De andar por casa
Miniatura modernista
Entrevista a Manuel Queiruga, presidente de la asociación Cádiz Centro Comercial
Después de ocho años en el cargo de presidente de la asociación Cádiz Centro Comercial que aglutina a buena parte de los comerciantes del casco histórico de Cádiz ha decidido no presentarse a su reelección. Se ha preocupado por saber quién le relevará probablemente en el cargo pero se marcha con la sensación de haber hecho las cosas bien y haber logrado que los comerciantes del centro se hayan convertido en un colectivo muy a tener en cuenta a la hora de tomar una decisión que incumba a toda la ciudadanía.
—¿Se le ha pasado por la cabeza incumplir esa promesa de permanecer en el cargo sólo dos mandatos?
—Nunca, nunca. Siempre lo he tenido muy claro. La junta directiva me ha pedido que siguiera, pero siempre he sido rotundo a este respecto. Lo tenía clarísimo.
—¿Ni siquiera en los momentos más felices de su mandato?
—Ni siquiera. Porque tenga en cuenta que a mí me va la marcha, y he sido siempre un culo inquieto. Pero tenga en cuenta que a esto hay que dedicarle muchísima horas. Creo que ya he cumplido con la sociedad en ese sentido y con el colectivo. Ya le he quitado muchas horas a mi empresa y a mi familia. Ahora son ellos los que requieren mi dedicación.
—¿Cree que el colectivo le reconoce su labor y sus conquistas durante estos ocho años?
—No sé. Me siento reconocido y querido. En estos días, no lo esperaba, he recibido un aluvión de mensajes y llamadas. No lo esperaba. No soy una persona que haya buscado nunca ni los focos ni el protagonismo ni los titulares. Nunca he intentado buscar eternizarme en esto. Siempre he intentando transmitir seriedad, lealtad, honestidad…
—Ocho años dan tiempo para que esto sea algo suyo. ¿Le da miedo pensar en manos de quién se va a quedar esto?
—Miedo no, me preocupa. Hay aún plazo suficiente para que se presenten más candidaturas. Sé que hay una y me gusta. Sé que es una persona con experiencia y capacidad. El que venga lo va a hacer bien. Me preocupa que se vaya a tirar por la borda todo lo conquistado durante estos ocho años. Creo que se han conseguido muchas cosas y hemos logrado poner al colectivo en una situación mejor que la que me encontré. Me dolería que eso se perdiera.
—¿Cómo era el comercio que se encontró a su llegada y cómo es el comercio que deja en herencia?
—La situación era muy complicada. Se pensaba más en conseguir subvenciones para seguir malviviendo que en el propio cliente. A eso se le sumaba la crisis de la propia asociación. Sólo 20 socios pagaban sus cuotas. No había dinero. Y prácticamente no teníamos representatividad en ninguna institución. No contaban con nosotros para nada. De hecho hubo un momento en el que estuvimos a punto de desaparecer. Nunca lo he contado antes. La situación era delicada. Me dio mucha pena y sentí esa responsabilidad de meterle mano a esto e intentar levantarlo. Empezamos por plantear un proyecto, un plan estratégico que creo que se ha cumplido al cien por cien, algo de lo que me siento orgulloso. La gente necesitaba una estrategia. También, no lo dudo, puse a Beatriz, actual gerente de CCC, a mi lado en esta batalla, y también es justo recordar que me echaron un gran cable desde la Confederación de Empresarios. Nos costó mucho esta reconstrucción: dinero y tiempo. Hemos pasado de casi no tener socios pagando a tener 540 socios al día en sus cuotas. También teníamos el sambenito de que éramos una asociación elitista. Era lo que la gente pensaba de nosotros, que éramos cuatro amigotes que teníamos aquí montado un chiringuito y estábamos aquí forrados. Ajustamos las cuotas y las hicimos más populares y el plan funcionó. Hemos pasado a tener un presupuesto anual de 180.000 euros que no procede sólo de subvenciones. Yo siempre he planteado la ley del tercio. Siempre un tercio debe ser aportación propia, un tercio patrocinio y un tercio ayudas públicas. Las cuentas están en la página web a la vista de todos. Hemos tenido cuatro sedes yendo siempre a mejor, gracias también al Ayuntamiento.
