Esos cadáveres eran civiles, como vuestros padres
Visita de IES Fernando Aguilar Quingon a la fosa común del cementerio de Cádiz
Estudiantes de 4º ESO del Fernando Aguilar Quingon conocieron de primera mano los trabajos de exhumación en la fosa del cementerio San José
Cádiz/La generación a la que pertenezco nació en Democracia, se crió en Democracia, se formó en Democracia y, sin embargo, no tuvo la oportunidad de escuchar, como sí lo han hecho estos días más de medio centenar de jóvenes, el relato de lo ocurrido en su país, en su ciudad, el 18 de julio de 1936. No nos lo explicaron en un aula y, mucho menos, a pie de la fosa común donde fueron a parar cientos de personas represaliadas por un régimen que se preocupó por insuflar terror en la población desde que se levantó en armas. A ellos sí, afortunadamente. Porque ayer, en el clausurado cementerio de San José se impartió una clase de Historia y de vida.
Ayer los alumnos de 4º de ESO del instituto Fernando Aguilar Quingon, pero el día antes los chavales del Caleta y la semana que viene los del Drago, entre otros centros educativos, fueron los jóvenes que, no sólo recibieron una lección sobre el Golpe de Estado y la posterior represión franquista, sino que también pudieron descubrir in situ el trabajo que los arqueólogos y antropólogo forense están llevando a cabo en la fosa norte del camposanto gaditano.
Descubrir las labores de limpieza y exhumación y...: “¡Los huesos!”. “¡Y el bebé, qué lastima...!”. “¡Y la sensación, no sólo en la fosa, sino en todo el cementerio que estamos andando y abajo hay un montón de gente muerte!”... Si no era la primera vez que cruzaban la puerta del que fue el antiguo cementerio de Cádiz, seguro que para el alumnado sí fue una experiencia novel contemplar, por ejemplo, el cráneo de un represaliado reconstruido tras ser agujereado por un impacto de bala.
Ante tal visión –y ante la de los restos óseos amontonados en los osarios de la fosa, la de los huesos de un bebé de 38 semanas diseminados en una bandeja, y la del propio camposanto, asalvajado y destartalado– los chicos reaccionaron con el máximo de respeto pero, también, con curiosidad. Lógico.
Hubo reflexiones a media voz y preguntas a los expertos, eso sí, una vez roto el círculo oficial de la visita, ya en la confianza que le imprime al adolescente el pequeño grupo informal. Así, Enrique Estévez, el antropólogo forense que cerró la visita del instituto al cementerio con los restos de un represaliado y dos bebés dispuestos en un par de mesas, captó la atención de los jóvenes con los métodos que la ciencia utiliza para determinar el sexo o la edad de un esqueleto, incluso, si en su infancia y adolescencia pasó hambre. “Los huesos de una persona son como un libro, podemos leer en ellos”, antecedería el arqueólogo municipal, José María Gener, que atrapó a los alumnos con sus explicaciones sobre cómo se obtiene el ADN en estos casos (normalmente se sierra un fémur y se extrae un pequeño trozo de hueso que se envía al laboratorio de Granada con el que trabajan) y cómo ciertos signos de violencia en los huesos dan la información necesaria para saber las circunstancias que rodearon el asesinato de la persona (si fue torturado, si estaba de rodillas, si estaba maniatado...)
Gener fue también el encargado de recibir a los escolares y a sus dos profesores, Alejandro Acaso y José Antonio Sánchez, al comienzo de la mañana y de enmarcarles de manera resumida y contundente lo que iban a encontrarse en esta visita: “los restos que vais a ver en la fosa no son de víctimas de una batalla; eran personas civiles, como vuestros padres, sino que por tener una ideología diferente a los que tomaron el poder pues los asesinaron”.
En ese mismo mensaje abundó el historiador José Luis Gutiérrez Molina que ofreció a los chavales una lección de Historia, de esa historia que, desgraciadamente, todavía no se cuenta con la profundidad que se debería en los libros de texto. Los arqueólogos Fátima Barreiro y Francisco José Moncayo les dejaron ver los efectos de la tragedia en la fosa. Y los chicos... Los chicos salieron del cementerio siendo un poco más sabios y más afortunados que nosotros. Ya se darán cuenta.
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