"Invité a Pepe Blas a entrar en política: al principio no quería"

Servando Álvarez-Beigbeder Pérez

Gaditano con raíces jerezanas, fue funcionario ministerial y concejal en el Ayuntamiento de Cádiz. También fue delegado de la SGAE en la provincia

"Invité a Pepe Blas a entrar en política: al principio no quería"
"Invité a Pepe Blas a entrar en política: al principio no quería"
Osé Antonio López

26 de octubre 2014 - 01:00

HIJO del músico jerezano Germán Álvarez Beigbeder y hermano del célebre compositor Manuel Alejandro, Servando Álvarez-Beigbeder (Cádiz, 1929) fue perito agrícola y ocupó varios cargos de responsabilidad en los ministerios de Agricultura y de Trabajo. Además, fue concejal en su ciudad natal en el último tramo de la dictadura y, en las filas de Alianza Popular, en la segunda legislatura democrática, siguiendo así la tradición familiar: entre sus antepasados se encuentran Mendizábal y Salvochea. Hombre culto y de trato exquisito, ha pasado su vida entre Jerez y Cádiz, donde reside de manera permanente desde 1965.

-¿Qué significa haber tenido un padre como Germán Álvarez-Beigbeder, una personalidad musical?

-Un orgullo, sin duda. Mis abuelos tenían negocios vinateros, y como hijo mayor que era él estaba en las bodegas con su padre, pero a él no le gustaba, no le gustaba el comercio. Viajaba mucho, a Barcelona, Madrid, a San Sebastián, para comercializar su vino, pero yo creo que no comercializaba el vino, que lo que hacía era meterse en el primer teatro que encontraba para escuchar una ópera o un concierto. Y ese gusanillo le llevó a decirle a su padre que se quedaba en Madrid, y con 32 años se quedó en Madrid viviendo exclusivamente de la música, algo dificilísimo. Vivía en una pensión en la plaza de España. Por ahí estaba la zona de cabarets y yo me figuro que él, que tocaba el piano, se defendía con las actuaciones en esos lugares. Tanto es así que tiene una serie de músicas que no se conocen, tangos, cuplés de la época aquella, que sería muy gracioso y muy encantador poder interpretarla hoy, poder escucharla, que no es música clásica, que es música pop de la época.

-¿Él no llegó a grabar nada?

-Es que mi padre después se metió en Jerez y no salió de allí, no quiso salir de Jerez y, claro, no estaba en los círculos musicales del momento. Ahí perdió mi padre muchos años de reconocimiento como músico.

-¿Recuerda usted a su padre tocando música en casa, con partituras, creando sus obras?

-Recuerdo que me despertaba el piano, a nosotros nos despertaba el piano (ríe). No nos podíamos quedar en la cama hasta las once de la mañana porque a las nueve y media o diez mi padre estaba estudiando al piano, tocando Brahms, tocando Schubert, Mendelssohn, Schumann, que era su músico favorito. Y toda esa música es la que nosotros recordamos y la que añoro muchas veces.

-¿Y usted ha sido melómano?

-Bueno, mi padre tuvo con todos su hijos, con los siete, la deferencia de iniciarnos en la música, y hay quien se fue para esa línea y hay quien no la alcanzó, o mi padre no vio en ellos la capacidad suficiente como para seguir en esa línea musical. De los siete, fueron dos: José María y Manuel Alejandro. José María que fue como él, director de la banda de Infantería de Marina muchos años y después se fue a Madrid al ministerio, como coordinador de las bandas militares, y Manuel Alejandro, que se ha dedicado a la música pop.

-Yo no entiendo de música cofrade, pero quienes entienden mantienen que su padre compuso marchas procesionales memorables.

-Efectivamente, y que sonaran en el año 40 me lo explico, pero que sigan sonando actualmente tiene mérito. Porque hoy, como tú sabes, hay una gran afición a la música de Semana Santa, y cualquiera es músico y compositor de música de Semana Santa. Entonces, que se escuche alguna vez las marchas de mi padre después de haber sido escritas hace 70 u 80 años, eso quiere decir algo.

-¿Usted las reconoce cuando las escucha?

-Sí, sí, por supuesto. Se escuchan poco porque son muy difíciles de tocar. Son marchas de concierto, más que de procesión. El músico tiene que ir con el instrumento y con la partitura delante, y como no sea... es muy difícil tocarla, muy complicado.

-Pero se siguen escuchando.

-Sí, se escuchan en Cádiz, en Sevilla, en Jerez, y sobre todo en Murcia, en Valladolid, en La Coruña... Todavía recibimos los hermanos los derechos de autor, y sabemos que se escuchan. Como la marcha del Cristo de la Expiración. Y ya hay piezas grabadas. El interés de la Junta de Andalucía en dar a conocer la música de mi padre, en torno a 2004 y 2006, hizo que se grabaran sus obras por parte de las orquestas de Córdoba y de Málaga.

