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Cuando se escriba la historia del movimiento sindical en Cádiz, cuando se escriba la historia del movimiento vecinal en la ciudadEnrique Blanco Cortés tendrá un papel relevante, esencial, protagonista. Esta mañana sus amigos de toda la vida, los que fue acumulando como dirigente vecinal, y los que simplemente tuvieron la suerte de conocerle, le despidieron por última vez. La dura dura enfermedad que sufría desde hace años, esclerosis múltiple, le venció finalmente tras una dura lucha.
Hace apenas unos meses el Ayuntamiento de Cádiz le homenajeó denominando con su nombre a una de las renovadas plazas de su barrio. Él ya no pudo acudir al acto, representándole su hijo y su inseparable Carmen Natividad.
Miembro de la HOAC, la Hermandad Obrera de Acción Católica, germen de la iglesia social más avanzada en Cádiz, bajo el paraguas entre otros de Jesús Maeztu y Gregorio López, se implicó desde el primer momento en la labor de apoyo social y sindical hacia los más desfavorecidos.
Blanco jugó un papel relevante en la lucha por el futuro de Talleres Faro, uno de las grandes empresas auxiliares del astillero gaditano, tocada en los ochenta por la crisis de la industria naval en la provincia. Él era presidente del comité de empresa cuando llegaron nuevos empresarios que a los pocos meses acabaron desapareciendo y dejando a la empresa con una deuda de 500 millones de pesetas de la época, en 1987.
Enrique Blanco inició un encierro para evitar el desmantelamiento de la fábrica. Implicó en la protesta no sólo a los trabajadores sino también a sus familias. Hasta los niños se encerraron en una protesta que se alargó durante seis meses. Cuando en 1992, tras muchos avatares, la empresa pasó a manos de los trabajadores él se convirtió en el gerente, pero aún entonces siguió acudiendo al tajo como calderero. Nunca se llegó a poner un traje y una corbata que le compraron para su cargo directivo.
Casi sin descanso, como presidente de la Asociación de Vecinos del Cerro del Moro, comenzó a mover los hilos para la regeneración de uno de los barrios más degradados de la ciudad, aquel que no se atravesaba si no era necesario, donde morían jóvenes por la droga, donde el paro golpeaba a todas las familias, donde se vivía en casas levantadas con carácter provisionales y que se hicieron eternas.
Enrique Blanco supo sentarse a dialogar con el Ayuntamiento, entonces gobernado por el PSOE de Carlos Díaz, y negociar un proyecto histórico, que en su día sería copiado en media Andalucía: tirar todo el barrio y construirlo de nuevo.
Lo que parecía un sueño acabó siendo realidad. No sólo fue una operación urbanística, fue una operación con un calado social único, en el que los vecinos del barrio se implicaron en abrir una nueva esperanza. Que el Cerro del Moro sea hoy un barrio más de la ciudad le debe mucho a Enrique Blanco.
"Hay que vivir en la utopía para hacer posible la esperanza", dijo en una entrevista con este diario en octubre de 2012. Siempre fue fiel a sus ideales, por lo que hay que estarle agradecido.
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