Mujeres que dan un paso adelante

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Clece, la empresa de personas para personas, ofrece entre sus servicios los de seguridad y vigilancia, apostando firmemente por la igualdad de género entre sus trabajadores

Equipo de Clece de Puerto Real (Cádiz). / Clece
Fátima Fernández

09 de noviembre 2019 - 02:00

Cuando entramos en un centro comercial o paseamos por zonas muy transitadas de nuestras ciudades nos cruzamos en numerosas ocasiones con personal de seguridad o cámaras de vigilancia. Su mera presencia genera un efecto disuasorio e, inconscientemente, nos sentimos más protegidos.

Históricamente los servicios de seguridad están supeditados a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (FFCCSS) y han venido prestándose, mayormente, por hombres, al igual que ha pasado con anterioridad en el ámbito militar. Digamos, explica Jorge Juan Ramos Padilla, jefe de Servicios y Delegado de Seguridad en Clece Seguridad, SAU, "que pertenece a aquellos sectores que llamamos masculinizados". En el ámbito social, aclara, "dicha circunstancia ha provocado una descompensación en cuanto a número de empleados masculinos con respecto a los femeninos que, poco a poco, se está salvando al igual que está pasando con el resto de actividades militares o de orden público, donde cada vez más mujeres se animan a desarrollarse profesionalmente al eliminarse ciertas barreras ideológicas, que no legales".

En este sector, continúa, las obligaciones de los trabajadores son las mismas, "no hay diferencias ni salariales ni funcionales en el ámbito de la seguridad privada y el personal habilitado por el Ministerio del Interior". El servicio que lidera Ramos, gestor de contratos y servicios y representante de la empresa ante las FFCCSS, cuenta con una plantilla de 185 personas, aproximadamente, de las cuales 18 son mujeres (10%).

Clece es un referente en el ámbito de la seguridad privada.

"Cuando entramos en el servicio el 1 de febrero de 2017 eran 138 personas de las que solo 9 eran mujeres (6%)", recuerda. Los servicios, apunta, “se desarrollan en todos los centros sanitarios dependientes del Servicio Andaluz de Salud, seis Hospitales en la provincia y unos 150 centros sanitarios entre Centros Periféricos de Especialidades, Centros de Salud, Consultorios, Centro Regional de Transfusiones Sanguíneas, Biobanco, etc.”. A ese respecto, Antonio Cuadro García de Quirós, coordinador de Seguridad de Clece en la provincia de Cádiz, explica que, organizativamente, no es diferente trabajar con una plantilla mixta. "Llevo organizando servicios de seguridad más de 20 años y nunca he tenido que modificar un cuadrante o redistribuir al personal por cuestiones de sexo. En algunas ocasiones, los turnos lo formaban más mujeres que hombres y estas incluso han tomado las riendas de las situaciones, llegando a la resolución de las incidencias de seguridad con total profesionalidad". Cuadro siempre ha creído, y así se lo han enseñado desde sus inicios en este sector, "que la posible discriminación entre miembros de la seguridad privada, debe ser solo por sus aptitudes y no por una cuestión de sexo".

Y es que, en esta actividad, retoma Jorge Juan Ramos, "no existen diferencias salariales, la relación laboral de los empleados con la empresa está regulada y ajustada al marco del convenio estatal de empresas de seguridad y al Estatuto de los trabajadores, no existiendo diferencias salariales por motivo de género como es obvio". Sin embargo, comenta, "trabajar con profesionales femeninas aporta una serie de valores añadidos. Su figura, en una actividad tan complicada y expuesta, se agranda en la mayoría de las situaciones de conflictividad, y requieren de gran mediación con el cliente". Y es que, reflexiona, "la mujer se percibe ante los usuarios y usuarias con un menor grado de intimidación que rebaja las expectativas de alteración del orden; también nos permite una mejor atención a usuarias víctimas de violencia de género que acuden a los servicios médicos para ser atendidas a la hora de exponer sus circunstancias y miedos ante unos hechos extremadamente graves y que les genera una sensación de gran vulnerabilidad". En esa misma línea, para Antonio Cuadro, "la mujer proporciona una visión diferente al contexto, su capacidad de negociación y de autocontrol aporta serenidad a las actuaciones".

