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Obituario
Hace unos meses se pasó Rafael Garófano por la redacción de Diario de Cádiz. Como siempre subió a saludarme. Le pregunté cómo estaba. "Bien, tirando. Estas visitas y estas charlas son las que me dan vida".
Recuerdo ahora emocionado estas palabras de un amigo de la política, qué difícil es tener amigos en la política, que se acaba de ir. No pudo vencer al cáncer a pesar de que puso todo su empeño. Y su ánimo.
Porque no he visto a nadie que, sabiendo de la gravedad de su enfermedad, sonriese de forma permanente e incluso bromease sobre sus proyectos, su nuevo libro, que siempre decía que iba a ser el último.
En la noche del miércoles murió un servidor de la ciudad. Tanto desde su puesto como activo concejal durante los gobiernos de Carlos Díaz, como después, cuando dejó los despachos y se puso a dar clases de lo suyo, la imagen.
Y siguió siendo un servidor de la ciudad ya jubilado cuando, gobernando José María González, me pedía que fuese el puente con el gobierno municipal para aportarles ideas para mejorar su gestión. O cuando me llamaba o me mandaba un mensaje con cosas de Cádiz, de su trama urbana, que veía que no funcionaban bien.
Detrás de esa actitud como político en activo de carácter serio, incluso enfadado, que para muchos podía suponer un rechazo hacia su persona, estaba el Rafael Garófano que manejaba con sabiduría la ironía, el buen humor.
Y sobre todo, el Rafael Garófano culto, conocedor de la historia de la ciudad que le acogió (él nació en San Fernando), y por la que tenía una devoción alejada de cualquier folklorismo y, sí, apostando por su mejor futuro.
Ese sentido de servicio público le llevó a meterse en mil charcos. Formaba parte, ciertamente, de esa clase política que Cádiz tuvo la suerte de tener en los primeros años de la democracia y de los que hoy, como homenaje, podrían aprender de lo que él, y ellos, fueron e hicieron.
Se metió en charcos para tapar los boquetes de la ciudad. Al frente de la Policía Local, al frente de Urbanismo. O cuando asumió la presidencia del Cádiz C.F. al intervenir el Ayuntamiento para evitar la quiebra del club. Él, que no era nada de fútbol.
Rafael Garófano nació en San Fernando en 1947. Estudió Filosofía y Psicología en la Universidad de Salamanca, donde fue compañero de Rafael Román y Ramón Vargas Machuca.
Durante su etapa como docente impartió clases en los Salesianos y en los Institutos del Rosario y Columela.
Entró en la política activa como concejal del PSOE en su ciudad natal en 1979, la primera corporación de la democracia. Después dio el saltó a la capital, donde fue concejal del equipo de gobierno entre 1983 y 1995, ocupando las áreas de Policía y Tráfico, Cultura y Urbanismo. Fue también diputado provincial y delegado provincial de Cultura en Cádiz. Llegó a ser presidente del Cádiz C.F. y de la Cruz Roja gaditana.
En la Diputación ocupó el cargo de jefe de gabinete de la Presidencia.
Junto a su afán de servicio ciudadano, Rafael Garófano se convirtió en uno de los referentes nacionales en cuanto a la investigación de la historia de la fotografía.
Nos deja una gran número de libros de investigación publicados, en los que recuperó y localizó fotografías de la ciudad. Recuperó también la historia de grandes fotógrafos gaditanos, a los que dedicó biografías muy bien trabajadas.
También publicó sobre el retrato fotográfico en el siglo XIX y sobre la historia de la postal en la ciudad. Aquí, me contaba como conversando con Federico Joly Höhr éste le regaló una caja llena de postales antiguas de Cádiz. “Salí de Ceballos (la antigua sede el Diario), casi sin mirar atrás, por si se arrepentía”.
Su labor como investigador en bibliotecas, archivos, museos y subastas de medio mundo le permitió atesorar una colección de fotografías sobre la ciudad desde el origen de este sistema de reproducción de las imágenes. En una de esas visitas al periódico me contaba cómo estaba intentando legar su colección a la administración pública para la creación de una fototeca de la ciudad. No sé si al final lo consiguió, pero está claro que es un patrimonio que no se puede perder.
Y que alguien intente seguir su labor investigadora. Hace unos años me hablaba de dos de las mejores fotos sobre Cádiz, que no se guardaban en la ciudad. "Un daguerrotipo de las azoteas de Cádiz que está en California y un calotipo de un médico inglés de la plaza de San Juan de Dios, que está en el Museo Británico de la Fotografía".
Uno de sus últimos trabajos fue un estudio exhaustivo sobre la maqueta de Cádiz, que se puede ver en el Museo de las Cortes, en el que sacó a la luz por primera vez el relato de su construcción y de su complicada llegada a Cádiz. Ahora trabajaba en un libro sobre la imprenta que no le ha dado tiempo concluir.
En una entrevista que publicamos en 2014, Rafael Garófano me dibujaba el perfil que debía tener un político.
"En la política hay que estar para no hacer amigos. Si quieres transformar la parcelita de la sociedad que te ha tocado gestionar, eso es polémico. Con esta premisa, como gestor siempre he intentado cambiar las cosas, sabiendo que tenía una parcela para mejorar y debía tirar adelante, gustase o no".
Así, no dudó en eliminar el carácter religioso de los centros educativos gestionados por la Diputación; poner en orden a la siempre complicada Policía Local de Cádiz (fue su primera concejalía en la ciudad, cuando él lo que de verdad quería era gestionar Cultura); o reordenar el caótico tráfico de la ciudad.
Durante estos años Cádiz tuvo la suerte de contar con él como servidor público. Es una deuda que todos tenemos con Rafael Garófano.
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