"No hay un 'Larousse' que te enseñe tanto como hacer un viaje"
Juan Antonio Quiñones Madera. Empresario
Asesor laboral y viajero empedernido, este gaditano regentó durante veinte años las tiendas de música JM, una de ellas en la calle Columela.
-Usted, además de asesor laboral como graduado social, es constructor y promotor. Malos tiempos para este sector, ¿no?
-Llevo ejerciendo en la asesoría laboral 30 años. Siempre fui empresario, teniendo promociones inmobiliarias y construcción. Tuve una empresa dedicada sobre todo a la rehabilitación de fincas en el casco antiguo. Aún me dedico, pero con otra empresa. Sobre todo a la rehabilitación. Es un negocio que ha bajado bastante porque no hay dinero. Construir para no vender o alquilar es gravoso. Hay que tener mucha liquidez para eso.
-La finca donde estaba la cervecería El Barril en la Glorieta Ingeniero La Cierva era suya.
-Una de las sociedades que yo tenía se la compró a la familia Lamet. Falleció el último arrendatario de la cervecería y nos hicimos cargo del local para reabrirlo, pero no llegamos a abrirlo y vendimos el edificio a una empresa de Sevilla que gestionó seis meses la nueva cervecería pero acabó vendiéndola, a su vez, a otra firma. Eso fue una buena operación. También tuvimos un hotel con unos amigos de Sevilla en la playa de la Puntilla, que se lo compramos a Sebastián, el del hostal Sal y Mar. Hotel Dunas Puerto. Lo abrimos en las fechas de la Expo. Funcionó, pero acabó la Expo y vino a menos. Se lo vendimos al Grupo Jale.
-A pesar de estos negocios, a usted se le conoce más por sus tiendas de discos Musical JM. Hable de aquellos tiempos, no tan lejanos, en los que se vendían discos.
-Abrió como un hobby en la avenida, en 1988, y crecimos bastante teniendo incluso con tiendas en Jerez y El Puerto. Crecimos porque nos cogió al paso del vinilo al cedé y todo el mundo renovó la discografía de su casa. Estamos hablando de finales de los 80. Fuimos la empresa de distribución de discos más fuerte de la provincia y teníamos nuestro sello discográfico, pues gracias al Carnaval hicimos muchos cosas.
-Y vino la crisis del disco.
-A partir del 2000 llegaron las nuevas tecnologías y un descenso brutal en las ventas. Hasta que cerramos. Primero en Jerez y El Puerto. Luego Columela y al final la avenida. Toda la música estaba en internet y no había forma de vender un disco. Podríamos haber reconvertido las tiendas en otro tipo de comercio, pero yo no estaba por la labor. Fue una etapa muy bonita y rentable y quise quedarme con ese recuerdo.
-¿Y qué me dice de la piratería?
-Eso fue antes que las nuevas tecnologías. En la piratería el disco perdió valor porque los chavales compraban el cedé pirata. El disco era un clásico en Navidad y Reyes, pero el joven que lo compraba pirata ya no se lo pedía a sus padres y abuelos. Y vino la ruina del disco. Estudiamos mucho ese mercado, pero no había manera. Es una batalla perdida. Quitando las grandes multinacionales, se perdieron todos los sellos discográficos.
-¿Dónde está el extenso catálogo de JM?
-Es de mi propiedad, lo que pasa es que no se reproduce. Vale como una cosa testimonial. Hicimos toda la discografía de las comparsas de mi hermano Joaquín. También grabamos ciertas agrupaciones que nos dieron buen resultado como 'Guadalupe', 'Los mendas lerendas' y 'Kadi City'. Le compré muchos másters a Rafael Izquierdo, algunos de agrupaciones tan históricas como 'Raza Mora' o 'Los simios'. Pero lo adquirimos tarde y la reproducción fue corta.
-Ya en CD, ¿no?
-Sí, claro. Los primeros cedés de Carnaval que se grabaron los hizo JM. En 1993. El coro de Julio Pardo 'La tienda de la cabra' y la comparsa de mi hermano 'Pulchinelas'. A partir de ahí fue cambiando ya el soporte fonográfico de cassette a cedé. La rentabilidad del negocio del compact duró diez, doce años. Ahora el mercado discográfico está muerto. Está todo en la red.