—Si os ayudan las administraciones será también porque confían en vosotros, ¿no?
—Todo ha sido a base de tiempo y de picar piedra.
—¿Ocho años han dado para mucho?
—Al principio había varias asociaciones en el casco antiguo y no había una representación clara. Ahora los comerciantes del centro somos una piña y nos sentimos muy unidos y nos arropamos los unos a los otros. Hasta que ha surgido la Asociación de Comerciantes de Extramuros (Acex), que aglutina a los comerciantes de Puertatierra, éramos los únicos representantes del comercio. A eso se le une que hemos conseguido que cuenten con nosotros para todo. Desde la tramitación del proyecto de integración puerto-ciudad, pasando por el transporte, el urbanismo, la movilidad, la peatonalización… Nos hemos ganado el respeto y la credibilidad. Antes era esto un Cristo, con muchas asociaciones y muchos rifirrafes. Si las administraciones veían que en vez de un interlocutor había diez pues lo que hacían era no contar con ninguno de ellos y punto. Ni si quiera entre ellos se entendían porque no hablaban un mismo idioma.
—¿Se ha pensado alguna vez en unificar a los comerciantes del centro y de Puertatierra en una misma asociación?
—En su momento se nos planteó que podríamos dar ese paso. Pero, primero, el centro comercial abierto es una concesión administrativa donde tenemos una serie de limitaciones. La propia Junta de Andalucía nos impone limitarnos a los comercios del casco antiguo. De todas maneras, ya estábamos lo suficientemente desbordados. Hacía falta un colectivo que cubriera esa zona de la ciudad que cuenta también con una idiosincrasia y unas peculiaridades distintas a las del casco histórico. Eso sí, intentamos apoyar al máximo a Acex e intentamos ir de la mano en todo lo que haga falta.
—¿Es un perfil distinto el del comerciante del centro y el de extramuros?
—Sí, aunque al final los problemas son los mismos. Hablamos de problemas básicos y elementales como son la seguridad, la iluminación, la higiene, la limpieza… Pero el escenario es distinto . En Puertatierra son barrios, zonas como la Avenida, Loreto, Puntales, Avenida de Portugal, La Laguna… Son zonas comerciales con vida propia. Nosotros somos un centro comercial más grande pero más unificado. Las ayudas que precisan o las acciones a acometer son distintas.
—Es raro el día que no hay que lamentar el cierre de un comercio en el centro. ¿Qué le entra a usted por el cuerpo cuando vive un nuevo cerrojazo?
—Me entra de todo. Y sobre todo, si es un cierre por mala gestión, pues mira… Los cierres de la pandemia me han dolido mucho. Me ha llamado gente que lo estaba pasando muy mal. Muchos negocios que no funcionaban y que tenían que prescindir de su gente. Desorientados, no sabían cómo afrontar la situación. Que se vayan las firmas grandes, pues bueno, son estrategias comerciales y bueno... Son ellos los que salen perdiendo. Pasa en todos lados, no sólo aquí. Creo que, por lo menos en el centro, estamos haciendo una labor importante de captación de inversiones y se están viviendo también muchas aperturas. Las administraciones tienen que hacer una apuesta clara y decirnos qué tipo de ciudad quieren y qué tipo de comercios quieren que haya en la ciudad. Hay que hacer una apuesta clara y tener claro que el que quiera venir a la ciudad a invertir, alfombra roja, y a ayudarlo en todo lo que se pueda. No que haya que hacerles regalos, pero sí facilitar al máximo todo para que la actividad no pare.
—¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla en estos ocho años?
—Ha habido momentos muy malos pero quizás el peor fue el momento de la pandemia. Pero sabía que me tocó. Lo sabía. Era una responsabilidad que me tocó . A nivel personal y profesional ha sido el peor momento de mi vida. No podía quitarme de enmedio . Al revés, he tenido mucha presión. He tenido que mandar audios con ánimo a la gente e intentar ayudar e interpretar casi en tiempo real los decretos que iban saliendo. Nos llamaban hasta los domingos por la noche. La gente no sabía si podía abrir o no sus negocios, no sabían muchos qué era un arte o, ni tan siquiera, cómo se pedía un préstamo ICO.
