre todo y ante todo, el Carnaval de Cádiz.

Está considerado uno de los padres del rock andaluz, y ha sido valedor de nombres como Triana o Lole y Manuel. A mediados de los setenta, dirigió distintas producciones ( Manuela, Vivir en Sevilla, entre otras) y se volvió a poner tras la cámara en 2012, para rodar Alegrías de Cádiz. Ha encontrado en internet y en el formato digital un medio fabuloso para rodar “sin presiones” y, en Rosalía, un fenómeno que le apasiona. Diseñó junto a sus hijos un método estadístico que burlaba a la ruleta de los casinos, odisea recogida en la cinta The Pelayos.

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