"Para mí el baile supone un reto conmigo misma"

María Moreno | Bailaora y ganadora de dos Giraldillos de la Bienal de Sevilla

La bailaora gaditana María Moreno, que acaba de conquistar el Momento Mágico de la Bienal de Sevilla, rememora sus comienzos en el flamenco y la creación de su compañía

La bailaora gaditana María Moreno.
La bailaora gaditana María Moreno. / Lourdes De Vicente

Cádiz/Marinero en tierra. A María Moreno (Cádiz, 1986) le enamora el albertiano nombre de la calle donde nació. Gaditana, de Guillén Moreno, “María Moreno de Cádiz”, luce con orgullo la denominación de origen en entrevistas y vídeos, en presentaciones y galas. Prendido en la boca, Cádiz, siempre, como el mayor premio de esta bailaora que llegó pisando fuerte las grandes plazas del flamenco, dícese el Festival de Jerez y la Bienal de Sevilla. En ambas fue Premio Revelación, por Alas del recuerdo y De la concepción, respectivamente y Giraldillo al Momento Mágico por el arranque de la soleá de su More (no) More More (no) Moreen la edición de este año de la cita hispalense que, además, tuvo “el honor” de inaugurar con el maestro Riqueni y Antonio Canales, y donde presentó Yo bailo, un libro firmado con Susana Girón donde se documenta las entrañas del proceso creativo con imágenes de la fotógrafa y textos descarnados de la propia María Moreno. Y es que navega con buen rumbo la gaditana. “Marinero en tierra”, paladea, como una premonición, la que domina las olas de su bata y de la profesión.

—El baile para María Moreno es...

—El baile es algo a lo que llegué inconscientemente pero que se ha convertido en mi forma de vida.

—El primer recuerdo flamenco que tiene...

—Es que me recuerdo muy pequeño 3 o 4 años, ya gustándome y, sobre todo en el colegio, en el Gadir, me recuerdo metiéndome en un clase libre o en el salón de actos y, es algo muy raro pero es así, pasarme toda la tarde bailando sola. Por eso siempre digo que para mí bailar era un juego.

—¿Daba clases en el Gadir?

—¡Sí! Esto es fuerte... Mis primeros profesores de baile, Maika y Domingo, que también limpiaba los cristales en el colegio. Domingo era muy conocido porque era una de las personas que salían travestidas en las Cabalgatas. Recuerdo aquello con mucho cariño. Ya luego, después del colegio, mi profesora, mi maestra ya más en serio fue Pili Ogalla.

—¿Cuándo la afición se convirtió en vocación?

—A ver, es que yo en ningún momento he dicho eso de “mira mamá, yo es que voy a ser bailaora”. Como te decía, para mí el baile era un juego pero es que fui como dando muchos pasos muy pronto. Como empecé tan pequeña creo que fui haciendo cosas un poquito adelantadas a mi edad. En el Conservatorio empecé con unos 10 años y con los 17 ya entré en la compañía de Eva (Yerbabuena) y, a partir de ahí, es que empecé a trabajar profesionalmente, además, en un momento muy fuerte de Eva y yo era tan pequeña realmente... De hecho, me acuerdo, que mi madre tenía que ir a comisaría para hacerme las antiguas autorizaciones cada vez que nos íbamos de gira por ahí con la compañía porque yo era menor, claro.

—A la María niña la conocimos a través del programa ‘Veo, veo’, ¿qué recuerda de ello?

—Digo, yo tenía 8 años. Y fíjate que lo que más me acuerdo es de los compañeros porque de ahí salimos muchos: estaba la Tremendita, que estaba sembrá, Rancapino Chico, La Moneta... Salimos un montón de ahí... Y yo me divertía mucho porque como era tan pesada bailaba cuando me tocaba bailar, bailaba en el camerino, bailaba por todas partes. Y, luego, como tuvo mucha repercusión y tenía muchas fases pues en el colegio todo el mundo me daba su apoyo, la gente me animaba mucho... Pero todo muy sano, muy normal. En mi familia, también, todo muy corriente y muy atípico en ese mundo, porque íbamos a esos sitios con mucha naturalidad, sin darme más bola ni más importancia por eso.