-¿Cree que su figura está suficientemente reconocida?

-En Jerez tiene una calle, una orquesta joven que pertenece al conservatorio, es hijo predilecto, pero no... podemos decir que no han disfrutado de ese músico. Tanto es así que el conservatorio se llama Villatoro (ríe), el único conservatorio... Y en el conservatorio de Jerez está toda la música de mi padre e incluso hasta el piano en el que tocaba, que fue cedido por la familia.

-Su hermano, Manuel Alejandro, hace otro tipo de música, nada cofrade, desde luego.

-No, no es cofrade, pero también ha escrito música clásica, pero se la ha escrito para él. Algún concierto me ha dado, y es una música estupenda. Eso queda para él y para la familia.

-Y tener un hermano como Manuel Alejandro, ¿le ha acercado alguna vez al mundo de los famosos?

-No, no, él es muy reservado.

-¿Pero jamás le ha contado alguna anécdota de Julio Iglesias o de otro de sus grandes intérpretes?

-Bueno, recuerdo una cosa muy graciosa que me contó. De las primeras veces que estuvo con Julio Iglesias en Miami, cuando estaban en un yate, se le cayó al mar a mi hermano un reloj magnífico. Y Julio Iglesias llamó de inmediato por teléfono y llegó una barca con siete buzos, ¡siete buzos!, y estuvieron trabajando hasta que encontraron el reloj de Manuel Alejandro. Y lo encontraron.

-Eso es tener poderío.

-Desde luego... Y también lo quieren mucho en México, donde compuso para los mejores cantantes. Mira, recuerdo que en el último viaje que hice con mi mujer a París estuvimos comiendo en un restaurante, y allí las mesas están muy juntas y gente que tú no conoces están escuchando tu conversación. Y esa conversación terminó con el matrimonio que tenía a mi lado, una pareja mexicana, invitándonos a una botella de Tío Pepe cuando se enteró que yo era el hermano de Manuel Alejandro.

-Cádiz y Jerez han estado muy presentes en su familia: ¿cómo vive la supuesta rivalidad que existe entre ambas ciudades?

-Nada. Nosotros hemos sido siete hermanos, dos de Cádiz y cinco de Jerez, y nunca, nunca, ni jugando a los botones que es lo que se hacía en aquella época, nos hemos metido unos con otros por el lugar de nacimiento, nada, nada... Yo creo que ese pique sólo existe en el fútbol, hay muchísima gente que trabaja en un sitio y vive en el otro, y les da igual.

-¿Usted se establece en Cádiz por alguna razón especial, se casa aquí?

-Yo me casé en Marruecos en el año 62. Tenía entonces casi 33 años. Me casé con una jerezana, pero su padre vivía en Tetuán, donde se dedicaba a la importación y exportación de productos de la mar, y me casé en Tetuán. Nos fuimos a vivir a Jerez, porque yo era perito agrícola y funcionario del Ministerio de Agricultura en la época en la que se transformaron los secanos en regadíos. Yo trabajaba en la sección que se encargaba de esas transformaciones, me moví mucho por esa zona. Después pasé al Ministerio de Trabajo. Y en aquella época existía el programa de promoción profesional obrera, que se conocía como PPO. Me fui a Madrid a examinarme, aprobé y pasé a ser instructor del PPO. Me destinaron a Cádiz y aquí me vine a vivir. En el año 1965 regreso a Cádiz y ya no me he movido de aquí.

-¿Cómo entró usted en política?

-Yo fui presidente local de Alianza Popular, del partido de don Manuel Fraga, y anteriormente, cuando no era del partido, yo me moví mucho entre la clase obrera de Cádiz, por Astilleros, por toda la zona de Cádiz para dar la formación profesional de adultos. Yo era muy conocido en Cádiz y salía por estos cursos en la prensa, y el gusanillo político de la familia entró en mí, y me presentaron para concejal del Ayuntamiento de Cádiz por el tercio familiar. Fue en el último ayuntamiento antes de la democracia. Empecé con Jerónimo Almagro y seguí con Beltrami. Y fui también en aquella época inspector provincial del Movimiento. Recuerdo que le dije al gobernador civil que me nombró que aceptaba el cargo, pero que lo que no aceptaba nunca era levantar el brazo para saludar.

-¿Ese movimiento no le gustaba?

-Nunca, nunca, quizás por el convencimiento de que mi padre era monárquico y porque eso de la Falange no... Y hay fotos de Juman, en la cruz de los caídos de la Alameda, todos con el brazo en alto y yo no.

