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Okupas en el edificio de Náutica

El histórico edificio situado frente a la Caleta se viene abajo con ocupaciones ilegales en su interior y sin ningún futuro cierto

Un okupa en el interior del edificio de Náutica / Lourdes De Vicente

Un valioso pasado de intensa actividad y generaciones de gentes del mar formadas entre sus paredes. Un presente resistiendo cada vez con menos armas y fuerzas el paso de los días y los embistes del viento y de la lluvia. Y un futuro que directamente no existe. Así se mantiene, cada vez más debilitado, el edificio de Náutica, que como último símbolo de su degradación y de su situación de abandono refleja señales de ocupación ilegal que suponen además un serio peligro por el riesgo de desprendimientos que presenta el inmueble.

La rehabilitación del Olivillo para convertirse –en el futuro, porque por ahora este edificio de la glorieta Simón Bolívar permanece cerrado– en Centro de Transferencia Empresarial gestionado por la UCA deja a Náutica en un todavía más evidente mal estado de conservación, reflejando además un progresivo deterioro que hace saltar las alarmas por el mal estado que presenta algunas zonas del amplio inmueble que separa el Olivillo y Empresariales y que rompe ese cordón universitario que se pretende crear.

El último problema que tiene Náutica, que se ha convertido en otra china en los zapatos de la Junta de Andalucía en Cádiz, es la ocupación ilegal de personas, que supone además un evidente peligro por el mal estado del edificio, que ya hace tiempo necesitó incluso de un vallado perimetral y de señalización advirtiendo de la posibilidad de derrumbe.

Al menos una persona ha sido vista por este periódico pasear por el interior de Náutica, escaleras abajo y pasillo arriba. Además de este okupa que ha sido visto, desde la calle también se observan signos evidentes de la presencia de okupas que han utilizado este histórico inmueble como lugar de pernoctación y residencia. Así, por ejemplo, la fachada principal del edificio deja ver colchones, literas y alguna que otra botella (aparentemente de cerveza) sobre el mobiliario de uno de los pasillos que se dejan ver desde la calle. Signos de vida en un edificio cada vez más cercano a la desaparición.

Colchones, literas y botellas se observan desde la calle en un pasillo de Náutica. / Lourdes de Vicente

Esta realidad sería el remate a un despropósito que suma ya más de una década –el edificio cerró sus puertas a mediados de 2008– y que no parece que tenga solución a corto ni a medio plazo. El actual propietario del inmueble es la Junta de Andalucía, que hasta ahora no ha tomado una decisión respecto al futuro, a un nuevo uso, o a la operación que podía llevar adelante para volver a darle vida al edificio e incluso para impedir su deterioro y derribo, teniendo en cuenta lo destacado de su arquitectura.

En relación a la evidente ocupación ilegal, aparentemente desde la calle no se observa posibilidad ninguna de acceso a su interior, ya que las opciones que pudieran existir han sido o bien cegadas con ladrillos y cemento, o bien con vallas de elevada altura que ponen muy difícil ser salvadas. Por tanto, es una incógnita el punto débil que los okupas han encontrado para acceder a Náutica.

El edificio ‘luce’ en la actualidad vallado en todo el perímetro que da a la calle, con prácticamente todas las ventanas de la fachada retiradas (salvo muy pocos cristales que se mantienen en pie), y con determinadas zonas prácticamente ya en la estructura, sin revestimiento alguno. Llama la atención especialmente el puente de mando que corona el edificio, que aparece descarnado y con algunas de las columnas que lo unen a la cubierta en un preocupante estado raquítico.

El puente de mando que corona el edificio de Náutica / Lourdes de Vicente

Esto se suma a una fachada en la que se han ido cayendo –a la vía pública, con el peligro que conlleva– trozos del revestimiento de color blanco, y a unas medidas de protección que en algunos casos han dejado de ser ya viables, como las redes que en su momento se colocaron precisamente en el puente de mando y que ya lucen rasgadas y con roturas que hacen perder la función para la que se colocaron en su momento. También se observa desde el exterior techos derrumbados en algunas de las estancias o pasillos del edificio actualmente ocupado.

El grado de abandono de Náutica es tal que en la acera de la calle Matía, clausurada a los peatones precisamente por ese vallado perimetral de seguridad, se levantan grandes matorrales –y algo más– que han ido creciendo ante la impasible mirada de una ciudad que vio perder la actividad formativa que se realizaba en este gran edificio y que ahora ve cómo lo que queda de Náutica se va apagando sin que la propietaria –la Junta de Andalucía– ni nadie ponga remedio alguno.

Uno de los matorrales que crecen en la acera junto a Náutica / Lourdes de Vicente

Otro enclave de la ciudad al que llega la ocupación ilegal

Da la impresión de que la ciudad se ha habituado a ver en su escenario cotidiano edificios e infraestructuras que están ocupadas por personas y convertidas en permanentes viviendas sin que autoridades ni servicios sociales intervengan; entre otros motivos, por la salud de esos propios ocupas, por la higiene de la zona o por la protección al patrimonio histórico, entre otros motivos.

El último ejemplo es este del edificio de Náutica, cuya presencia de personas en el interior supone un grave peligro ante el mal estado que presenta un inmueble que lleva más de una década desocupado y deteriorando su estado.

La ocupación de Náutica se suma a la que se mantiene en el tiempo en el teatro Pemán en el interior del Parque Genovés, en el interior de la pérgola de Santa Bárbara, incluyendo los accesos al aparcamiento subterráneo que tanta inseguridad generan; o los glacis de las Puertas de Tierra, cubiertos por lonas, sábanas y cartones en todo el frente que coincide con la Audiencia Provincial. También en la Zona Franca se ha denunciado en diversas ocasiones la ocupación ilegal de determinadas naves, lo que provocó hace algunas semanas un incendio que no fue a mayores.

Son estos algunos de los puntos de una Cádiz okupada que deja en situación de riesgo a los propios protagonistas de las ocupaciones y que desemboca en otra serie de problemas.

Esto se suma a la también decepcionante realidad de las personas sin hogar que se mantienen durante todo el año en las calles, incluso en épocas como la actual con las temperaturas tan bajas.

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