—Fue premio Revelación

—Sí lo del Revelación me persigue: del Veo veo, de Jerez, de la Bienal... De todas formas, aparte del premio, ese programa me dio la oportunidad de conocer la parte más seria de ese juego que para mí era el baile. Aprender que las cosas tienen unos tiempos, una exigencia, que te tienes que esforzar... Como que ya empiezas a ver el compromiso que tienes que cumplir si quieres dar más pasos.

—¿Qué dan los premios?

—Los premios abren muchas puertas pero tú tienes que saber aprovecharlos. El premio va con el esfuerzo y con el trabajo. Un premio te impulsa pero hay que trabajar mucho.

—Entró en la compañía de Eva Yerbabuena por una audición, ¿verdad?

—Sí, hice una audición en Sevilla multitudinaria, imagínate... Me avisó una amiga y allá que me cogí un tren sola y me planté en Sevilla, en la audición que eran horas interminables. Me pasan y, claro, pierdo el tren y no tengo cómo volver, pero me quedé en casa de una chavala que conocí allí en la audición. Al día siguiente me vuelven a pasar de fase, otra vez, a quedarme allí, que no tenía ni ropa interior porque yo me había ido allí con toda la ingenuidad del mundo entero y con lo puesto, vamos. Otra vez la audición y otra vez me pasan, y ya no pasaron a la chiquilla, fíjate qué papeleta, yo allí quedándome en su casa. Y nada, cuatro días de audiciones, y de ahí salimos Edu Guerrero y yo.

—¿Y no se conocían ustedes?

—Sabíamos quiénes éramos, que éramos de Cádiz y eso, pero no nos conocíamos. Allí nos hicimos amigos. Recuerdo que en una de las fases había una secuencia de pasos que no se me había quedado y, como yo iba sola, no tenía a quién preguntar ni con quien repasar, así que me fui al cuarto de baño de los niños, busqué a Edu y le pedí que me echara una mano. Y hasta hoy, que es un o de mis mejores amigos.

—¿Qué es lo que más le aportó Eva Yerbabuena y su compañía?

—Eva ha sido mi maestra, ante todo, y su compañía me ha aportado muchísimo, tanto, que empiezo a valorarlo ahora. Date cuenta que yo era muy pequeña y de momento estaba en el Maestranza. No tenía conciencia de que estaba en plazas tan grandes, y menos, de lo que cuesta llegar ahí. Eso me di cuenta cuando formé mi compañía.

—¿Algún montaje al que le guarde un especial cariño?

—La primera vez. La recuerdo perfectamente. Era el Festival de Mont de Marsan e hicimos del 5 Mujeres 5, que ya visto desde fuera me había parecido un espectáculo impresionante. Entonces, cuando yo me vi con el vestido blanco pensé “madre mía..., ahora esto sí que se ha puesto serio”.

—Después de casi 10 años con ella decide volar en solitario, ¿cómo llega ese momento?

—La verdad que yo siempre supe que quería hacer mi camino, entonces, y es algo de lo que me siento muy orgullosa, yo siempre compatibilicé la compañía con otros trabajos. Nunca me acomodé. Yo venía de gira y me iba a trabajar al tablao y la gente me decía “tú estás loca, qué pechá”. Pero yo es que siempre he sido muy inquieta y aun sabiendo que estaba en el sitio que tenía que estar también necesitaba seguir moviéndome, a mí me va mucho la marcha. Porque es fácil acomodarte en una compañía. Estás viajando, todo maravilloso, cobrando dinero... Pero yo siempre me he labrado un camino en paralelo con colaboraciones con otros artistas y con el tablao. Mira, otra cosa no sé, pero yo siempre he sido muy trabajadora.

La bailaora María Moreno en la azotea de la Fundación Cajasol donde esta semana presentó su libro 'Yo bailo'.
La bailaora María Moreno en la azotea de la Fundación Cajasol donde esta semana presentó su libro 'Yo bailo'. / Lourdes de Vicente

—¿En qué tablaos ha trabajado?

—Los Gallos es el primero en el que trabajé, un tablao que yo considero ya mi casa. Allí me he criado y allí he aprendido tanto como en la compañía. Y luego he estado en el Arenal, El Cordobés, Casa Patas, Garlochí en Tokio...

