"El puente de la Constitución de 1812 es una obra de arte"

Javier Manterola. ingeniero y autor del segundo puente sobre la bahía

El paisaje de la provincia ha cambiado gracias a la obra emblemática que proyectó este navarro que ha visitado Cádiz para clausurar la exposición sobre Eduardo Torroja en el Colegio de Arquitectos.

En la imagen, Javier Manterola.
En la imagen, Javier Manterola. / Joaquín Pino
Melchor Mateo

19 de febrero 2017 - 02:05

Javier Manterola (Pamplona, 1936) es una eminencia mundial en el diseño de puentes. Entre sus obras está el de la Constitución de 1812, que ha cambiado por completo el paisaje de la Bahía con un proyecto emblemático en la ingeniería civil. La entrevista se realiza minutos después de haber llegado a la capital gaditana en la sede de Diario de Cádiz. Le acompañan sus anfitriones en esta visita a Cádiz, el decano del Colegio de Arquitectos, Fernando Mejías, y el jefe del área de Actividades del mismo, Tomás Carranza, que también participan en este diálogo con Manterola.

-Usted ha venido a Cádiz entre otras cosas para dar una conferencia y clausurar la exposición de Eduardo Torroja en el Colegio de Arquitectos, con el que usted tuvo relación cuando era estudiante.

-Fui alumno suyo en la Escuela de Ingenieros durante tres años. Torroja era un genio. El único genio que yo he conocido de verdad con todos los defectos y virtudes de los genios. Fue profesor nuestro. Era tal su figura que cuando pasaba, babeábamos todos. Era un hombre excepcional y como ingeniero se adelantó en muchas cosas en Europa. El acueducto de Tempul es una obra señera, primera del mundo.

-Eduardo Torroja proyectó un puente sobre la Bahía que no llegó a construirse. ¿Cómo era?

-Él planteaba un puente bastante cerca de donde está el Carranza. Torroja hizo para entonces una estructura bonita pero pequeña, con más de 50 metros de luz y era un puente giratorio. No está mal incluso ahora pero el basculatorio del Carranza tiene 90 metros y el nuestro 540. Pero eso no es más que el tiempo. Carranza es de 1969. Torroja plantea sus soluciones en 1926 cuando él tiene 27 años. Torroja fue un genio precoz y yo como estudiante decía que si no hacía nada antes de los 40, estaba muerto.

-El puente de la Constitución de 1812 que usted diseñó se inauguró hace año y medio pero todavía se siguen haciendo trabajos. ¿Sigue involucrado en el estado actual de los mismos?

-Muy poco. Yo propuse la iluminación ornamental porque hemos hecho muchos puentes atirantados como este en el mundo y es una cosa espectacular cuando coges los cables y los ilumina desde abajo hacia arriba. Como estos tirantes se abren, queda muy espectacular.

-¿La tendremos en Cádiz?

-Ya no depende de mí sino del Ministerio que quiera pagarla. Están discutiendo y tengo que decir que estaba en el proyecto y en el presupuesto pero ya debe haber muchas partidas que se han cubierto de una manera u otra y ya Dragados dirá que eso está pagado. No quisiera que no se hiciese. Ya ayer hablé en esa dirección. Decían que una iluminación en colores era mucho más cara que la blanca y yo lo que les dije que lo que quería era la blanca. No sé si será o no y ayer recomendé la blanca. Queda muy bien. Eso sí, tiene que ser con focos muy potentes porque los cables son muy largos.

-¿Cómo se explica que un puente que se licitó en 275 millones acabara costando 500?

-Bueno yo no sé lo que ha costado. Cuando se licitó no había un trabajo en España y todos fueron hacia el puente como locos y empezaron a hacer ofertas bajas. Nosotros lo planteamos para 350 millones inicialmente pero lo bajaron a 275. Esto en el extranjero hubiera costado mucho más, el doble. En Estados Unidos o Canadá los precios son el doble o el triple.

-El problema no es que cueste el doble sino que es el doble de lo que sale a licitación.