—Ha sido un máster, ¿no?
—Tengo más canas. He envejecido. Lo noto.
—¿Ha madurado a nivel profesional con la pandemia?
—Muchísimo. Tiene una parte buena el Covid. Nos ha puesto las pilas a todos. Somos muy derrotistas los gaditanos. El comercio de Cádiz está que da gloria verlo. Invito a la gente a que salga de esta ciudad. Hay ciudades que están mejor, pero Cádiz esta muy vivo. Cádiz da alegría de verlo. Nuestras maquinas cuenta personas registran todos los días muchísima afluencia de público que no existe en otras ciudades. Tenemos un mercado de abastos que es de los mejores de España. Somos la envidia de muchos. Pero parece que tiene que venir alguien de fuera para que nos lo diga.
—Entiendo que les habrá hecho mucho daño también la fuga de grandes empresas como Zara...
—Sí que hizo mucho daño. Pero también es cierto que nos estamos recuperando con éxito. Hay que reenfocarse. Lo que más me duele de esto es que el publico joven es difícil de captar. Esas firmas llaman a mucho público joven, par a qué engañarse. Pero está ocurriendo algo parecido en otras muchas capitales. Nos guste o no nos guste, los que van al centro de tiendas son turistas o gente mayor. Lo que habrá que hacer, entonces, es enfocarlo a ese nicho de mercado: a la gente mayor y al turismo. Son los clientes que te van a comprar, así que habrá que diseñar una oferta para ellos. Una firma como Lo Mónaco eligió Cádiz para abrir su primera tienda física y nadie se pregunta por qué.
—¿Por qué?
—Somos una ciudad pequeña pero con una gran afluencia de público, con una buena imagen y una ciudad a la que viene mucha gente con cierta capacidad adquisitiva. Y es ese público al que, a lo mejor, le puede interesar ese tipo de productos. A lo mejor a un chaval de 21 no le da por pararse delante de un escaparate de colchones.
—Ha cambiado el perfil del comerciante. Han desaparecido muchas de las tiendas históricas como Goya o Casa Durán. ¿Cuál es el perfil del valiente que se atreve a abrir ahora una tienda?
—Yo diría que los supervivientes. Me encantaría que los negocios vivieran todos 500 años pero todo pasa de moda, hasta los negocios. Pero ocurre que los mismos que critican esos cierres son los que nunca han sido capaces de entrar a comprar en esas tiendas. Mucha pena, mucha pena, pero ¿y tú, le comprabas? A ti qué te importan entonces. Lo que a lo mejor quiere son tiendas-museo aunque no vendan. Y esto es pura economía y esas personas, ¿qué más habrían querido que mantener sus tiendas abiertas?. También los hay que no han sabido reciclarse, lo mismo que le digo (ahora que me voy puede que se me suelte algo más la lengua) que hay muchos que han cerrado porque les ha dado la gana y les ha interesado más alquilar sus locales a una firma concreta por siete u ocho mil euros al mes y ahora se quedan en casa sin hacer nada. Es perfectamente plausible y lícito, pero bueno...
—¿Cómo le ha tratado este Ayuntamiento?
—Empezamos con una guerra –entre comillas– sobre el alumbrado. Pero tengo que decir que desde que nos sentamos con el alcalde el primer año, hemos congeniado muy bien y ya aprovecho para darle las gracias. Con nuestras diferencias, que las tenemos, siempre hemos hablado cara a cara y nos hemos dicho con claridad lo que nos hayamos tenido que decir. Conseguimos que entendiera que la Navidad es algo más que una celebración religiosa. Para nosotros es la vida o la muerte en sentido económico. Y las luces de Navidad son más que un gasto una inversión. No hay que quedarse en lo banal de la luz sino en todo lo que conlleva para nuestra campaña de Navidad. Eso y otras muchas cosas más que hemos aprendido ambas partes. Al césar lo que es del césar lo mismo que hemos discrepado en algunas cosa, hemos ido de la mano en otras muchas. También agradecer a Laura, la primera concejala, a David Navarro, con el que hicimos varias cosas, y, cómo no, con Monte, una gran profesional.
