Loreto, el barrio de Cádiz que maduró a golpe de pancarta

CÁDIZ, BARRIO A BARRIO

Nació como un barrio obrero encajonado entre zonas industriales, pero el retroceso de esta y el soterramiento de la vía férrea han ayudado a romper el aislamiento del barrio, a derribar sus muros e integrarlo en la ciudad. Los proyectos urbanísticos que lo rodean prometen una dinamización crucial para recuperar la alegría de otros tiempos, pero la lentitud en su ejecución hace que prevalezca la moderación al entusiasmo

Zona Franca y Cortadura, entre la eterna promesa y la esperanza

Aspecto que presenta la mayoría de bloques del barrio. Con cuatro plantas, la instalación de ascensores ha sido uno de los mayores cambios en su mejoría de calidad de vida. / Joaquín Pino

Loreto era un barrio tapiado. Muros de tres metros que no dejaban ver ningún horizonte y al que difícilmente accedía alguien si no se le había perdido nada allí. Pero las luchas vecinales y los proyectos urbanísticos han conseguido la conversión de un barrio que ha visto ampliar sus fronteras con la llegada del nuevo milenio y que ahora espera, paciente, que los grandes equipamientos proyectados a su alrededor terminen de consolidar las expectativas de viento dinamizador que llevan años escuchando como un mantra.

Barrio obrero, familiar, cadista, carnavalero... En sus inicios, en plena transición, sus límites podían delimitarse claramente entre la vía del tren, los depósitos de tabaco, un descampado con el esqueleto de lo que fue una vía férrea (El campillo), el recinto de la Zona Franca y algunas naves industriales. Incluso dentro del propio barrio, las viviendas y garajes de la INI (Instituto Nacional de Industria) estaban delimitados por tapias. Para salir más allá, un boquete entre las lindes de ladrillo facilitó el acceso al vecino barrio de Puntales durante años.

Al inicio de los años ochenta, Loreto era un gran barrio preparado para albergar a muchos gaditanos llegados de otras zonas de la ciudad (personas que huían de los partiditos del centro) y de la provincia (el bar Medina es prueba de ello), jóvenes trabajadores que se emancipaban en los empleos industriales de la capital, encabezados por los astilleros y las construcciones aeronáuticas. Al rebufo de esta, se desarrolla el barrio dedicado a la patrona de la aviación. Pero en aquellos años, el barrio como tal era más algo potencial que una realidad. El colegio, la iglesia, el desarrollo urbanístico de la plazoleta como centro social y lúdico, el centro de salud (estaba don Ginés) y la solución a las inundaciones constantes se fue solventando paulatinamente tras numerosas movilizaciones y protestas vecinales. Loreto creció a golpe de pancarta. Una actitud reivindicativa que volvería a retomarse hace casi una década cuando el barrio estuvo dos semanas sin agua potable ante la contaminación del suministro.

El agua contaminada y el corte de suministro en 2014. / Joaquín Pino

El aislamiento y la actividad vecinal han contribuido a crear cierto sentido identitario. Las fiestas del barrio cogieron un empaque nada desdeñable, con algún cómico con cartel subido a sus tablas y donde siempre se contó con la chirigota del Sheriff. Muchas familias con niños construyeron un barrio dinámico, en el que el ajetreo en la plazoleta era constante (había que pedir la vez en la pista para jugar, y en el poli también), y en cuyo alrededor se juntaron hasta cinco tiendas de chucherías (los quioscos de Michico, Raki, el de la iglesia, Manolo y la Barraca).

En 1998 el Campillo ya estaba limpio, pero durante años fue un descampado poco aconsejable. Hoy es la plaza del Aviador. Al fondo se ven las pistas del ‘poli’ y detrás los primeros bloques de pisos. A la derecha, Tabacalera, y los depósitos de la izquierda están dentro del recinto ‘amurallado’ de Zona Franca.

