“La vida de un agente de inteligencia no es la de James Bond”
Jaime Rocha | Ex miembro de los servicios de inteligencia españoles
Este gaditano forma parte de una asociación de antiguos miembros de los servicios de inteligencia con la que tratan de divulgar este mundo que tiene un halo de misterio
Jaime Rocha tiene conversación para rato porque no hay un momento de su vida que no sirva para un relato. Espionaje, Jenaro Jiménez, los gaditanos en Castellón...
–El asunto del espionaje es muy secreto, pero todo el mundo sabe que usted ha estado en los servicios de inteligencia. ¿No es un poco contradictorio?
–Eso tiene su explicación. Yo he estado 28 años en los servicios de inteligencia y durante ese tiempo las personas más próximas sabían de mi pertenencia al servicio. Digamos que el público en general no lo sabía. Yo era marino de la Armada y en un momento dado que estaba en la Base de Rota me llaman para ingresar en los servicios, ya que acababa de crearse el CESID en el año 78. A partir de ese momento mi pertenencia al servicio de inteligencia era desconocida para todo el mundo. ¿Quién lo conocía? El círculo más próximo porque no tenía más remedio que saberlo. Incluso mi mujer Carmen, en una etapa de tres años de mi vida donde estuve dirigiendo las redes clandestinas del Magreb, ella sabía que me iba de viaje pero no tenía ni idea de adónde iba, ni qué iba a hacer ni si iba a volver o no, de tal manera que yo cuando volvía de esos viajes y llegaba a tierra segura, la llamaba por teléfono.
–Usted está haciendo una labor de divulgación de lo que son los servicios de inteligencia.
–Efectivamente. Ahora estamos un grupo de ex agentes de inteligencia que formamos una asociación y una de las labores es divulgar la cultura de inteligencia. Nosotros sabemos que la ciudadanía española hay mucha gente que hasta ignora que tenemos un servicio de inteligencia y muchas más sobre qué es lo que hacen. Este grupo, que somos ciento y pico, estamos dando conferencias en universidades, centros culturales, en centros de opinión, publicando libros y escribiendo artículos. Yo el año pasado estuve en la Universidad Rey Juan Carlos donde hubo un seminario llamado ‘Literatura y espías’, donde estaban escritores que se dedicaban a este género. A mí me han incluido en un grupo que se llama Le Carré.
La primera conferencia la di en Cádiz para entrar en el Ateneo en 2013 y el título fue ‘Servicios de Inteligencia: historias y mitos’. Esa misma conferencia la he dado por toda España. La expectación siempre es impresionante y la gente no sabe nada de lo que les cuento y se dan cuenta de la importancia que es tener unos buenos servicios de inteligencia.
–Usted estuvo muy cerca de Manglano, que lideró este servicio durante muchos años
-Hay que hacer justicia con el ya fallecido general y así lo hago en todas las conferencias, pues fue el verdadero artífice de lo que ahora son los servicios de inteligencia. Este país le debe un reconocimiento.
–Debe vestir mucho en una reunión de amigos decir que uno ha sido espía.
–Tiene mucho misterio. Precisamente una de las cosas que estamos haciendo con este grupo de amigos divulgando la labor de los servicios de inteligencia es la de desmitificar este mundo. Esto no es James Bond, no son las novelas de Le Carré. La vida del agente de inteligencia no es James Bond. Si quieres pasar desapercibido no puedes llamar la atención por nada.
–¿Cómo fue su trayectoria dentro de los servicios de inteligencia?
–Yo entré en Cádiz en los años de la transición y aquí había una serie de objetivos muy concretos, como era el tema GRAPO y las huelgas salvajes de Astilleros de aquella época. Luego pasé al gabinete de Manglano, donde llevaba el tema de relaciones exteriores con otros servicios extranjeros. De ahí a las redes clandestinas del Magreb. Después durante unos meses dirigí una estructura muy interesante que se llama Infraestructuras Operativas, que lo que hace es crear empresas pantalla y cobertura para gente que está infiltrada en alguna unidad. De allí ya me fui a la antigua Checoslovaquia y allí me cogió la caída del muro de Berlín y el cambio en el país. Ya a mi vuelta, mi último destino en La Casa fue el de jefe de una unidad de análisis. He pasado por las trincheras y también por el análisis.
–¿Los servicios de inteligencia en España son muy potentes debido a la ETA?
–No, los servicios de inteligencia están pensados sobre todo para el exterior. La división más potente es la del exterior pero no descuidaba el terrorismo interior. Ahí hemos tenido operaciones muy importantes con infiltrados. El más conocido quizás es ‘El Lobo’ pero hemos tenido a más y hemos deshecho atentados. Por ejemplo, desarticulamos el comando Nafarroa, que fue una operación conjunta con el Mossad para desarticularlo. También entramos en la contra inteligencia, para oponernos a la acción de servicios extranjeros en contra de los intereses de nuestro país por parte de otros servicios. Ahí entraban por ejemplo las huelgas de Astilleros, que estaban financiadas. Siempre que haya una huelga que termine en altercados fuertes con destrucción de bienes, hay algo de eso.