—¿Y qué aprendió?

—Yo siempre digo que el tablao es una cita a ciegas. Tú no sabes qué va a pasar nunca. Te pone al límite, te saca la imaginación porque tienes que lidiar con muchas cosas. A lo mejor un día el cantaor está desganado, o el público es más lacio, o es maravilloso y te respeta, o el elenco te lleva en volandas... Te ves en todas las situaciones y eso te da un bagaje enorme. Yo lo recomiendo a todo el mundo. Y hay gente que se equivoca y piensa que el tablao es para aprender a bailar y, para nada, en el tablao hay unos códigos que hay que conocer para hacerlo bien.

—Ahora lo están pasando mal...

—Y tanto... Pero es que yo pienso que esto es una oportunidad para volver a pensar la función de los tablaos, que no debe ser una cosa sólo para guiris, para turistas, sino que es algo muy nuestro que deberíamos de frecuentar. Y todos, empresarios, artistas y público, deberíamos replantearnos su enfoque

—Con el trabajo en los tablaos, también comenzó a financiarse su compañía, ¿no?

—Claro, mi generación, casi todos, para hacer un proyecto tú te vas al tablao para poder financiarlo. Yo para De la Concepción me fui dos meses a Japón, aparte de obtener también dinero de otras ayudas, pero es un sustento fundamental. Aunque, vamos, también te digo que yo iría al tablao aunque no me pagaran porque es una forma de vivir el flamenco única.

—’Alas del recuerdo’, su primer espectáculo en solitario, fue su manera de despedirse de su padre, ¿verdad?

—Cuando fallece mi padre yo, como soy una persona que me cuesta hablar de los sentimientos, por eso creo que me gusta tanto bailar, pues decidí que quería bailar más que nunca. Mi forma de llevar ese duelo era bailando. Así que me propuse hacer un proyecto donde el baile me sirviera a mí para llorar a mi padre, y me dio la oportunidad Manuel Herrera, que hemos perdido también hace muy poco. Así que me volqué ahí, yo quería tener la mente ocupada y bailar, que es lo que me sana. Y al principio no contaba yo esto, pero fue así... Era una forma de llorar. De hecho, la noche que falleció mi padre yo bailé en los Jueves Flamencos de aquí de Cádiz. Es que es la única manera de sanarme, me pasa cualquier cosa y digo, me voy a bailar; acabó la pandemia y lo primero que hice fue meterme en el estudio.

—¿No fue muy duro bailar ese día que murió su padre?

—Sí fue duro, pero también te digo que en otras ocasiones me he sentido más triste. Cuando algo es tan reciente no tomas tanta conciencia. Yo echo a mi padre más en falta ahora que hace siete años cuando falleció. El día del Falla, por ejemplo (cuando trajo De la ConcepciónDe la Concepción) yo me acordé mucho de mi padre y me afectó mucho porque yo pensaba “es que a mi padre le correspondía vivir esto”... Pero bueno, bailas y sigues.

—Y con este trabajo crea su compañía

—Y es un volver a empezar, de alguna manera. Porque ahí ya no sabes lo que va a pasar porque hasta ese momento sabes que te ha ido bien pero, en cierta manera, has estado refugiada en la compañía pero a partir de entonces vuelas sola. Afortunadamente, yo me siento muy feliz y muy agradecida porque no me ha faltado trabajo, cosa que no es fácil, y he podido llevar a cabo los proyectos que tenía en mi cabeza y con la gente que he querido. Y sé que eso es complicado.

—Porque una bailaora, hoy día, no sólo baila...

—Ojalá, ¿verdad? Ahora eres mujer orquesta. El flamenco se ha profesionalizado mucho. Ahora eres bailaora y empresaria y publicista y gestora... Tienes que estar pendiente de las redes, de negociar los contratos, de pensar proyectos, de tu coreografía, de lo que quieres del resto del elenco... Sí, son muchas facetas que combinar.

—Y los objetivos... ¿Cuál es la meta, María?

—La meta es que no hay meta. Si no, no sería tan libre y no podría hacer el baile que quiero y que me gusta hacer porque para mí el baile, simplemente, supone un reto conmigo misma.

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