-JM apostó por el Carnaval antiguo.
-Una de las cosas de la que más orgulloso estoy es de la serie que hicimos recopilando en libros y cedés las antologías de autores del siglo XX, hechas por Eugenio Mariscal, Pepe López Prats y Pepe Vázquez. Rescatamos muchas composiciones de los años 60 que se hubieran perdido y que grabó 'La murga del XXI'. En esos recopilatorios, lo que no pudimos rescatar de las grabaciones de las radios para conocer las músicas, nos lo cantó Agustín González 'Chimenea'. También quedó muy bonita la grabación de 'La vieja trova carnavalera', que era la rondalla que tenía Paco Campos en el hogar del pensionista de la barriada de La Paz. Entre todos los componentes sumaban 1.088 años de edad. La grabación la dirigió Julio Pardo.
-¿De dónde venían las siglas JM?
-JM empezó como Discos Galaxia, una tienda abierta en la avenida. Luego se llamó Musical JM porque era de un amigo que se llamaba José María Gutiérrez. La compramos con el empleado incluido y no quisimos cambiarle el nombre.
-¿Con qué grabación de Carnaval ha ganado más dinero?
-La máxima rentabilidad la sacamos con 'Charrúas', 'Guadalupe' y 'Kadi City'. Los discos de comparsas tienen una vida más larga que los de chirigotas y coros. La única chirigota que ha seguido vendiendo algo es 'Una chirigota con clase'.
-Fuera del Carnaval, ¿produjo JM otras grabaciones?
-Hicimos un disco de Chano Lobato para el libro que sobre este cantaor escribieron Juan José Téllez y Juan Manuel Marqués.
-¿Y los reyes de las ventas?
-Alejandro Sanz vendía mucho. ¿Sabe que organizamos el primer concierto que dio Alejandro Sanz?
-Cuente, cuente.
-Nunca nos dedicamos a los conciertos, pero hicimos ese. Grabó un disco bajo el nombre de Alejandro Magno y no lo compró casi nadie. Vino a la tienda de Columela a firmar y aquello pasó desapercibido. A los seis meses, después de que su sello discográfico le recomendara cambiar de nombre artístico, grabó 'Pisando fuerte' y fue un bombazo. Y su disográfica y su manager, Rosa Lagarrigue, nos pidieron que organizáramos un concierto. Creíamos en el proyecto porque el disco se estaba vendiendo mucho. Lo hicimos en noviembre en el Teatro Andalucía, dos días seguidos con todo el aforo vendido. Fue un éxito. No se cabía. Aquello no dejó dinero por la falta de aforo, pero fue bonita la experiencia.
-Tuvo muchos años una tienda de discos en la calle Columela. ¿Cómo ve ahora el comercio en el centro?
-Columela es una magnífica calle en la que los aledaños se resienten. El comercio de Cádiz ha perdido mucho, como en los cascos históricos de toda España. Conozco el centro comercial de Jerez y El Puerto, y tienen más dificultades incluso que en Cádiz.
-Usted es un gran aficionado al Carnaval, pero pocos saben que llegó a salir un año, con su hermano en la comparsa 'Los cenacheros'.
-Efectivamente. Fue en el año 1971. Hicimos el repertorio a medias. Nos llega la afición por dos vías distintas. Éramos vecinos de calle de Ramón 'Fletilla' y mi padre trabajaba en la empresa de electricidad de Eduardo Delgado, que entonces montaba todos los exornos en Navidad, Carnaval o el Corpus. Estábamos muy vinculados a esa familia. Íbamos a los ensayos de esas legendarios chirigotas que hizo. También, la llegada de Antonio Martín y Pedro Romero al Carnaval motivó a autores jóvenes como fue nuestro caso.
-¿Y cómo fue la experiencia de aquella comparsa?
-Fue una aventura difícil. Era un grupo de San Fernando. En Cádiz no teníamos grupo, no éramos conocidos. La música fue de Pepe Moreno. Mi hermano siguió varios años después, pero yo no. A mi hermano lo admiro, además de por ser gran letrista, por su constancia. Es un aficionado como la copa de un pino que ha luchado mucho por el Carnaval.
-Usted optó por ser un aficionado, sin más.