El SuperCádiz era mucho más que un súper de barrio, con dos plantas y una superficie que casi podía considerarse de hipermercado –como puede verse por el perímetro del solar ahora abandonado– y que convivía con numerosos almacenes de ultramarinos. El aislamiento hizo que el barrio contara con un comercio diverso, capaz de abastecer a la numerosa población que albergaba. Y es que no debe obviarse que la población de Loreto está entorno a las 6.000 personas censadas actualmente.

La caída de los muros

El final del siglo pasado y la entrada en el nuevo fueron claves en el desarrollo urbanístico del barrio. El retranqueo de las tapias del recinto interior de la Zona Franca le dieron más aire por ese lado, con la construcción de la entonces llamada vía rápida (los dos carriles por dirección en la avenida Ronda de Vigilancia), el polígono industrial de Poniente y una plaza frente a la nueva sede de la Asociación de Vecinos. Posteriormente se renovarían todas las instalaciones deportivas de Loreto (con homenaje a la dedicación vecinal de Juan Meléndez) y el antiguo campillo pasaría a ser la plaza de la Aviación, que cuenta con aparcamiento subterráneo y un gran espacio diáfano.

El soterramiento de la vía y el fin de las pasarelas fue un gran alivio para el barrio.

El milenio empezaba tan bien para el barrio que hasta un loretano pasó a ser el que mejor caía de toda España, una simpatía que ayudó al 'Pollo' a ganar la primera edición del televisivo programa de Gran Hermano.

Pero probablemente el proyecto que más ha influido en el desarrollo de Loreto ha sido su integración a través del soterramiento de la vía del tren. Esa valla que era menos infranqueable que las otras a las que hemos hecho referencia pero que siempre fue más eficaz en el proceso de aislamiento. Cambiar las pasarelas por la avenida nueva (hoy de la Sanidad Pública) supuso algo así como presentarle este barrio al resto de la ciudad.

Con el avance del siglo y el paso de los años, aquellas familias jóvenes que compraron su casa para llenar de vida el barrio en los setenta y ochenta se han hecho mayores. La adaptación de los edificios (de cuatro plantas, prácticamente todos iguales alrededor de la plazoleta) para la inclusión de ascensores es la reforma de mayor calado realizada en estos años en el apartado habitacional, aunque cómo se llevó a cabo el proceso en sus inicios no estuvo exento de polémica.

La remodelada plaza Virgen de Loreto, epicentro del barrio, durante muchos años único espacio público de esparcimiento / Lourdes de Vicente

Loreto vive hoy una transición en las generaciones de sus vecinos, que puede verse impulsada por las nuevas promociones de viviendas proyectadas: un solar entre Loreto y Puntales lleva años esperando las 212 viviendas de protección social anunciadas y que está ahora en fase de concurso, y recientemente se presentó el proyecto de las 800 viviendas y 10.000 metros cuadrados en los antiguos terrenos de Navalips, que lindan entre el barrio y el polígono de la Zona Franca.

Sin embargo, los desarrollos urbanísticos más esperados hace ya años que se conocen. La construcción del hospital en lo que en su día fue CASA parece que no llega nunca. La expectativa es que venga a cambiar de raíz la dinamización de la zona. Las miradas también están puestas en los antiguos depósitos de Tabacalera, donde se proyectó en un principio una Facultad de Medicina y el plan ha virado hacia el Palacio de Justicia. Las instalaciones culturales municipales y una torre de viviendas en la esquina que entronca con Avenida Marconi y Cerro del Moro –ya en marcha– completan la ejecución de esos terrenos.

Ronda de Vigilancia estaba emparedada entre los muros de Zona Franca y a la derecha la espalda de Plus Ultra / J. Pino

Loreto cuenta su pasado con orgullo y mira al futuro con esperanza, mientras vive su día a día en una calma sosegada. En este Cádiz que pierde industria y mira al turismo como motor, Loreto ha visto desmanteladas buena parte de las formas de vida con las que se originó, la que les dio de comer a sus familias primigenias. Nunca hubo hoteles en el barrio, pero sí van surgiendo alquileres vacacionales. Sin vía del tren ya no pueden verse los partidos del antiguo Carranza desde la pasarela, pero la playa queda al fin cerca.

