Iker Jiménez recorre en Cuarto Milenio los misterios de Cádiz: masonería, espiritismo y fantasmas

El programa de Iker Jiménez 'Cuarto Milenio' hizo un recorrido en la noche de este domingo por la trimilenaria ciudad de Cádiz, una ciudad excepcional en muchos sentidos y situada en el lugar estratégico, uniendo Europa con Marruecos y conectando con América a través del Atlántico. "El sustrato de Cádiz es un lugar de mitos y sueño desde siempre", reconocían en el programa, "el epicentro de muchas historias ocultas". Enrique de Vicente y Javier Sierra desgranaron algunos de los misterios de la ciudad más antigua de occidente.

El viaje comenzó por el Museo arqueológico y los reconocidos sarcófagos antropomorfos fenicios, unas piezas única en el mundo. Javier Sierra narró la historia del descubrimiento de los sarcófagos, el primero, el del hombre barbudo, localizado en 1887. Pelayo Quintero, director del museo en aquella época, pensaba que tendría que haber otro femenino pero fueron incapaces de localizarlo. Finalmente, un siglo después de la muerte de Pelayo, se descubrió el sarcófago femenino justo en los cimientos de la casa que habitó Quintero hasta su fallecimiento, precisamente a la altura de su cama. Y es que se decía que el director estuvo soñando durante muchos años con este descubrimiento.

'Cuarto Milenio' también realizó un recorrido por la tradición masónica de la ciudad, con imágenes de las catacumbas del Beaterio, que pudieron servir como lugar de reunión para los masones y donde se han descubierto algunas inscripciones en estas líneas, y también se mostraron imágenes de la columna salomónica en la esquina de la calle Sagasta.

El programa de Cuatro no olvidó tampoco pasar por la Catedral de Cádiz y en especial por la cripta, donde, junto a las tumbas de Pemán y de Falla, se encuentra el misterioso cuerpo incorrupto de una niña que fue enterrada de blanca.

También fue noches de fantasmas muy de la ciudad. Recordaron al 'duende de Cádiz', que en 1935 hacía apariciones nocturnas por el barrio de La Viña, o el fantasma del indiano, que trataba de comunicarse con los inquilinos de una finca de la calle Sagasta.