"Se decía que utilizábamos la poesía para subvertir el orden"

José Ramón Ripoll | Musicólogo y poeta

El autor e investigador musical gaditano revisa las mayores influencias en su vida y su obra a pocos días de ingresar en la Real Academia Provincial de Bellas Artes

El poeta y musicólogo gaditano José Ramón Ripoll en el bar Lucero.
El poeta y musicólogo gaditano José Ramón Ripoll en el bar Lucero. / Marcos Piñero

Cádiz/José Ramón Ripoll descubrió el mundo a través de un cristal, el que separaba su casa de la infancia, en la calle Columela, de la plaza de las Flores. “Pegaba mi nariz a la ventana, y la tierra y el mundo sucedía ahí, sólo tenía que hacer un leve movimiento de cabeza para verlo”. Desde la ventana de ese hogar, que hacía esquina con la bulliciosa plaza, observaba el musicólogo y poeta, todavía niño, a la señora que vendía Diario de Cádiz en la esquina de La Marina, los trucos de una adivina que con los ojos vendados acertaba el color de los abrigos de sus inocentes clientas, los tenderetes desmontables del rebusco... “Era una música continua donde cabían los sonidos del Muelle, las reparaciones de los barcos, la voz de Machín desde el Cortijo en los días de Levante, el ritmo pertinaz de la persiana contra los barrotes de la ventana... Le debo mucho a esa casa de Columela...”, reflexiona el gaditano que el próximo miércoles ingresa en la Real Academia Provincial de Bellas Artes.

–¿Qué significa su ingreso en la Academia?

–Un reconocimiento de una labor que, a veces, ha quedado en segundo plano como es la música en mi vida. He sido elegido académico de las Bellas Artes por mi labor musicográfica y musicológica más que como escritor, aunque mi faceta musical es inseparable de mi función como escritor. Y este reconocimiento, al ser en mi tierra, me gusta el doble.

–¿Música y poesía estuvieron unidas desde el principio?

–Resulta que por casualidades de la vida, que más que casualidades creo que son sincronicidades, como decía Jung, desde pequeñito empecé a visitar el Conservatorio porque mi abuela materna tenía allí una amiga a la que visitaba casi a diario. Yo la acompañaba y, al aburrirme de la conversación de las dos señoras, me paseaba por las clases y toqueteaba los piano abiertos que veía, hasta que un día dijo un profesor “¿y este niño qué hace aquí?, ¿por qué no lo matriculamos?” Así que ingresé pero sin que mis padres se enteraran, de hecho, hice primero de solfeo sin que lo supieran porque pensaban que iba a ser una dificultad en mis estudios generales. Ya luego continué con su permiso. Y así fue como empezó la música en mí, pero es que la escritura nace de la música.

"De niño cursé el primer año de solfeo en el Conservatorio de Cádiz sin que mis padres lo supieran”

–¿Y eso?

–En los conciertos que se celebraban en Cádiz cuando yo era adolescente, mediados de los 60, solían abundar los recitales para canto y piano, y a mí me fascinaban esas canciones alemanas que se llaman lieder, me parecía maravilloso el empaste entre palabra y música aunque no entendiera una palabra. En el programa ponía que eran textos de Goethe, de Novalis, de Mörike..., los poetas románticos alemanes, y conforme yo iba escuchando me imaginaba un poema, incluso, lo copiaba a lápiz en el programa. Años después, cuando descubrí lo que decían a través de traducciones, en la mayoría de los casos, mis poemas juveniles no tenían nada que ver con los textos originales pero algunos respiraban de una atmósfera parecida. Así que de niño captaba esa atmósfera que está por encima del sentido literal de las palabras a través de la música, y empecé a concebir la poesía y la música como ramas del mismo árbol. Es más, estoy de acuerdo con María Zambrano cuando dice que la poesía está mucho más cerca de la música que de la literatura, y no porque desprecie a la literatura, sino porque la poesía goza de esa sonoridad que, a veces, en la prosa es más difícil de conseguir. A veces, en la poesía surge el verdadero sentido a través de la música que esas palabras reproducen.

