Medio millón de euros por realizar el robo del siglo en el búnker de la droga
La Policía cree que dos de los detenidos recibieron ese dinero por el encargo y que el cabecilla de la trama se llevó más
La caída de la banda del Ojos les dio un hilo del que tirar
El robo de 300 kilos de droga del búnker de la Subdelegación del Gobierno, 200 de ellos cocaína de gran pureza, fue un encargo millonario de una organización criminal con mucha experiencia, un negocio redondo hasta que la tenacidad de los agentes de la UDEV de la Comisaría Provincial de Cádiz, que en algunos casos llegaron a perder hasta 28 días de vacaciones del pasado año, les detuvieron la madrugada del 4 de mayo. Ponían así fin a una nueva vida llena de lujos, de champán, yates, chicas, una ostentación que a tenor de los nuevos detalles que se conocen de la investigación resultaron claves para llevarlos a la cárcel.
La Policía considera que dos de los detenidos, el chiclanero Pedro Periñán, conocido como Perico; y Jacobo Millán, madrileño afincado en Chiclana tras la operación, habrían recibido por el golpe medio millón de euros cada uno. Mucho más se habría llevado el auténtico cerebro del robo del siglo, Sergio Iglesias, que tenía importantes vínculos con bandas de narcotraficantes después de su paso por la cárcel cuando apenas tenía 25 años.
Una vez levantado el secreto del sumario comienzan a conocerse más detalles de un caso que trajo en jaque a la Policía Nacional. Por ejemplo, que para poder ir tirando del hilo resultó clave la caída de la banda de Ismael López, El Ojos, que precisamente estos días está siendo juzgada en la Audiencia Provincial de Cádiz por el asesinato del Pelón, un conocido narcotraficante de Chiclana al que torturaron para sacarle información de dónde había escondido el dinero proveniente de un alijo robado. Según fuentes de la investigación, a partir de una conexión posterior se descubrieron en Madrid otros negocios de la organización que había encargado el robo del búnker situado en la Granja de San Ildefonso. Entre ellos estaban plantaciones de marihuana. "Con la venta de maría encontraban un forma para sufragar sus otros planes más ambiciosos", dicen fuentes policiales. Tal es así que en un pueblecito a 80 kilómetros a la capital de España la Policía encontró una gigantesca nave con más de 2.500 plantas y 65 kilos de marihuana seca.
La propia Policía reconoce también que no sólo su esfuerzo ha sido vital, sino que sin la implicación de la jueza que ha llevado el caso y de la fiscal antidroga la investigación no habría llegado a buen puerto.
Además de los tres detenidos ya citados, hay una cuarta persona que la Policía considera clave en el entramado: Francisco Javier T., que supuestamente era la mano derecha de Sergio Iglesias a la hora de encontrar los contactos.
El origen
El origen de una investigación encallada durante años no se situó en Cádiz como la Policía pensó en un principio sino en la capital de España. El nombre de Sergio Iglesias apareció en medio de otro caso peliagudo y resultó clave. Al escarbar, los agentes encontraron que tenía un concesionario de venta de coches pero este figuraba en el registro como una peluquería, algo que les llamó la atención.
Rápidamente la UDEV de Cádiz se desplazó a Madrid. Cuando saltó la pista algunos de sus más veteranos agentes no tuvieron tiempo ni de preparar las maletas. Emprendieron el viaje con lo puesto, con un polo y unos vaqueros en un coche hacia la capital de España para iniciar un seguimiento de 24 horas que pronto dio resultados cuando apareció en escena Jacobo, un artista del butrón que había conocido a Sergio después de haberle comprado a su esposa Candelaria, también detenida en Chiclana pero puesta en libertad posteriormente, un coche en su concesionario. La Policía empezó a investigar la lista de clientes de Sergio y encontró a miembros de la banda conocida como los Miami, dedicada históricamente al blanqueo de capitales, el narcotráfico y los butrones, y que eran muy populares en la noche madrileña.
Con todo esto necesitaban encontrar el nexo de unión, que no fue otro que el alto nivel de vida que comenzó a llevar Jacobo en Chiclana, donde se instaló con su mujer y abrió un club de pádel. Corría el año 2014 y llegó a invertir grandes sumas de dinero para que las principales raquetas del circuito pasaran por sus magníficas instalaciones en el polígono El Torno.
Perico, con el que se asoció, se compró un yate con el que salía de pesca con sus amigos, a los que invitaba a todo y con los que parece ser que hasta se jactaba del golpe. Además montó un coqueto bar en la primera pista de La Barrosa, el Bubbles, y una tienda de telefonía móvil en el centro de la localidad.
Cuando la Policía consultó la vida laboral de Perico todo les cuadró: había trabajado en el búnker, era el hombre sin el que nada hubiera sido posible, el que sabía los numerosos puntos débiles que tenía el lugar donde se guardaba la droga aprehendida por los cuerpos de seguridad. De hecho, desde julio de 2011 había trabajado a menudo en la empresa de transportes de su padre, que era una de las encargadas de recoger la droga decomisada y desplazarla hasta la incineradora donde se destruye.
Una vez que la UDEV ató cabos sólo tuvo que continuar con un paciente operativo hasta ir teniendo más detalles, como por ejemplo que Sergio se había desplazado desde Madrid hasta el depósito para comprobar su disposición el 6 de septiembre, sólo unas semanas antes de que el 28 de ese mismo mes se produjera un golpe tan audaz como arriesgado, un plan que podría haber sido perfecto de no haber sido por las ganas de disfrutar de una vida de millonarios.
En cuanto a la droga, los investigadores consideran que el mismo día que fue robada se transportó a Madrid, desde donde la red encargada de su distribución la hizo desaparecer. En un principio se barajó la posibilidad de que la droga hubiera salido en barco desde Cádiz hacia Escocia, pero los agentes de la UDEV se inclinan más por la primera opción. El caso es que de esos 200 kilos de cocaína no ha vuelto a saberse nada.
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