-Sí, un aficionado de grada. Pero aún así, me pasa como con el fútbol, que ha escuchado tanto Carnaval que me he vuelto selectivo. A veces ni siquiera sigo el Concurso con asiduidad. Eso sí, lo que me gusta lo escucho 60 veces.
-Su hermano decidió hacer un alto en el camino. ¿Le echa de menos en el Carnaval?
-Por supuesto, pero hay que entender su decisión. Necesitaba un descanso largo. Las ideas se agotan. Ha sido muy honrado al decir que no está capacitado para hacer una comparsa de las que hoy gustan. Esto ha cambiado, sobre todo en la comparsa.
-¿De qué manera?
-Hay cosas que no se cuidan y a la gente le da igual. Hoy todo el mundo escucha carnaval, y cuando yo era pequeño sólo era el 25 por ciento. Se ha agigantado tanto que el gran público pide otras cosas, otras melodías. Se reivindica mucho la pureza del tango, pero no la del pasodoble. ¿Cuántas comparsas llevan hoy en día un pasodoble de verdad? Muy pocas.
-¿Cómo ve el Concurso?
-Demasiado agigantado. Muchas agrupaciones y mucho material desechable, pero no se le puede decir a nadie que no venga a concursar. Es complicado. Habría que adoptar normas en el reglamento para que a los mediocres les sea más difícil venir.
-Es usted un viajero infatigable. ¿Cuándo descubrió esa pasión?
-Me ha gustado de siempre. Desde los 20 años. En principio mucho por Europa, luego, tras un viaje a Brasil, descubrí América Latina, donde me siento muy cómodo.
-¿De dónde le viene la fascinación por aquellas tierras?
-Por ese viaje a Brasil que le comentaba. Y después me aficioné al Caribe, y conozco la mayoría de los países con costa caribeña. Y luego, dada mi amistad con Kiki y Antonio Rivera, para ese magnífico libro 'La Habana: crónica en vivo' que hicieron sobre Cuba, les acompañé varias veces. Asistí a la puesta en marcha de la rotativa Koenig & Baüer, con la que se había estado imprimiendo 'Diario de Cádiz' desde el año 1967, que fue cedida al gobierno de Cuba para imprimir el periódico 'El Guerrillero'. Conozco muy bien la isla de Cuba. De aquella parte me falta por conocer El Salvador y Nicaragua. Recientemente he estado en Guatemala, que me ha fascinado, y Honduras. Guatemala, como la mayoría de los países latinoamericanos, te engancha.
-¿Cuáles son esos atractivos de Latinoamérica que a usted le atrapan?
-Además de los paisajes, la forma de ser de la gente, la amabilidad, el calor y la hospitalidad. Es una forma de vida distinta. Y pese a las carencias, la gente vive feliz. En Asia me ha ocurrido igual. En Camboya o Vietnam, por ejemplo.
-¿Y en Europa?
-No tanto. Preguntas, salvo excepciones, a alguien por una calle y se asustan. Como si les fueras a pedir dinero. Los países desarrollados se están deshumanizando.
-¿Con qué frecuencia viaja?
-Unos tres viajes al año. Hago una escapada cada vez que puedo. Si yo fuera más joven, sería un mochilero. Así se aprende mucho.
-¿Qué le aporta viajar?
-Conocimiento. No hay un Larousse que te enseña tanto como un viaje. Te sitúas en el mundo. Sobre todo si haces el viaje por tu cuenta. Yo hace años que no lo hago por agencias. Con guías te enseñan la cuarta parte. Si vas solo, no tienes más remedio que aprender. Me los programo desde casa.
-¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
-Colombia es un país bellísimo. Tiene Caribe, Pacífico, el eje cafetero... Una maravilla.
-Mucha gente es reticente a viajar a América Latina. Por la peligrosidad.
-Existe esa peligrosidad, no cabe duda. He estado en Honduras. Y cuando leía los periódicos por la mañana antes de salir me daban ganas de quedarme en el hotel. Todos los días había un 'baleo', como allí llaman a los tiroteos. Pero también es cierto que la criminalidad está en los barrios periféricos. Claro, te puede venir una bala de rebote, pero es una mucha casualidad. Y mucha mala suerte. Son ciudades peligrosas donde adopto todas las medidas de seguridad habidas y por haber. Intento moverme por sitios seguros.
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