–El descubrimiento.

–Es que justo tuve a la poesía como primer instrumento para descubrirme a mí mismo y para despertar mi propia conciencia. Y aunque antes te hablé de los románticos alemanes, la verdadera influencia uno la recibe de la lengua materna, en mi caso, de los poetas españoles.

–Y por encima de todos....

–Juan Ramón Jiménez. Es un poeta que nunca me ha abandonado y al que nunca he abandonado. Así si me encantaron sus primeros versos y, como a todos los muchachos, Platero y yo, no deja de encantarme hoy un poema que leo como si fuera mi biblia, el mejor poema largo escrito en lengua castellana que es Espacio. Un poema que escribe en el exilio, en el año 47, y que dice que él quiere escribir un poema musical sin historia, sin argumento, a la manera de Mozart...

–¿También ha sido su aspiración?

–Por supuesto. A veces cuando se me atranca un poema en los primeros versos, que me suele ocurrir con facilidad, escribo unos versos sin mucho significado, sin saber dónde me van a llevar, y los apoyo encima del atril del piano y me pongo a improvisar acordes, en la medida de mis posibilidades porque cada vez toco peor, ¡y eso que nunca he tocado bien! El caso es que voy creando un ambiente armónico, una célula sonora y rítmica, que normalmente me da la solución del poema.

–Cádiz, finales de los 60 principios de los 70. ¿Cómo era el panorama cultural de la ciudad?

–Cádiz era una ciudad muy provinciana donde la gente que tenía cualquier empeño creativo se tenía que ir, como se fueron Caballero Bonald o Quiñones. El Cádiz de mi adolescencia y juventud era limitado pero, precisamente porque había pocas cosas y diversiones, era más fácil participar de ellas. Aparte, cuando empecé a escribir de una manera más o menos enfocada, me puse en contacto con una serie de poetas como Jesús Fernández Palacios o Rafael Damián y después con Rafael de Cózar y fundamos el grupo literario Marejada. Tenía 18 años y, al nada, me fui a Sevilla, pero gracias a ese encuentro pudimos respirar y hacer una especie de isla de libertad dentro del erial cultural gaditano dominado por el franquismo tardío.

–¿Les creó problemas Marejada?

–Pues se decía que éramos una pandilla de rojos y que utilizábamos la poesía como instrumento para subvertir el orden social...

–Algo de razón llevaban, ¿no?

–La poesía es siempre subversiva, aunque esté hablando del alma, porque te remueve por dentro.

"En la primera tertulia de Marejada, el dueño del bar donde estábamos nos dijo que allí se venía a hablar de fútbol”

–Hábleme de los inicios de Marejada.

–Pues surgió porque Jesús Fernández Palacios llevaba una página en Diario de Cádiz con Fernando Samaniego e hizo una convocatoria. Yo acudí y hablamos en el Bar Andalucía. Al sábado siguiente hicimos la primera tertulia literaria en un bar donde el dueño nos dijo que allí se venía a hablar de fútbol y no de esas cosas tan raras, y menos de política, porque hablar de Alberti, de León Felipe y de García Lorca sonaba en aquel entonces a política y no a poesía. Luego contamos con la generosidad del propietario de Libros Cádiz, padre del dueño de Quorum, que nos cedió la trastienda y allí nos reuníamos los sábados por la noche no sólo los poetas sino gente de todo Cádiz a hablar de muchas cosas. Se convirtió en un lugar de encuentro de gente progresista.

–¿Cuándo llega a Madrid?

–Antes estuve en Sevilla en el Conservatorio y ya en 1974 llegué a Madrid porque mi ilusión era terminar allí mis estudios musicales ya que empecé a interesarme por las vanguardias y por los nuevos métodos compositivos. Yo tenía vocación de compositor, me gustaba la dirección de orquesta, la musicología y eran asignaturas que se podían hacer allí pero, claro, tenía que trabajar. Y tuve la gran suerte, por una serie de casualidades y por mediación de Fernando Quiñones, de encontrar una colaboración en Radio Nacional a los 15 días de llegar a Madrid.