Ronda de Vilgilancia, sin el muro de Zona Franca, con el polígono industrial de Poniente y el solar para las 212 viviendas

Lo mejor

La integración en la ciudad

Las tapias no dejaban ver el horizonte en Loreto. Aquel barrio entre lo industrial y el arrabal obrero tuvo aspiración de ser cantón independiente para afrontar que se había convertido en un pueblo dentro la ciudad. Un barrio humilde, rodeado de zonas degradadas, amurallado y con la vía del tren haciendo de foso del castillo lo hacían poco visitable. Sin embargo, Loreto hoy es un barrio integrado en la ciudad, ha conseguido derribar esos muros o los ha retranqueado ante el encogimiento de la actividad industrial. Loreto no le ha ganado terreno al mar como otras zonas de Cádiz, sino a la industria. Hoy día ha sorteado aquellas tapias que lo separaban de sus barrios vecinos.

Lo peor

La falta de dinamismo

El envejecimiento de la población y la falta de oportunidades laborales han lastrado gran parte del dinamismo del que hacía gala Loreto. El activismo del barrio, su potente capacidad de organización y una generación joven capaz de reivindicar todo lo que estaba por hacer en sus comienzos, ha ido sosegándose con el paso de los años y la renovación generacional aún está en ciernes. No obstante, los equipamientos fueron llegando a medida que ha ido creciendo y ampliando horizontes. Al polígono de Poniente y la Zona Franca se les debe unir el Palacio de Justicia y el nuevo hospital como agentes dinamizadores de un barrio que tiene puestas sus esperanzas en estos grandes proyectos.

Las claves del barrio

El agua, fuente de conflicto

Antes por exceso, con las inundaciones de grandes zonas del barrio. En 2014 por defecto, por el corte de suministro durante dos semanas al aparecer bacterias coliformes. La polémica se alimentó porque los informes reflejaban que el agua estuvo contaminada desde dos semanas antes de que se cortara el suministro. Loreto retomó las reivindicaciones y la solidaridad entre vecinos con el tráfico de garrafas. Hubo que renovar toda la infraestructura.

Ascensores nuevos

La Junta de Andalucía ayudó a financiar con el 50% las obras para la instalación de ascensores dentro de un programa que intenta acabar con barreras arquitectónicas. Loreto se volcó para acogerse a estas ayudas, con muchos bloques de cuatro plantas y un vecindario envejecido. Sin embargo, el proceso para la adaptación arquitectónica y para la elección de presupuestos no estuvo exento de polémica.

La importancia del deporte

La cercanía del estadio siempre ha dejado una fuerte impronta de cadismo en el barrio, muy activo en su vertiente deportiva con equipos futbolísticos. Sus instalaciones Juan Meléndez, cuya visera ya recuperada salió volando en un temporal, y la cercanía del remozado complejo Manuel Irigoyen, ayudan a impulsar esta actividad.

Caída industrial

La conversión de Construcciones Aeronáuticas (CASA) fue el golpe más cercano, pero como barrio residencial obrero cada vez que una industria echaba la baraja en Loreto tenía consecuencias directas. Por eso las reivindicaciones nunca han sido algo ajeno.

Comercio diverso

No hay mal que por bien no venga y si Loreto estuvo aislado del resto de zonas gaditanas lo solventó con un comercio diverso para dar cobertura a la numerosa población que albergaba. Loreto independiente, cual cantón republicano. Los alrededores de la plaza Virgen de Loreto siempre ha contado con locales que, aunque han ido variando con el paso de los años, han mantenido una actividad comercial constante. Ya no hay bancos, joyería, droguería, mercería, tiendas de ropa, copistería o videoclubs, que de todo eso hubo, porque la salida del aislamiento también supuso ampliar la competencia y abrió al loretano a mercados 'externos', pero nunca faltaron bares ni tiendas de alimentación de barrio. Una vez que cayeron los muros, todo está más cerca.

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