–¿Está diciendo que hay que sospechar de casi todo y que muy pocas cosas son casuales?
–Efectivamente. Siempre hay una motivación detrás de todo eso. Gente que espontáneamente asalta el Parlamento de Cataluña, no se lo crea. Ahí lo que hay es dinero detrás. Lo que mueve el mundo es el dinero. Los servicios de inteligencia extranjeros que quieren desestabilizarnos utilizan el dinero porque por él la gente hace lo que sea. Lo mismo que nosotros hacemos en otros lugares, ellos lo emplean aquí.
–¿Cuál es el servicio secreto que más le ha impresionado?
–El Mossad sin lugar a dudas. He hecho algunas operaciones con ellos muy interesantes y todo era muy metódico y muy calculado, con muchos recursos y van muy al grano. Son muy eficaces y profesionales.
–¿Los servicios de inteligencia incumplen la ley?
–Un servicio de inteligencia está para actuar en los países extranjeros. Las leyes de estos no son las nuestras. Tú te saltas la ley de ese país como ellos lo hacen con nosotros. Naturalmente cuando actuamos en el extranjero no le pedimos permiso al juez para ponerle un micrófono a un objetivo en su despacho porque no nos lo daría.
–¿Dejó usted los servicios de inteligencia o estos le dejaron a usted?
–Pues el final fue un poco extraño. Cuando estaba aquí mandando la unidad de análisis en Madrid, ganó el PP las elecciones en el año 96 y entonces me llaman de Moncloa para ocupar una subdirección general. La función era coordinar con varios ministerios la evacuación de españoles por situación de emergencia por catástrofe natural o por una guerra. Entonces había que coordinar defensa, transporte, sanidad... Era un tema precioso y contesté que sí. Me dijeron que me fuera de vacaciones a El Puerto y en septiembre ya tomaría posesión. Estando ahí un día me llamaron y como yo no estaba, devolví una llamada y me dijeron que ya no me iba a Moncloa. La razón era que me había vetado Álvarez Cascos cuando ni yo lo conocía a él ni al contrario. Manolo Durbán, que fue el que me dio la noticia, me aseguró que el problema es que vio que yo venía del CESID y no quería a nadie del servicio de inteligencia en Moncloa.
Entonces la familia Michavila me había llamado antes para hacerme una oferta para dirigir una empresa azulejera en Castellón . Yo ya había estado en la fábrica de Castellón y era para salir corriendo, tenía unas pérdidas de 300 millones de pesetas anuales. Yo no tenía ni idea de azulejos. Había un ERE para echar a 45 trabajadores de una plantilla de 185, dos hornos apagados y propuesta de apagar un tercero porque no se vendía un metro. La cosa no era muy atractiva. Cuando vi que Álvarez Cascos no me quería y que en el CESID ya había uno en mi silla, di un giro en mi vida. En Castellón fueron cinco años y pudimos reflotar la empresa.
–Usted fue uno de los responsables del éxodo de gaditanos a Castellón.
–Eso tuvo su inicio cuando tuve una reunión de antiguos alumnos de San Felipe Neri y coincidí con Pepe Cuadrado, que hacía una labor extraordinaria en la Fundación Dora Reyes y que estaba ayudando a gente sin trabajo. Él me preguntó si a través de mi empresa se podía colocar a alguien y hablé con el entonces jefe de Personal, Juanjo Montero, que también era de Cádiz, y buscamos cinco puestos de trabajo, de manera que fueron los cinco primeros que llegaron a Castellón. Por otro lado, mi hija Almudena trabajaba en una empresa de trabajo temporal y ella directamente iba trayendo gente según las demandas que tenían en las fábricas. Llegaron a venir cientos de ellos, se casaron allí, se hicieron peñas, etcétera.
–¿Cómo se cruza en su vida Jenaro Jiménez?
–Eso ocurrió en 2002. Jenaro Jiménez era hijo del que yo creía un magnífico amigo mío y al chico lo conocía desde que era un niño. Me propuso un tema y me pidió que entraran también mis hijos porque decía que era un proyecto inmobiliario muy bonito. Entraron dos de mis hijos, un cuñado de Jenaro, él y yo. Aquello empezó a tomar volumen y teníamos ya oficina abierta en Jerez, en el Novo Sancti Petri, habíamos comprado un solar en Jerez para construir en la calle Nueva, habíamos comprado una finca en la calle Veedor 20 para apartamentos. Aquello ya tenía 19 personas trabajando con nosotros, abrimos una tienda de azulejos y entonces yo propongo una ampliación de capital. Nos reunimos todos los accionistas y mis hijos, uno en Londres y otro en Castellón, no tenían mucho interés y el cuñado también vendió sus participaciones. Nos quedamos los dos y como no teníamos dinero en efectivo para hacer las inversiones, hice un hipoteca de mi chalé de Vistahermosa y lo invertí en la empresa. Entonces yo tenía un 90% y Jenaro un 10%.