Paridad

Apostar por la paridad en los servicios, ¿tiene impactos positivos o negativos? Para Ramos, sin duda, tiene impactos positivos en las plantillas de vigilantes de seguridad. "La integración de mujeres en los equipos de trabajo añade ventajas y beneficios y la posibilidad de abordar un mayor número de situaciones diferentes al disponer del recurso 'femenino' en el equipo de trabajo (mediación con usuarias, mediación con VVG, comprobaciones en usuarias femeninas…). En ningún caso 'restan', dado que la formación y preparación para el desempeño de sus funciones son las mismas que para un hombre".

De pequeño, relata Antonio Cuadro, “estudié en el único colegio mixto que había en mi pueblo. Todos mis trabajos los he realizado con compañeras y nunca he entendido que se discrimine a la mujer por el hecho de serlo. Creo que esta sociedad debe de realizar muchos cambios en este sentido y, un buen ejemplo a seguir, está siendo la seguridad privada que, desde la incorporación de la mujer al sector, tanto sus competencias, funciones, salarios, etc., están en igualdad con los hombres”.

Sin embargo, la apuesta por la integración de mujeres en puestos y actividades de seguridad no es posible sin la colaboración y entendimiento de los clientes, en este caso, reconoce Ramos, "del Servicio Andaluz de Salud de Cádiz –al que agradecemos su apoyo y colaboración activa para que podamos trabajar en la equiparación numérica de género en sus servicios de vigilancia y protección– ni de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que apoyan y dan ejemplo, en este sentido, dentro de sus propias instituciones, agradeciendo particularmente la labor de la Unidad Territorial de Seguridad Privada de Cádiz y el grupo de trabajo de Seguridad Privada de Jerez de la Frontera".

Carmen García López.

Carmen García, vigilante de seguridad

Carmen García López trabaja actualmente como vigilante de seguridad en el Hospital Universitario de Jerez de la Frontera. No entraba para nada dentro de sus pensamientos dedicarse a ello pero, asegura, "hoy en día estoy muy orgullosa de ello". Fue a través de unos amigos quienes le animaron para que realizara un curso que le ha cambiado la vida.

A partir de ahí, siempre está en formación continua. El último curso que ha realizado, cuenta, "ha sido sobre la Legislación vigente en el ámbito de la Seguridad Privada y Contraincendios; son cursos anuales, diferentes cada año, de 20 horas, y la verdad que nos sirven de ayuda para nuestras funciones, aunque a veces la teoría no concuerda mucho con la práctica por las diferentes circunstancias de cada servicio".

Para García esta es la profesión por la que se gana el sueldo para poder vivir, además de, reconoce, "ayudar al ciudadano en lo que se pueda y aportar mi granito de arena a la sociedad".

Con respecto a sus compañeros, en concepto de salario y trato personal, no observa ninguna diferencia y de hecho, insiste, "hacemos prácticamente las mismas funciones que el personal masculino". Actualmente, considera, "no existe rechazo hacia nosotras, aunque nos ha costado demostrar en un gremio masculino que las mujeres pueden realizar las mismas funciones que los hombres". Lo que sí es cierto, asume, es que hace años "las empresas eran reticentes a contratar personal femenino para servicios conflictivos. A día de hoy, el personal femenino se encuentra en todos los servicios que puedan tener contratados".

Desde su perspectiva, "las mujeres aportamos serenidad a la hora del diálogo para solucionar alguna incidencia, tanto con pacientes como con familiares o usuarios. Intentamos empatizar con ellos y ponernos en su lugar. El diálogo mucha veces evita muchos conflictos en mi centro de trabajo y, desde el punto de vista legal, somos las únicas autorizadas para realizar el cacheo femenino. En ese sentido los compañeros masculinos están muy limitados".

Tal es así que, hace años, prestando servicio en su centro, llegó una patrulla de la Policía Nacional requiriéndole para cachear a una detenida que se encontraba en esos momentos en las dependencias de Comisaria, ya que en esos momentos carecían de personal femenino para poder realizarlo. "Me tuve que desplazar a comisaría con la autorización de mi inspector, realizando tal cacheo y, seguidamente, volver a mi servicio para terminar mi jornada laboral".

A nivel de vigilante de seguridad, concluye García, "tenemos las mismas oportunidades que el personal masculino". No obstante, lamenta, "es difícil encontrar a mujeres desarrollando cargos directivos, así como jefas de Seguridad, directoras de Seguridad o gerentes".

Lourdes Jiménez Gallego.

