Joaquín Ortiz ingresa en la Academia de Medicina con una reflexión sobre infancia y nuevas tecnologías

El especialista, que ha ejercido como jefe de Pediatría en el Hospital de Jerez, ocupará la silla de la especialidad en la institución

"Niños y adolescentes -afirma- no pueden ver las implicaciones de lo digital"

El móvil en la comunión y el lobo en la puerta

Un momento de la sesión de ingreso de Joaquín Ortiz en la Real Academia de Medicina de Cádiz. / Jesús Marín

Joaquín Ortiz ha ejercido durante años de jefe de Pediatría del Hospital de Jerez, especializándose en el campo de la pediatría social. Desde ayer, ocupa con méritos de sobra la silla vacante del área en la Academia de Medicina de Cádiz, un puesto a cuyo ingreso ha accedido con un discurso centrado en La infancia y adolescencia en los medios de comunicación y tecnologías digitales. Una charla –explicaba– un tanto más larga de lo habitual pero lejos de un academicismo muy estricto, pensada para “no cansar” y que responde a un fenómeno que, es consciente, se ha convertido en una preocupación social. Un tema, en definitiva, con palos muy distintos y difícil de condensar.

“Es un tema extenso si uno quiere canalizar en profundidad toda la problemática sobre la publicidad y las redes sociales en niños y adolescentes”, indica. Ortiz comenzó a indagar en el papel de la infancia en el mundo publicitario hace años, cuando la principal referencia eran los anuncios que aparecían en las publicaciones impresas y en la televisión. Miles de notas y recortes. “Al respecto –recuerda– fue significativa la aportación de la tesis doctoral de Esperanza Sanz Molina, que señalaba un cambio de tendencia en el reclamo”.

De la mujer sex symbol como gancho publicitario se fue escorando a la infancia como anzuelo imbatible: un El Dorado, el de la infancia, que ha pasado a redes y plataformas. No sólo con los niños como público, sino como protagonistas, con el tema de los niños influencers: “Niños que están actuando y trabajando en las redes, en un espacio que por ahora no está legislado”, apunta.

En relación con este punto está el tema de la exposición, siendo los padres los primeros que pueden actuar inconscientemente al respecto: el sharenting, a nivel social, es el álbum de fotos familiar digitalizado, o eso entendemos. “La diferencia –explica Ortiz– es que los álbumes familiares eran visualizados por los más allegados, mientras que en las redes sociales cualquiera puede acceder. Como consecuencia de esta huella digital desde temprana edad, los niños pierden su privacidad, y se facilitan prácticas de ciberbullying, grooming, suplantación de la identidad o recursos para pedófilos”.

Que un niño o un adolescente muestren destreza con un móvil o los entornos digitales no quiere decir, ni remotamente, que entiendan sus implicaciones. Ahí tenemos el gran charco del sexting, el intercambio de imágenes de contenido sexual: se calcula que el 60% del alumnado de 1º de ESO ya lo practica, “cuando no es seguro –añade Joaquín Ortiz–. El sexting no es delito pero es una actividad muy arriesgada que deriva fácilmente en violencia viral, humillación e infracciones de diversos tipos. Aunque la persona haya grabado y enviado esa imagen o vídeo de forma voluntaria”.

Exponencialmente ha crecido también el acoso escolar. Antes, al menos, quedaba reducido a ámbitos concretos: el patio, la clase. El niño podía no querer ir al colegio: ahora, la opción de no querer salpica toda la vida.“Las redes y el uso de móviles implica que no existe el refugio, ya no hay sitio donde esconderse, ni siquiera la propia habitación”, refiere Ortiz.

De hecho, para calibrar de forma general el impacto del enganche o afección de las nuevas tecnologías en niños y adolescentes, Joaquín Ortiz aconseja a médicos y pediatras orientarse por dos cuestiones básicas. La primera, evidente, el número de horas. Pero la segunda es si tiene pantallas en su dormitorio:“Estas dos circunstancias incrementan los riesgos en todas las facetas del abuso y las complicaciones de las redes”, asegura.

“Frente a ello –concluye Joaquín Ortiz–, las únicas armas son educación e información. Y, para eso, tienen que estar perfectamente formados e informados los padres, profesores y la sociedad en general”.

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