¿Masones en Cádiz en 1812?
La fantasía se dispara hasta límites insospechados sobre la posible influencia de este grupo en la redacción de la primera Carta Magna de la historia de España
La masonería siempre ha gozado en España de un halo de misterio y morbo que nunca deja indiferente. Quizás la causa sea el desconocimiento que de ella se tiene o la falta de información veraz sobre su funcionamiento. Una logia masónica se forma por personas que buscan su perfeccionamiento moral, bajo unos principios y tradiciones, de acuerdo con los valores de la sociedad moderna. Desde que la monarquía absoluta y la Iglesia empiezan a ver la masonería como un peligro integrado por librepensadores e ilustrados, comenzarán las campañas de propaganda a favor y en contra de la misma. Una corriente acusará a la masonería de apoyar cualquier idea que ponga en duda el régimen establecido (monarquía, Iglesia y clases sociales) y otra corriente, la defenderá adjudicándole las bondades de los derechos que se van ganando (derechos del ciudadano, libertad de culto, supresión de la esclavitud, etc.).
En el caso de la posible influencia de la masonería en la Constitución de 1812, la fantasía se dispara hasta límites insospechados. Hay quien les atribuye a los masones todo lo bueno que contenía (soberanía nacional, libertad de imprenta, educación obligatoria, supresión de señoríos, etc.). Y otros sectores acusaron la influencia masónica y despreciaron la obra jurídica como un producto de revolucionarios y anticlericales (limitación de poderes al Rey, supresión de la Inquisición, etc.). Quizás la verdad es más sencilla y los hechos más cercanos a lo que pensamos. ¿Existían masones en Cádiz en 1812? La respuesta es sí... y desde mucho antes de 1808.
En 1732, el Gran Maestro de Gibraltar (representante de los masones en el Peñón) recibe la posibilidad de hacerse cargo de los masones de la zona que rodea al Peñón (en concreto, de "Gibraltar y los territorios adyacentes"). A diferencia de la actualidad, el contacto marítimo y terrestre entre Gibraltar y Cádiz era absolutamente cotidiano y sin mayores dificultades. En esta misma época se detectan los primeros masones extranjeros que residen o han pasado por Cádiz. Ya en 1743, la Inquisición detuvo y condenó a un sacerdote católico, el P. José Augusto, en El Puerto de Santa María. Ésta es, hasta el momento, la primera noticia documentada de la presencia de un masón español en la Bahía. Más tarde, el Marqués de Ureña, impulsor de la Santa Cueva y conocido hombre de ciencias y letras del XVIII gaditano, describirá, en las memorias de su viaje europeo, que asistió a conciertos organizados por logias londinenses y que fue invitado a participar en sus reuniones. Estamos hablando de un personaje profundamente católico, noble, ilustrado y al que le pedían informes desde el cabildo de la Catedral hasta el Ayuntamiento, corporaciones de Bellas Artes o el planeamiento del poblado naval de San Carlos.
En el final del siglo XVIII gaditano, nos encontramos con la construcción de la Santa Cueva por la nobleza ilustrada que mantiene contactos con el compositor (masón) Joseph Haydn para encargarle la partitura de 'Las Siete Palabras' a través del Marqués de Méritos (gaditano y amigo personal de Haydn, al que visitaba y con el que compartía veladas musicales cuando acudía a Viena). Por aquellas mismas fechas, el héroe francés de la independencia de EEUU, La Fayette, se encontraba en Cádiz asustando a las autoridades españolas con un posible contagio en las colonias españolas del deseo de emancipación norteamericano.
Por tanto, sabemos que a fines del XVIII ya existían masones en Cádiz (al menos como visitantes). Luego, en 1807, muchos oficiales de la flota franco-española, que se encontraba en la localidad francesa de Brest, se unieron a logias francesas y llegaron a crear una logia de españoles en aquella ciudad. A la vuelta de la flota a Cádiz, los integrantes decidieron continuar sus reuniones (tenidas) en un café de la muy gaditana calle San Francisco. A la vez, en 1807, figura un buen grupo de españoles (varios gaditanos, por más señas) participando en las logias de Gibraltar.
Mucho se ha discutido sobre la posible pertenencia a la masonería del General Solano, José de San Martín (ayudante del general) y Carlos Pignatelli (el personaje que alivió el sufrimiento de Solano). Lo único demostrado de forma indudable es que el líder argentino San Martín sí fue masón. De los otros dos personajes no se ha llegado a una certeza razonable. En plena Guerra de Independencia, la cuestión masónica se enrarece por culpa de las asociaciones patrióticas independentistas. Estas sociedades, aunque se llamasen logias, no eran más que grupos políticos con apariencia de masónicas. La más importante se localizaba en el barrio de San Carlos y al frente de ella estaba el argentino Carlos de Alvear. Por ella pasarían algunos de los líderes independentistas americanos. A muchos diputados hispanoamericanos se les ha adjudicado su pertenencia a logias masónicas o a estas sociedades patrióticas para tratar de reforzar su aureola romántica.
La abundante prensa de la época hará de la masonería un tema habitual. Unos escribirán para tachar de afrancesados traidores a los que la viesen bien o, por el contrario, para alabar sus principios y valores éticos. Cádiz conocía la presencia masónica. Las 'Memorias' de Alcalá Galiano son de una fiabilidad incuestionable y aseguran que en la casa de los Istúriz (lugar que ahora ocupa el Casino Gaditano) residía una logia en la que se inició. En ella se encontró con el diputado quiteño Mexía Lequerica. Quizás este hecho influyese en que, posteriormente, se identificase "liberal" con "masón", como si fuese algo inseparable, lo cual no es cierto si analizamos la masonería en otras naciones.
Por otra parte, no podemos olvidar que mientras que se están reuniendo las Cortes de Cádiz, existe la actividad masónica de extranjeros. Sin lugar a dudas, la mayor actividad radicaba en los residentes británicos. No podemos olvidar que el embajador inglés, Richard Wellesley (hermano del Duque de Wellington), fue Gran Maestro de la Gran Logia de Irlanda en 1782. Otro británico prominente, James Duff o Conde de Fiffe, llegaría a Gran Maestro de la Gran Logia de Escocia en 1816 (este personaje será muy querido en Cádiz por su colaboración con el ejército español y caer herido gravemente en una ofensiva en Matagorda). Y, por descontado, el generalísimo y laureado en la guerra napoleónica, el Duque de Wellington, que fue iniciado en la masonería en Irlanda en 1790. Y, finalmente, debemos recordar que en los regimientos británicos estaban autorizadas las logias y que algunas pasaron por Cádiz y la Isla de León donde permanecieron acantonadas.
¿Hasta qué punto influyeron los ideales masónicos en las Cortes de Cádiz? Pues quizás la pregunta no esté bien planteada puesto que la masonería no es un grupo de presión ni lobby y porque hay algo que pocos quieren entender: que prohíbe las discusiones políticas o religiosas en sus reuniones (precisamente para respetar las ideas y creencias de todos). La Constitución de Cádiz recogía un espíritu ilustrado, liberal y preconizaba derechos que ya habían cuajado en Francia, EEUU y Gran Bretaña respecto a ciertos modos y maneras políticas. Por tanto, que hubiese diputados masones (como Alcalá Galiano o Mexía Lequerica) no permite ver una causa efecto. Compartir los ideales de libertad, igualdad y fraternidad no adscriben a nadie a ninguna sociedad concreta… ¿o sí?.
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