—La campaña de Kichi con la bolsita en la mano a favor del comercio local os echaría un gran cable, ¿no?
—La gente no sabe que eso se lo pedimos nosotros. Hacia falta porque hay cosas que se hacen de boquilla y, de vez en cuando, hace falta que los políticos toquen pelo y bajen al barro de la calle. Y él lo hizo.
—¿Se imagina a Ayuso o al alcalde Madrid haciendo esto?
—Si no lo hacen, ellos se lo pierden.
—¿Algún tirón de orejas?
—Pues mire. A la Junta de Andalucía tengo que agradecerle también mucho, pero no se me olvida que durante años nos ha tenido en el dique seco. Y no sólo me refiero a apoyo económico, que también, sino a darnos nuestro sitio. Puede que sea lo que más me ha dolido, que en determinados momentos varias instituciones o colectivos no han contando con nosotros y no hablo de dinero, repito. En muchas ocasiones no nos han dado el papel que merecemos o tenemos. Eso puede que sea lo que más me ha dolido. Gracias a Dios ahora mismo hemos demostrado con nuestro trabajo que nos merecemos estar donde estamos.
—¿Vería con buenos ojos que en el proyecto de integración puerto-ciudad se contemplara una zona comercial en suelo del Muelle?
—Se supone que puede que haya una zona comercial pero con actividades relacionadas con la náutica. Lo que no tendría sentido sería desplazar lo que hay en el centro hasta allí. Allí lo que hay que hacer es generar atractivos que hagan venir a la gente al centro. Lo mismo que no tiene sentido crear a allí un mercado de abastos. Encantado con que haya museos, actividades náuticas, todo lo que sea economía azul porque llevamos muchos años dándole la espalda al mar. Nosotros somos ciudad y el proyecto de la APBC es un proyecto de ciudad y esa es una expansión vital para nosotros.
—¿Deja como herencia un comercio que sabe bregar ya con los cruceristas?
—En nuestra estrategia, desde el primer momento hemos apostado por dos cosas. Una era la peatonalización. Se echaban las manos a la cabeza porque veían que lo defendíamos. Somos defensores de la peatonalización como mecanismo para ampliar el circuito comercial. Y así ha sido en zonas como José del Toro o calle Rosario y eso es lo que hay que seguir haciendo. Necesitamos personas que vengan el máximo tiempo posible y con la cartera bien llena. Ya nos encargaremos nosotros de que se gaste aquí su dinero. Apostamos mucho por el turismo nacional y extranjero. Muchos siguen diciendo que el crucerista no deja dinero. Al final, mira por dónde, llega la pandemia y resulta que ahora todo el mundo ha echado de menos a los cruceristas. Por eso la pandemia ha venido muy bien, en ese aspecto, porque ahora que han regresado ya se escucha eso de benditos cruceros y benditos cruceristas. Esas personas al final, sí dejan dinero y creo que eso siempre lo hemos tenido así de claro. Pero al final, volvemos a lo mismo, el derrotismo gaditano. Hay un perfil de gaditano que si se encuentra a un crucerista por la calle es capaz de acompañarlo hasta donde sea o incluso a subirlo a su casa a darle de comer un bocadillo, pero luego si le pregunta un periodista le dirá que esta gente no deja un duro. Esa es la paradoja del gaditano.
—Si se peatonaliza la plaza de España habrá menos aparcamiento para sus potenciales clientes, ¿no? ¿Yaún así estáis a favor de ese tipo de peatonalización?
—En el fondo estamos de acuerdo porque nos gusta peatonalizar y nos gustaría que en el casco histórico no entraran coches, pero eso no quita que nuestro deseo es que esto se haga pero de manera progresiva y racional. Sabemos que se van a habilitar aparcamientos alternativos. Eso es lo que le pedimos a Martín Vila: que se hagan las cosas de manera progresiva y no de un día para otro. ¿Nos parece bien peatonalizar? Si. ¿A cualquier precio? No. Hay que hacerlo por fases, poco a poco y siempre generando alternativas porque los clientes tienen que venir porque si no vienen esto es una ruina y Cádiz se convertiría en una ciudad muerta.
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