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La KGB estuvo en los astilleros gaditanos

Servicios de inteligencia

El CESID controló a finales de los años 70 a agentes soviéticos que venían a Cádiz para financiar los disturbios de las primeras reconversiones

Dos operarios participan en una protesta de los antiguos Astilleros Españoles. / DC
Melchor Mateo

13 de octubre 2019 - 19:46

La teoría del caos para alcanzar un objetivo, la desestabilización pura y dura de un país en plena transición, con el cuerpo del dictador casi caliente y con una Constitución que todavía estaba en pañales. En ese panorama inestable es el que se da esta historia que bien podría ser de una novela de John Le Carré o de Frederick Forsyth. Finales de los años 70 y empiezan las reconversiones industriales y con ellas, las primeras movilizaciones salvajes.

En aquellos años la célula del CESID, los servicios secretos de inteligencia españoles, que operaba en la provincia de Cádiz estaba formada por un marino de la Armada, Jaime Rocha, un inspector de la Policía Nacional, un capitán de la Guardia Civil y un cabo de este mismo cuerpo. Su trabajo diario se centraba en el GRAPO, un grupo terrorista que aunque nació en Vigo, tuvo una fortísima implantación en Cádiz, y la contra inteligencia, es decir, controlar a otros servicios secretos.

En este segundo detectaron que había agentes de la KGB, el servicio de inteligencia de la antigua Unión Soviética, que se desplazaban a Cádiz de manera periódica , por lo que se incrementaron las vigilancias. Desde Madrid informaban al grupo de Cádiz las llegadas de los agentes soviéticos a la provincia y casi siempre lo hacían por vía aérea con destino a Jerez. Jaime Rocha relata que desde que llegaban a La Parra, los seguían y casi siempre se cumplía la misma rutina, es decir, primero acudían a una agencia de viajes que se encontraba en la plaza de la Hispanidad y después iban a la factoría de Astilleros en Cádiz. A través de unos colaboradores que tenían en la planta gaditana, sabían que entregaban dinero para que después las protestas de los trabajadores acabaran en disturbios más graves. La desestabilización en suma.

Rocha recuerda que una de las veces que hicieron el seguimiento a uno de estos agentes, se quedaron fuera esperando y tardó más de la cuenta en salir. Cuando lo hizo, continuó el seguimiento y cogió en dirección a la plaza de Sevilla. Al verse que estaba siendo vigilado, comenzó varias maniobras evasivas e incluso se subió a una acera y se metió en dirección prohibida. Tras perderlo, lo volvieron a localizar en la cafetería del aeropuerto. Rocha se puso cerca de él y cuando fue a pagar, la camarera le dijo que la cuenta estaba saldada. El agente de la KGB abonó el café. Se miraron y se saludaron cortésmente: “Hasta la próxima”.

Con respecto a los GRAPO, se infiltraron en las reuniones que tenían grupos próximos a ellos o en Guillén Moreno o en el muelle pesquero de Puerto Real. Todo iba bien hasta que fue descubierto por un compañero militar que asistió a las reuniones y que después se pasó a la política. Entonces las vigilancias pasaron a hacerse a través de una camioneta con los cristales tintados desde la que podían fotografiar a todo el que asistía a ellas.

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