La inevitable emociónLa artista onubense Marta Soto desnudó el jueves un repertorio de canciones propias y ajenas en el Concert Music Festival

Marta Soto, durante su concierto en Sancti Petri. / Sonia Ramos
Julio Sampalo

28 de julio 2018 - 01:38

Chiclana/Míranos. Comprueba cómo nos emocionamos al caer la noche. Desvela desde el corazón que reposa en mi hombro, en el tuyo, el secreto de los amores fallidos y queridos, los desamores sufridos y las historias latentes. "¡Míranos!", grita una chica desde las sillas frente al escenario Lounge Sancti Petri del Concert Music Festival, clamando su melodía favorita, un clamor que es una llamada de atención, un imperioso deseo de ser la protagonista de su propia canción. Una necesidad de contarse a través de la música. La constatación de que estamos aquí y sabemos cómo expresar las emociones y emocionar compartiendo melodías. Míranos, lo que aquí dentro sentimos también lo sientes tú. La emoción no se esconde, no cabe en la pantalla de un móvil ni en una sucesión de caracteres ya que termina floreciendo en los cauces del arte. No te quedes ahí pasmado y míranos. Ábrete el alma en canal. Es inevitable.

Míranos, el primer disco de la joven cantante y compositora onubense Marta Soto retumba como el grito más visceral de las almas sensibles. Estará en la calle el próximo 31 de agosto pero sus melodías se expanden desde hace largo al compás del latido de sus cada vez más numerosos seguidores.

La jovencísima Marta Soto arropa con su repertorio repleto de sensibilidad a un público sin edad determinada, lo levanta del asiento en varias ocasiones y vive con él un sueño hecho realidad. "Os debo todo, el poder dedicarme a esto. Os quiero agradecer que estéis regalándome este ratito, que hayáis movido vuestros pies y venido hasta aquí para escucharme porque lo más preciado que tenemos es el tiempo. No sé cómo me queréis porque estoy fatal de la cabeza", confesaba la cantautora ante una audiencia entregada desde el minuto uno en Sancti Petri a una colección de canciones propias y ajenas que poseen el marchamo imperecedero de la música inagotable.

La loca cabecita de Marta Soto idea canciones de brillante factura, perfectas para una voz sureña que recuerda en eco a otras de otros tantos artistas de su misma órbita, aunque con empaque suficiente y cualidades notables como para encontrar su sitio en unos años porque le queda mucho por cantar y contar. Un hecho inevitable.

De momento escarba en las mayores glorias de nombres como India Martínez en los 90 minutos que le regalara Vanesa Martín, con la que engancha en Arráncame. O también Alejandro Sanz con A que no me dejas. Dos momentos álgidos de un espectáculo muy íntimo, casi desnudo, en el que la cantante se afanó en demostrar en Sancti Petri que solo hace falta una voz y un oído dispuesto a escuchar y sentir para ganarse entero el cielo de una noche de verano en el que ella, si continúa firme la senda emprendida, también algún día brillará como merece.

Sus remates con sabor andaluz, a ratos folclóricos, la fuerza de su interpretación y el deseo de comerse -y ¡cómo lo hizo!- el escenario son más que suficientes bazas para demostrar que su trayectoria es de fuerte anclaje y largo recorrido. Pero también hay canciones y muy interesantes. Marta Soto tantea con Coge mi voz la fuerza de su palabra sobre el respetable: "Este tema me toca personalmente la vena sensible, es de esas canciones inevitables. Si alguien se la sabe, que la cante", declara. Además, anima a descubrir ese álbum debut que próximamente llegará con Míranos, exhibe la fuerza del deseo con Tantos bailes, conjura la inevitabilidad del querer con Nos hace falta valor, sus eternas paradojas en Me contradigo y Qué curiosidad, o la arrolladora fuerza de la despedida en Huracán o Ya lo sabes. En cada perla de su repertorio, la cantautora halla el perfil idóneo sobre el que reflejar la belleza y potencia de su instrumento de trabajo.

Marta Soto provoca la emoción callada y sondea la reacción del público al espetarles "¿estáis ahí, a gustito? No os escucho cantar". Pero también arranca los olés más sinceros y consigue que la audiencia le transporte la melodía hacia donde ella quiere al ejecutar Entre otros cien, donde va poniendo, divertida, notas a cada progreso vocal por sectores. "Estamos en un cuatro, un cinco... Aquello es un 7,25... ¡Eso es un 10, un 13 o un 20!", puntúa la artista a un Cádiz que progresa adecuadamente en emociones. La gente corea y la joven les dedica un tema de superación, Un sueño compartido, el himno para apoyar a la Selección Española Femenina de Baloncesto ante la Copa del Mundo 2018. "No sabéis lo feliz que me hacéis cuando veo que os sabéis las canciones que escribo a oscuras en mi habitación", confiesa la artista sabiéndose ya a esas alturas del espectáculo ganadora del partido.

Y el final. El triunfo y los agradecimientos. Por un lado al gaditano Daniel Ruiz, el músico que la apoya en el escenario del Concert Music como en otros tantos, esa "mushasho que es la razón directa de que hoy esté yo aquí, el que me acompaña los pasos y me guarda los abrazos, es mucho más que una persona especial". Por el otro, a Concert Tour "por invitarme a formar parte de este cartel impresionante. Cuando me dijeron que cantaba Raphael no me creí que formaría parte de esto". Y, cómo no, a Cádiz a través de su esencia sonora. No dudó como broche de oro la onubense en arrancarse por un pasodoble de la comparsa de Juan Carlos Aragón Los inmortales: "Yo me enamoré de ti por culpa de los Carnavales...". Ella, Marta Soto, logró enamorar a esta tierra en la difícil pirueta del espectáculo sin aditivos. Desde la voz y la piel. Al decir sin hablar un "míranos y descubre, sin miedo, las verdades del corazón. Míranos y toma nota hasta la próxima ocasión de emocionarnos", al despedirse hasta la siguiente vez. "Quiero volver a veros", concluía. Que así sea.

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