Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
La financiación autonómica, ¿Guadiana o Rubicón?
Casi 170.000 se han invertido ya. Otros 257.000 se van a entregar ahora. Y eso sin sumar todo lo que ya se ha realizado con anterioridad en las distintas cubiertas y dependencias del monasterio para garantizar que no se caiga. Una partida económica, por tanto, bastante considerable en la que no hay ni un solo euro procedente de las administraciones públicas. Todo lo que se está haciendo en Santa María, todas las actuaciones que mantienen con vida la histórica edificación y que pronto recuperará la clausura de las concepcionistas se han realizado hasta ahora con fondos que proceden únicamente de las propias monjas, de los donativos privados que ellas reciben, de las cuotas que tienen establecidas los socios de Amigos del Monasterio de Santa María, las visitas guiadas y la recaudación del columbario que se inauguró hace dos años.
Por medio han quedado numerosas promesas incumplidas, proyectos desterrados y operaciones que en su momento fueron acogidas con enorme ilusión y que han terminado por convertirse en todo un problema. Ni Junta de Andalucía ni Ayuntamiento de Cádiz han cumplido con los compromisos adquiridos, públicamente y por escrito, con las concepcionistas.
El caso más grave es el de la administración autonómica, que por dos veces ha desatendido sus promesas. Atrás queda el megalómano proyecto que presentó para la rehabilitación integral del monasterio, que pasaría a incluir una hospedería y viviendas públicas y cuyo presupuesto escapaba a las posibilidades de las monjas (que tenían que asumir 2,6 millones de euros) y de la propia Junta (que asumiría 4,6 millones de euros).
En mayo de 2019, en plena antesala de las elecciones municipales, la consejera de Cultura (Patricia del Pozo) convocó a la asociación de Amigos de Santa María y a los medios en el claustro del monasterio para anunciar que reactivaría la colaboración andaluza con el proyecto “para mantener esta joya como hay que tenerla” porque “Cádiz se lo merece y no puede tener sus emblemas históricos en esta situación”. Ese día anunciaba la Junta que estaba revisando el proyecto, que se reuniría con los implicados y que estudiarían las posibles fórmulas para salvar el monasterio; pero días después llegaron las elecciones, José María González revalidó ampliamente la Alcaldía y ya no ha vuelto a saberse nada más por parte de la Junta.
Para colmo, en todo este proceso de sí pero no protagonizado por la administración autonómica, lejos de aportar ninguna partida económica para Santa María se ha apropiado de una finca de las monjas, en la calle Paco Alba, que se incluyó en aquel convenio incumplido y que las concepcionistas no han podido recuperar.
El Ayuntamiento, por su parte, también ha desatendido por completo el convenio que llegó a suscribir en 2012 y que debería haberse plasmado en otro acuerdo posterior, en mayo de 2015, ratificado por el Pleno. Días después de aquel acuerdo plenario hubo el cambio en el gobierno municipal, con la llegada de José María González y su equipo, que drásticamente frenó cualquier posibilidad de colaborar en la financiación de la rehabilitación del monasterio.
Así las cosas, la única ventana que queda abierta para el futuro de Santa María es la de las propias monjas, que pelean desde el exilio de Feduchy por recuperar su casa, y la de la valiosa ayuda de la asociación creada expresamente en 2012 para recuperar el histórico monasterio y a la que pertenecen, entre otros muchos gaditanos, arquitectos, historiadores, arquitectos técnicos y otros profesionales que ponen sus conocimientos y su experiencia al servicio de este proyecto de ciudad al que lo público ha dado la espalda.
La implicación de las administraciones públicas en este proyecto de recuperación de Santa María estaría más que justificada, porque su actuación no se limitaría a colaborar con una orden religiosa para rehabilitar las dependencias de las monjas; el monasterio levantado en 1527 es un conjunto urbanístico de un enorme valor histórico, cultural, patrimonial, arquitectónico y artístico para la ciudad. No en vano, allí se conserva el único patio con algunas edificaciones originales del siglo XVI; lo único que se conserva en la actualidad anterior al ataque angloholandés de 1596 que prácticamente devastó la ciudad.
Además, el claustro es una auténtica joya, así como algunas de sus dependencias, que conservan el suelo original de hace siglos. Así como los restos del pavimento romano que aparecieron durante las obras que se han ido acometiendo estos años. Por no hablar de la valía artística de puertas y rejas a lo largo y ancho del monasterio.
Por si todo eso fuera poco, conviene recordar que en el proyecto de recuperación se contemplan distintos usos abiertos a la ciudadanía, por lo que la rehabilitación del monasterio redundará en nuevos suelos que podrán tener actividades turísticas, culturales y sociales.
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