Manuel Concha relata el origen gaditano de la formación médica

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El doctor entra en la Academia Hispano Americana con un discurso sobre el relevante papel que jugó en el siglo XVIII el Real Colegio de Cirujanos de la Armada

Designación como académico correspondiente

Felicidad Rodríguez entrega el diploma de académico al catedrático Manuel Concha y en presencia del secretario de la Academia, Juan Luis Pulido Begines.
Felicidad Rodríguez entrega el diploma de académico al catedrático Manuel Concha y en presencia del secretario de la Academia, Juan Luis Pulido Begines. / Lourdes De Vicente

La Real Academia Hispano Americana recibió ayer como nuevo académico correspondiente, en la provincia de Córdoba, al cardiólogo Manuel Concha Ruiz. Castellonense de nacimiento, gaditano desde los cuatro años y cordobés gracias a su intachable trayectoria profesional, este catedrático de Cirugía Cardiovascular entró en la institución gaditana con un discurso sobre ‘Cádiz y la cirugía de la Ilustración’. Con precisión histórica, amenidad y rigor, Manuel Concha ofreció en su intervención la historia de la cirugía en Cádiz, que viene a ser como ahondar en las raíces de la historia de la cirugía española. Fue una especialidad que encontró en Cádiz, en su esplendoroso siglo XVIII, el origen y la raíz de su crecimiento y profesionalización a partir de la creación del Real Colegio de Cirujanos de la Armada, donde sobresalen las figuras de Jean Lacombe y, sobre todo, Pedro Virgili, un eminente doctor sobre el que giró buena parte de la intervención de Concha. El nuevo académico fue presentado por el historiador José María García León, en un acto celebrado en el salón de grados de la Facultad de Medicina de Cádiz, la universidad en la que el doctor Concha se formó como médico, y presidido por la directora de la Academia, Felicidad Rodríguez.

En su disertación, Manuel Concha comenzó recordando la inestable condición de la profesión médica en España durante el siglo XVII, cuando “la cirugía todavía no había conseguido despegar como ciencia y el puesto de cirujano en la sociedad era notablemente inferior al de médico salvo contadas excepciones. En esta época persiste la división entre cirujanos y barberos, además de existir otros ‘profesionales’ que practicaban algunos procedimientos médicos como sangrías, extracciones dentarias y lavativas”.

“De modo general –explicó el doctor Concha–, podemos aceptar la realidad del atraso científico de España en los inicios del siglo XVIII y entre las causas que podían estimarse de ese retraso médico-quirúrgico se encuentran: el aislamiento de España, el papel de la Inquisición, ignorancia de los idiomas extranjeros, escasez o ausencia de libros, la ausencia de experimentación, el abandono de la anatomía y el desconocimiento de la botánica y la separación de las enseñanzas médico-quirúrgicas”.

Un panorama, sin embargo, que se fue transformando conforme avanzó el nuevo siglo y que tuvo en Cádiz el origen de un despegue definitivo en torno a la profesión médica y a la cirugía, un campo que fue avanzando en el terreno de lo militar para ir paulatinamente, con el paso de las décadas, beneficiando al conjunto de la sociedad: “A principios del siglo XVIII, la cirugía militar empezaría a cobrar un importante impulso. Ese poder resolutivo de la cirugía vislumbrado por los gobernantes hace que estos empiecen a interesarse por mejorar la formación de los cirujanos, y elevar su categoría social y científica, todo ello contribuiría a mejorar el ‘proyecto poblacionista’ de los gobernantes, que veían en la mejora de la calidad de vida de sus gobernados un camino de mantener una sociedad más fuerte, de cara a programas belicistas y del mantenimiento de sus posesiones y pertenencias”.

Fue en el Cádiz del siglo XVIII, tan pujante comercialmente, cuando se creó un nuevo Hospital Real junto a la entonces ermita del Santo Ángel. Fue, en palabras de Concha, “el siglo de oro del Hospital Real”, que en 1718 recibió como director a Jean Lacombe, de origen francés y cirujano mayor de la Armada, quien pronto observó “la baja formación de la cirugía y la medicina españolas, dos profesiones distintas por entonces, por lo que propone mejorar su nivel”. En este empeño formativo y en el crecimiento del hospital y sus profesionales, hasta llegar a la creación en 1748 del Real Colegio de Cirujanos de la Armada, resultó vital el encuentro de Lacombe en el sitio de Gibraltar con Pedro Virgili, un catalán de Reus formado como cirujano en las universidades francesas a quien convence para que dejara su puesto como cirujano mayor del Ejército y llegara a Cádiz como su ayudante de cirujano mayor en la Marina. A partir de entonces, tomó forma el objetivo global, y básico para la historia de la medicina en España, de crear en Cádiz “mucho más que un Colegio de Cirugía: pretenden unir en un solo hombre dos carreras, la de medicina y cirugía”.

El doctor Manuel Concha, durante su discurso en el salón de grados de la Facultad de Medicina.
El doctor Manuel Concha, durante su discurso en el salón de grados de la Facultad de Medicina. / Lourdes de Vicente

En el empeño se quedó en solitario Virgili el último día de diciembre del citado 1748, al morir Lacombe. Cuatro días después, el Rey Fernando VI otorgó a Virgili la plaza del desaparecido cirujano Lacombe abriendo así una etapa pionera en España, germen de las siguientes escuelas de médicos y cirujanos; en palabras de Manuel Concha: “El camino del progreso se ha iniciado, solo queda seguir el impulso y coronar la obra. En realidad, ningún maestro puede considerarse que lo es de verdad en tanto no ha llegado a ser superado por sus discípulos. Los discípulos de Virgili serán los futuros maestros y no solo de este Colegio sino de los que en el porvenir se crearán en España”.

Pedro Virgili modernizó el Colegio tanto en material como en infraestructuras, envió a los alumnos pensionados al extranjero para perfeccionar su formación, y todo con unos objetivos y unas líneas de acción marcadas a fuego mientras aún compartía responsabilidades con Lacombe: “Su continua inquietud por el saber, el esfuerzo por estar al día en la ciencia, la quirúrgica, que empezaba a vislumbrar un futuro prometedor y en general, el esfuerzo por perfeccionarse día a día en su profesión. Desde su fundación, el Real Colegio tuvo como objetivo la formación de buenos cirujanos, para ello era necesario contar con un profesorado adecuado, instalaciones y ayuda económica, y debería adoptarse un plan docente capaz de proporcionar los profesionales requeridos. Virgili, desde el principio, sabía que no se podría obtener una buena formación médica sin contar con libros e instrumentos, era imprescindible tener una buena Biblioteca, un jardín botánico, un taller de construcción de instrumentos y unos laboratorios”. Fue precisamente en su jardín botánico donde el gaditano Celestino Mutis, que ingresó en el Colegio en 1749, inició “su verdadera vocación por la botánica”.

“Los frutos de este proyecto, independientemente de la formación de cientos de cirujanos, se vieron consolidados y prolongados con la creación del Real Colegio de Cirugía de Barcelona en 1764 y el de Madrid en 1787. El primero creado por Pedro Virgili y el segundo, por Antonio Gimbernat y Mariano Ribas, ambos viejos alumnos del Colegio gaditano. Los tres colegios acometieron la total transformación de la cirugía en España en el siglo de la Ilustración, elevándola a una consideración, efectividad y eficacia, no soñada apenas cuarenta años antes”, concluyó el doctor Manuel Concha.

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