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Muere en Cádiz el párroco de la Merced, Balbino Reguera

Obituario

El popular y querido sacerdote falleció ayer con 76 años de edad

Muere en Cádiz el párroco de la Merced, Balbino Reguera / Jesús Marín
Redacción

25 de noviembre 2021 - 19:32

Cádiz/Cádiz llora la pérdida de uno de los sacerdotes más queridos y conocidos de la ciudad: Balbino Reguera Díaz. Ordenado en 1970, era en la actualidad párroco de la iglesia de a Merced de Cádiz.

Ordenado en 1970, se hizo cura en los campos y capellanías vejeriegas, sin luz ni agua y comiendo, "huevos con patatas por la mañana y patatas con huevo por la tarde", según declaró en una de las últimas entrevistas que mantuvo con Diario de Cádiz.

Balbino Reguera pasaba los días entre su parroquia de la Merced, a la que llegó hace ya seis años, y la Catedral, cuya gestión económica tenía encomendada desde la muerte de José Vizo, en 2012. Nacido en Algar, de manera "accidental", como él decía, ya que se sentía más de San José del Valle. Se instaló en Cádiz en 2010.

El cura de San José del Valle, en la Casa de la Contaduría, donde tenía su despacho como ecónomo del Cabildo. / Jesús Marín

Balbino Reguera (1945) se consideraba un hombre de campo. Lo decía su partida de nacimiento en Algar, aunque aquello fue accidental porque su madre, primeriza –él era el mayor de seis hermanos–, fue a casa de su madre a parir. “Pero yo soy y me siento de San José del Valle”, aseguraba en la entrevista para Diario de Cádiz. Tanto, que llegó a renegar de Algar por un rifirrafe que tuvo en el pueblo en un concurso de tiro al plato. Su afición por la escopeta delataba que era hombre de campo; como también lo hacía su vocabulario, que mezclaba a “obreros” y a “señoritos”, o porque soltaba algún “chavea” de vez en cuando.

Ordenado por Antonio Añoveros en 1970, pasó por los campos de Vejer, por este pueblo que le cautivó por “su amor a la Virgen”, por Puerto Real y desde 2010 residía en Cádiz, donde aseguraba, en su día, que se quedaría una vez que finalizara su actividad pastoral que ya desarrollaba en una especie de prórroga al haber superado ya los 75 años en aquel entonces. Ni la edad, ni la enfermedad que padecía desde hacía mucho tiempo le hicieron perder la ilusión por el sacerdocio ni la fe, que compartía entre la Catedral, su parroquia de la Merced y sus otros parroquianos con los que disfrutaba entre charlas y sobremesas.

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