Un amigo diplomático venezolano que se tenía que ir a su país y no quería volver, lo convencí para que se incorporara y compró un 15% de las acciones, por lo que estábamos tres. Funcionaba bien y teníamos la obra de Jerez iniciada y se había comprado ya Veedor.
Entonces me dio un trallazo la espalda, voy a Urgencias y me dice que tengo cinco hernias de disco y dos vértebras desviadas. El médico me dice que no es operable y me manda reposo absoluto con unos parches contra el dolor,. Así estoy enero, febrero y marzo y a finales de ese mes los dos socios me piden que les venda el 51% de la sociedad porque no pueden estar consultándome todo lo que tienen que hacer y yo no podía dirigir desde la cama. Me pareció lógico y razonable.
El 30 de marzo de 2006 vinimos a la notaría de Jesús Gracia y ahí firmo mi sentencia de muerte porque cedo el 51% de las acciones. Al día siguiente me llaman de la oficina del Novo Sancti Petri y me dicen que ha estado allí Jenaro anunciando que se cierra y que ha vendido el local. Llamo a éste y me dice que aquello va mal y que la operación ha dado después de pagar impuestos 58.000 euros. Le pregunto que dónde está el dinero y reconoce que los tiene que usar él y que ya los repondrá. Eso ya fue una cadena y se vendieron todos los activos menos Veedor.
–Hasta que desapareció.
–El día 13 de abril de 2008 me llamó Carlos y me dijo que Jenaro se había ahogado haciendo submarinismo en la playa de Los Lances de Tarifa. La Guardia Civil estuvo buscándolo durante muchos días. Yo tuve reuniones con sus padres, cuñado, Carlos Espert, etcétera para ver la situación de la empresa porque empezaron a llegar denuncias de mucha gente a las que le debía dinero y allí se pensó que no se había ahogado sino que se había quitado de enmedio. Ahí empieza un proceso larguísimo de doce años. Aparece en Paraguay al año y medio con el nombre de Alvaro Domecq y con una relación con otra mujer y una hija. Ya después la historia es conocida con huidas de por medio. Ahora está en Puerto III desgraciadamente porque no le deseo ningún mal.
Me amenazaron con ir contra mí y lo fueron con acusaciones falsas como se ha demostrado. Capítulo cerrado. Yo no he recuperado nada y pedí 730.000 euros y 14 años y se ha quedado en seis años. Francamente yo a Jenaro le he perdonado el daño que me ha hecho y no le deseo ningún mal. Que esté en la cárcel no me da ninguna satisfacción.
–Usted que ha tratado con gente de los servicios secretos y se supone que sabe escudriñar a las personas. ¿Le cogió Jenaro con la guardia baja?
–Tengo claro que Jenaro cuando me propone esto no pensaba engañarme. Si lo hubiera pensado, quizás me hubiera dado cuenta. Creo que él lo hace de buena voluntad. El error suyo fue vivir o querer vivir por encima de sus posibilidades y eso fue lo que le hizo ir entrampándose hasta que llegó un momento que ya no tenía salida.
–¿Cómo ha afectado a su vida este episodio?
–Me ha afectado mucho. Económicamente ha sido la pérdida total de mi patrimonio de 50 años de trabajo. Pero eso no es lo más importante. Me ha afectado más moralmente porque me he sentido engañado y de mí se han dicho muchas cosas falsas en Cádiz, que si yo me había quedado dinero y se me ha acusado de falsedades que me han costado procesos judiciales. Yo digo que mi vida se sustenta en tres pilares; Dios, familia y amigos y de esos, ninguno me ha fallado. Eso es lo que me ha sostenido en los malos momentos. Y ahora mi idea es olvidarme hasta donde pueda de este tema y, por supuesto, no desearle ningún mal a nadie de esa familia a pesar de todo lo que me han causado.
Una vida singular
Este gaditano formado en San Felipe Neri tiene una vida singular que trata de plasmar en unas memorias. Marino de la Armada Española, un día en plena transición democrática fue reclutado para La Casa, el CESID, donde estuvo 28 años en lo servicios de inteligencia, eso a los que nunca se les llama a la puerta para entrar. Pero Jaime Rocha va mucho más allá y es que también ha dirigido una empresa azulejera en Castellón desde la que empezó a tirar de gaditanos, siendo el germen del éxodo a esta provincia. También ha sido conocido por ser uno de los socios de Jenaro Jiménez, el empresario que simuló su muerte y marchó a Paraguay, y, por lo tanto, también uno de los afectados en un episodio que le ha pasado factura. Con alma solidaria, ha sido delegado de Madre Coraje. Sin embargo, su principal pasión es leer y escribir, entre ellos como articulista en este periódico.
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