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La noticia de la marcha, en el verano del próximo año, de los carmelitas descalzos de la ciudad ha caído como un jarro de agua fría en la Iglesia local. Muchas han sido las muestras de apoyo y pesar por la decisión que ha tomado la orden tras la reciente unificación de las provincias españolas y motivada por el envejecimiento de los frailes y la falta de vocaciones. Entre esas muestras, destaca la del propio Obispado de Cádiz y Ceuta, que ha manifestado recibir "con muchísima tristeza la noticia de la marcha de la comunidad carmelita de la capital de Cádiz", adelantada el domingo por este periódico.
Desde Hospital de Mujeres se destacaba la vinculación de los carmelitas con la ciudad, donde "son muy queridos" -de hecho, recibieron en el año 2003 la Medalla de Oro de la Ciudad-, así como la labor que han prestado desde la iglesia del Carmen, donde han desarrollado "un servicio pastoral entregado" durante tantos años, el último medio siglo haciéndose cargo además de la parroquia.
Conocida ya la marcha, desde el Obispado se indica que en estos próximos meses hasta julio de 2016 (que ha sido la fecha señalada por la orden para dejar la ciudad) "se irá concretando la gestión del templo y la atención de la parroquia" para mantener el culto y los servicios propios de la comunidad que hasta ahora venían atendiendo los religiosos de hábito marrón.
Sobre este punto, y como ya se indicaba el domingo, puede ocurrir que los carmelitas opten por seguir manteniendo la atención del Carmen desde la vecina localidad de San Fernando -donde se mantendrá la presencia carmelitana en el convento de la calle Real- o bien traspasar la iglesia y el convento al Obispado para que se encargue de su gestión.
Junto a estos puntos, también debe concretarse en este año y poco que aún resta por delante la atención al culto de la capilla del Beato Diego de Cádiz, en la calle Bendición de Dios (donde radica la hermandad del Prendimiento y que celebra cultos semanales), y de la iglesia del Corpus Christi de la plaza de Argüelles, donde los frailes carmelitas atendían también el culto y la dirección espiritual de las religiosas de clausura (precisamente de la misma orden).
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