-En el extranjero no pasa eso. Si ofertas 300 millones la obra la tienes que hacer por ese precio. Además pasa otra cosa y es que lo importante aquí en España son las empresas constructoras pero en Estados Unidos son los proyectistas. Hay oficinas de proyectos de 2.000 y 3.000 personas, muchísimo mayores que las empresas constructoras que son de tamaño medio.

-Se dice que el puente es un elemento vivo. ¿Cuál ha sido su comportamiento hasta ahora?

-Hasta ahora ha sido muy bueno y no me han llamado para nada. Está muy bien construido por parte de Dragados y ha habido una dirección por parte del Ministerio muy estricta y estrecha y eso mete en orden a mucha gente. Eso se ha hecho muy bien.

-Usted escribió un libro que se llama 'Los puentes como obras de arte'. ¿El de Cádiz es una obra de arte?

-Si me pregunta directamente le diré que sí. Lo que sí sé es que la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que soy miembro, lo ha metido en la exposición suya de pintura y se hicieron tomas aquí con drones y se hizo una película. Me pareció maravilloso pese a que yo no lo pedí que lo pusieran en el Museo de Arte de la Academia. Yo tengo una especie de voluntad de introducir en la Academia que los puentes también pueden ser una obra de arte. Eso los académicos no lo ven hasta ahora.

-Usted dijo en una entrevista hace unos años que cuando tiene que hacer un gran puente tiene que exprimirse mucho más el cerebro que con uno pequeño. ¿Cuánto tuvo que exprimírselo en Cádiz?

-El problema es siempre la luz. El concepto de luz en un ingeniero y en un arquitecto es siempre distinto. 540 metros es una bestialidad. A mí me pasó con el puente de Barrios Luna, que fue récord español en su día y tenía 440 metros y yo entonces decía que cómo iba a llegar yo hasta allí. Ese asunto del reto es muy de ingenieros. El atreverse, esos conceptos que no son frecuentes en otras profesiones, en la nuestra sí se da cuando estás en esas situaciones.

-¿Tuvo que enfrentarse a muchos retos con el puente de Cádiz?

-Tuve que hacer muchas cosas nuevas. Eso es un asunto que siempre gusta, hacer cosas nuevas pero siempre dentro de una medida. Tú no te puedes poner a hacer un puente que tiene demasiadas cosas nuevas.

-¿Es capaz de decir con exactitud el número de puentes que ha hecho?

-En algún sitio salen 200. No sé si son tantos, pero bastantes.

-¿Y cómo ha sido la evolución de Javier Manterola como ingeniero a lo largo de esos 200 puentes?

-Yo estoy contento en ese sentido. Yo miro la obra mía para atrás y veo que es bastante nueva y que siempre me he planteado problemas nuevos. Algún pasito he dado y eso me hace estar satisfecho.

-Usted ha trabajado con arquitectos y ha participado en varios iconos de la arquitectura, como los edificios de Torres Blancas y el del BBVA en Madrid y la Estación de Atocha, esta última con Rafael Moneo. Imagino que muchas veces unir estas dos profesiones debe ser complicado.

-Siempre. Hace mucho que no trabajo con arquitectos, sólo muy al principio, y lo último que hice fue con Moneo la Estación de Atocha. Somos dos individuos diferentes aunque complementarios. Ayudamos a sostener edificios pero la educación y la mente de los arquitectos está formada de manera distinta a la nuestra. Dos mentes distintas que piensan distinto y que valoran distintas las cosas y naturalmente en un edificio estamos supeditados a vuestros criterios como es lógico. Nosotros tenemos una educación principalmente científica y el arquitecto tiene una educación formal.

-En esa condición artística para los puentes, ¿qué papel le deja a Santiago Calatrava?

-Pequeño. Es que sobre todo no añade nada a los puentes. Hay que añadir algo. Él es un hombre de talento que podría hacerlo pero al final se pierde en sus propias florituras. La ingeniería es acumulativa, no es como en los arquitectos. En ingeniería se añade. Lo que tiene de científico, que tiene mucho, eso sí es acumulativo. Cuando empiezas a matizar sobre cosas artísticas ya empieza todo a resbalarse.