–Eso hoy no pasa...

–Lo sé... Allí me recibió un improvisado comité en el que estaba el que se convertiría en uno de mis grandes maestros del periodismo musical y musicografía, Enrique Franco. Entré sin nada y salí de allí con un programa diario de dos horas y media. Eso me suponía bucear en los archivos de Radio Nacional, en los cajones, claro, porque no había nada digitalizado... Era más el trabajo de selección que de comentarios. Y luego ya fui fijo a través de una oposición, y me he pasado en la radio cerca de 40 años hasta que salí con el famoso ERE de Radio Televisión Española en 2007.

José Ramón Ripoll.
José Ramón Ripoll. / Marcos Piñero

–En paralelo ha impartido clases, protagonizado talleres, conferencias y también ha compuesto...

–Hice mis pinitos en la composición y tengo algunas obras estrenadas. En Cádiz, expuse un par de cosas. Por ejemplo, di una conferencia-concierto sobre la última escuela de compositores-pianistas en el salón de la Caja de Ahorros, donde había un piano, y una de las obras que puse era para piano preparado y tenía que llevar unas cadenas, unos papeles de periódicos... El conserje me miraba con cara de sorpresa y como temiendo a ver qué hacía yo con ese piano... Era el año 76 donde las dos grandes reivindicaciones eran la amnistía y la libertad, y digo esto porque expuse una obra que terminaba de una manera muy sorpresiva ya que dentro del piano tenía una paloma con esos dos mensajes atados a cada una de las patas. Pero al final la paloma se asustó, yo también, se encaramó al techo del salón y nadie la podía coger y me contaron que al día siguiente, cuando entraron los empleados, la paloma se dedicó a dar vueltas por todo el banco con los letreros de amnistía y libertad, con lo cual, el objetivo del concierto creo que tuvo un efecto más duradero de lo esperado...

–La RevistAtlántica ha sido otro de sus grandes proyectos, ¿se ha cerrado o sigue viva?

–Ese ha sido uno de los grandes proyectos que he llevado a cabo y en los que más me he volcado. Y no, no es un proyecto cerrado pero hace mucho que no sale, creo que el último número salió hace 6 o 7 años.

–¿La edita Diputación?

–Sí. A ver la concejala Josefina Junquera fue la que me propuso hacer una revista de poesía de ámbito provincial pero, aprovechando que estábamos en los albores del 92, le presenté un proyecto donde convertíamos la revista en una plataforma que uniera desde Cádiz la poética europea, la americana y las bañadas por el Atlántico. Después cuando Josefina se fue a Diputación se llevó la revista allí y la verdad que con la presidencia de Rafael Román RevistAtlántica cogió mucho peso. Es algo muy meritorio lo que se consiguió con este proyecto, donde hemos contado con personalidades como Álvaro Mutis, María Zambrano, José Hierro, Adonis...

–Entonces, ¿puede salir un nuevo número?

–En cualquier momento...

Una vida entre la música y la poesía

Resulta tarea complicada resumir en unas pocas líneas la ingente producción poética y musicográfica de José Ramón Ripoll (Cádiz, 1952). Así, además de su labor de divulgador e investigador musical por casi 40 años en Radio Nacional de España, el gaditano que vive en Madrid es poseedor de una interesante obra poética que “muy pronto” sale a la luz en formato antología con una selección de sus obras hechas por el propio autor en la editorial Renacimiento y bajo el título La sombra de nombrar.

Premio Loewe, Premio Corda de Ensayo, Premio de Poesía Juan Carlos I, Ripoll también encierra una faceta de compositor y de colaborador y arreglista en obras como la Carmen de Bizet que hizo en español con Fernando Quiñones, la cantata Desastres de la guerra con Uri Caine o la adaptación con el compositor americano y Carmen Linares de Las lamentaciones de Jeremías.

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