-Fue en los estertores de la dictadura, ¿era más fácil oponerse entonces?

-Bueno, don Francisco estaba vivo todavía, eh? Estaba la cosa mejor, pero con 40 años se tiene valor para esas cosas. Y a los años de crear Fraga Alianza Popular entré en el partido. Llegué a ser concejal en el segundo ayuntamiento democrático, con Carlos Díaz de alcalde. Éramos siete concejales. Estaba Gutiérrez Trueba, José Blas Fernández...

-¿He leído que fue usted quien invitó a José Blas a entrar en política?

-Sí, sí, lo invité, fui yo.

-Pues se tomó la invitación muy en serio.

-(Ríe) Sí , sí, muy en serio, pero en principio no quería aceptar... Yo era presidente de AP en Cádiz, e invité a Pepe Blas para que me acompañara en la lista que encabezaba Gutiérrez Trueba. Pero decía que no, que se quería centrar en su trabajo, en los graduados... Yo lo que pretendía era que detrás de Pepe vinieran muchos más, porque él tenía mucha conexión en Cádiz, era un hombre que se movía muy bien por Cádiz. Y no me salió mal la jugada.

-Creo que siendo concejal llegó a enfrentarse a su propio partido por el izado de la bandera andaluza.

-Fue curioso. Era la primera vez que se izaba la bandera andaluza en el balcón del Ayuntamiento, y hubo una discusión, que considero absurda, por si había que hacer un plebiscito entre los gaditanos para izar la bandera. Dije que no era lógico: "Somos andaluces y tenemos nuestra bandera de España y nuestra bandera andaluza". Y entonces me uní a los socialistas, gente muy agradable y muy buena toda: estaba Luis Pizarro, Hipólito García, Daniel Vázquez, muy buena gente, y me uní a ellos.

-Eso no pasa ahora.

-No, no pasa. Los políticos de ahora tienen una disciplina de partido. Yo recuerdo que no tenía disciplina de partido, y no porque fuera presidente local de Alianza Popular. A mí José Ramón del Río, que era presidente provincial, nunca me dirigió la línea que tenía que seguir, yo iba en mi línea. Lo mismo estaba a las siete de la mañana en la puerta de Astilleros repartiendo papeletas para los trabajadores que hacía otras cosas. Hoy es otra época, yo creo que los políticos no miran al país, no miran al país ni a la ciudad, miran a lo que le conviene al jefe o al partido. Y así no llegamos a ningún lado. Eso tiene que cambiar de nuevo.

-¿Por eso han surgido los nuevos movimientos sociales y políticos?

-Estos movimientos son naturales debido a la situación en que nos han metido los actuales políticos. Y verdaderamente, y no me quiero meter a definir ninguna idea política, si van con buena fe y tienen elementos a su alrededor suficientes como para poder llevar con capacidad suficiente lo que es una nación, que no es levantarse y coger del tesoro lo que se necesite, encantado de que esto se purifique. Es necesaria una purificación, y tendrán que hacerlo los propios partidos por dentro para que esto vuelva a su cauce.

-Usted fue también delegado de la SGAE en Cádiz.

-Sí, fue por necesidad económica, cuando fui castigado en el ministerio por mi condición política cuando los socialistas llegaron al poder. Mi hermano era consejero y hubo nombramientos de delegados en las provincias. Pero no teníamos un sueldo, recuerdo que la Sociedad General de Autores no es que me diera todos los meses 2.000 pesetas. Yo me tenía que trabajar las 2.000 pesetas por las noches en las discotecas en Jerez, Cádiz o Algeciras. Yo terminaba mi jornada laboral, y cogía el coche para ir a todos estos sitios, y no volvía hasta la madrugada. Porque se iban cobrando los derechos de autor de las músicas y yo tenía que ver dónde estaban los conciertos.

-Una labor antipática.

-Sí, lo era, no era fácil.

-¿Y en alguna boda entró alguna vez?

-No, no, hasta ese extremo no. Pero los conciertos sí, tenía que ir a la taquilla, ver lo que se había recaudado y pelearme para cobrar. Menos mal que la Guardia Civil estaba a mi servicio. Te estoy hablando de hace 25 o 30 años, no sé ahora cómo estarán las cosas, pero entonces la recaudación la hacíamos los propios delegados. Y se pasaba por antipático. Yo no tenía sueldo, me correspondía un tanto por ciento de aquella recaudación.

-¿Se ha sentido un hombre poderoso alguna vez?

-No, no, para nada. Y eso que he sido rey mago; fui Melchor, creo con Beltrami de alcalde.

-Entonces me ha tirado caramelos cuando yo era niño.

-(Ríe). Seguro, seguro que te he tirado caramelos desde la carroza, cuando la cabalgata era por el casco histórico.

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