Lourdes Jiménez, vigilante de seguridad

Lourdes Jiménez Gallego nunca pensó en dedicarse a la seguridad privada y, sin embargo, presta servicio en el Hospital Universitario de Jerez de la Frontera desde el año 1994. Hace 25 años, nos cuenta, por necesidades del servicio, "hacía falta personal femenino en algunos centros, ya que en las intervenciones con mujeres los compañeros tenían su trabajo muy limitado. Los centros públicos demandaban la figura del vigilante de seguridad femenino". No ocurría lo mismo, no obstante, con los centros privados, "ya que el cliente todavía recelaba de la figura femenina". Desde que está en Clece Seguridad, ha realizado 40 horas de formación en uno de los cursos, afirma, "más ajustados a la realidad de nuestro trabajo, como pueden ser el de vigilantes hospitalarios o el de sistemas de videovigilancia".

El o la vigilante de seguridad es la persona de referencia en cualquier centro al que nos dirigimos si queremos alguna indicación o cuando tenemos algún problema. Por eso, explica, "es un trabajo satisfactorio saber que estás para ayudar a los demás, ya sean trabajadores del centro o usuarios del mismo". La diferencia más evidente para una vigilante en el propio sector es el porcentaje de plantilla femenina en las empresas de seguridad privada. "Es mínimo –relata Gallego– y en algunas empresas casi inexistente. De hecho, hay muy pocas mujeres en cargos intermedios y directivas".

La única tarea que no puede realizar por ser mujer, reconoce, "es el registro corporal externo a hombres, es decir no puedo cachear a un hombre, al igual que un vigilante de seguridad masculino no puede cachear a una mujer”. “Nosotras –añade– aportamos muchas cosas a la profesión". En primer lugar, "en un conflicto con un hombre agresivo suavizamos la situación, ya que el agresor no nos percibe como figura amenazante. Y si la persona agresiva es mujer, se identifica con nosotras y nos es más fácil solventar el problema. Somos más dialogantes y, por tanto, mas resolutivas en situaciones difíciles. La mayoría de las incidencias las resolvemos sin necesidad de emplear la fuerza, es más bien un trabajo psicológico. Por supuesto, hay casos en los que el diálogo no es productivo y hay que emplear otras técnicas, pero nada que una mujer bien formada no pueda realizar".

Por regla general, no hay rechazo hacia una mujer vigilante. En el caso de Gallego, "lo hubo hace muchos años pero, afortunadamente, esos tiempos pasaron. Sí conozco compañeras que todavía son apartadas, tanto por compañeros como por mandos intermedios. Pero como no es políticamente correcto, lo hacen de forma soterrada e indirectamente".

Sin embargo, sí se ha tenido que enfrentar a muchos mitos por ser mujer y vigilante. El más típico, comenta, "que la mujer no tiene suficiente fuerza física para repeler las agresiones de un hombre. Cualquier persona, hombre o mujer, con la preparación adecuada, puede repeler una agresión". También otro muy común, continúa, "que es pensar que, por ser mujer, nos da miedo realizar rondas solas en instalaciones de noche o a oscuras ¡qué tontería!". Y, por supuesto, "que acudimos a los requerimientos acompañadas de otro compañero por ser mujer, cuando la realidad es que se procura que el vigilante (hombre o mujer) no acuda solo a ningún lugar, siempre que se pueda". A Gallego le gustaría, antes de jubilarse, aunque lo ve difícil, "que cuando se promocione a algún compañero, se hiciera por méritos, gracias solo a su preparación". Del mismo modo, aclara, "tampoco estoy a favor de la discriminación positiva, solo por el hecho de ser mujer no mereces un puesto u otro". Por último, concluye, "agradecerles a todas las personas que me lo pusieron difícil en su momento ya que, gracias a ellas, hoy soy más fuerte".

Lo necesario para ser un buen vigilante

Según Jorge Juan Ramos, el hombre no protege ni mucho menos mejor que la mujer. Un buen vigilante, explica, "se distingue por su preparación, formación y discreción, indistintamente de su género, aspecto físico o condición cultural. Es mucho más importante su labor y la capacidad de prevenir o avisar correctamente de acciones que puedan atentar contra las personas físicas o jurídicas que su capacidad para actuar una vez se ha producido la acción dañina, para lo que también debe estar preparado".

Además, prosigue, "no cabe en mi entendimiento de la sociedad del siglo XXI la existencia de trabajos masculinizados; sí el concepto de equiparación numérica de género en ciertos trabajos. Por tanto, opino que debemos facilitar o realizar lo que venimos denominando socialmente como discriminación transitoria positiva en trabajos donde exista un agudizado desequilibrio numérico de género, tanto para trabajos masculinizados como para los feminizados".

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