-¿Hay un punto competitivo entre los ingenieros al igual que los arquitectos?

-Muchísimo. Antes no teníamos esto porque trabajábamos para el Estado pero ahora estamos en la calle.

-Hay obras de ingeniería en todo el mundo de españoles. ¿Qué plus tienen para tener tanto prestigio?

-Son baratos.

-No esperaba esa respuesta.

-Son buenos por supuesto y resulta que valen menos de la tercera parte de un ingeniero americano. Nosotros estamos trabajando mucho en Estados Unidos y Canadá y hacemos las cosas por la mitad, por la cuarta y a veces hasta por la décima. Ellos tienen el dominio del tema y unos presupuestos, los de proyectos, absolutamente escandalosos. Nosotros no tenemos acceso a esa línea y nos subcontratan los trabajos por la décima parte. Ahora vivimos de eso porque los ingenieros españoles son muy buenos y baratos.

-¿Qué se le resiste a la ingeniería actual en cuestión de puentes? ¿Cuál es el gran reto que hay que salvar?

-Está salvándose ahora 3.000 metros de luz. No se ha hecho todavía. El puente sobre el Estrecho de Messina iba a ser el primero. Nosotros trabajamos sobre el proyecto del puente sobre el Estrecho de Gibraltar pero ese es el más complicado de todos. Messina o el Canal de la Mancha es la misma placa continental y tiene 50 metros de profundidad. Gibraltar tiene 900 metros de profundidad y entonces hay un itinerario que estuvimos estudiando en los que se podía saltar de 3.000 en 3.000 metros donde había solo 200 metros de profundidad, porque después volvía a bajar. Hicimos un proyecto muy grande sobre este asunto aunque creo que en el fondo a España no le interesaba. El de Messina sí está resuelto técnicamente pero no se ha hecho.

-Usted no se plantea la retirada.

-No. Tengo 80 años pero tengo la cabeza bien. Ahora ya hago un trabajo más descansado y no viajo. Creo que el de Cádiz es el primero que hago este año. A América hay que ir mucho pero tengo ingenieros muy buenos que son los que van. Sigo teniendo ilusión. Ahora la mía es conseguir que mis muchachos se desarrollen. Es gente estupenda. pero aún creo que soy necesario.

-Usted es un apasionado de la música ¿Cuál le pondría la segundo puente?

-Soy muy aficionado a la música y creía que se debía proyectar muy bien el puente con el Concierto de Brandenburgo de Bach pero nada de nada. No me inspiró nada.

Una eminencia mundial

Javier Manterola Armisen es una persona muy culta. Le apasiona hablar de música, ingeniería, arquitectura, etcétera pero siempre desde un punto de humildad. Es una eminencia mundial en la construcción de puentes y ha obtenido todo tipo de reconocimientos internacionales por multitud de trabajos que han dejado un sello inconfundible, como el segundo puente sobre la Bahía de Cádiz. Reconoce que le encanta el puente de San Francisco, el Golden Gate, al que curiosamente el de Cádiz gana apenas en un metro en el gálibo. Sin embargo, si hay uno en el que le hubiera gustado participar es en el de Millau en Francia, para el que incluso concursó "aunque sabía que esa obra no iba a salir de Francia". Tuvo un gran genio como Eduardo Torroja de profesor en la Escuela de Ingenieros y posteriormente pasó a formar parte del Instituto que lleva su nombre. Sin embargo, su gran maestro fue Carlos Fernández Casado, otro ingeniero importante. Ahora Javier Manterola es director de la firma que lleva el nombre del que fue su mentor. Reconoce que los puentes que más le ha costado hacer son a los que le guarda un mayor cariño como el de Euskalduna. Fue catedrático durante 30 años, donde vivió una gran experiencia "porque los jóvenes te alimentan".

stats