Oxígeno a paso militar

Recepción de una de las fragatas venezolanas construidas por Navantia.
Recepción de una de las fragatas venezolanas construidas por Navantia.
Pedro Ingelmo

11 de septiembre 2018 - 01:33

Cádiz/La polémica sobre construir barcos para fines bélicos es un "dilema moral", como se define en Podemos, relativamente nuevo en los astilleros de Cádiz. No ha sido ese mercado donde habitualmente se competía, pero ahora no hay muchos más nichos donde hacerlo. Si fuera por los petroleros o por la reparación de cruceros, que son las otras cargas de trabajo que está teniendo Navantia en los últimos tiempos, no habría para sostener las tres plantas que siguen en pie jalonando la Bahía: San Fernando, Puerto Real y Cádiz, tan cerca unas de otras, pero todas dependiendo de tener sus propios proyectos. En ese sentido, para San Fernando, el contrato con Arabia Saudí, país en guerra con Yemen, una guerra de la que hay muy poca información, ha sido la vida. 6.000 puestos de trabajo hasta el año 2022 es de lo mejor que le podía pasar a este astillero en mucho tiempo.

La relación de Navantia Cádiz con el mercado internacional de Defensa se remonta dos décadas atrás, cuando en el año 2000 sale de Puerto Real el Buque de Aprovisionamiento en Combate Cantabria. El Cantabria era un buque moderno, ligero, eficaz y muy bien construido. Abrió las puertas y convencería a la Armada australiana para encargar dos buques similares. Australia puso a Cádiz en el mapamundi del sector y la Armada española, con el impulso de la ministra Carme Chacón, se sumó y encargó los BAM (acción marítima).

El siguiente contrato también despertaría polémica como ha pasado ahora con el encargo saudí. Fue el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero el que negoció directamente con Hugo Chávez la construcción en Cádiz de ocho fragatas para el ejército venezolano, ya entonces en el punto de mira de la derecha española antes de desembocar el régimen chavista en lo que hoy es: un país sin norte pilotado por un personaje que parece haberse desprendido por completo de la realidad Nicolás Maduro. Pero lo cierto es que entonces el negocio petrolífero venezolano tenía caja para pagar los 1.300 millones que llegaron a dar trabajo en el momento más intenso del proceso a 12.000 trabajadores. Y no debe de sentirse culpable la Bahía de Cádiz de que el chavismo se haya convertido en una máquina de generar emigrantes que huyen de la miseria. Se pidieron unas fragatas, se construyeron y se entregaron en tiempo y forma. sí es más o menos como funciona un negocio. Si te piden que les hagas unas tijeras, el fabricante no suele preguntarte para qué las vas a utilizar. Y si, de repente, te has colocado en el mercado como fabricante de tijeras, lo lógico es que hagas tijeras si tienes pedidos de tijeras. Podrías decir que preferirías hacer peluches, ya, pero entonces anúnciate en las webs de peluches. Con la industria militar viene a ser lo mismo.

El contrato de Arabia de las corbetas ha implicado a dos monarcas, dos presidentes del Gobierno y dos presidentes de Navantia que consiguieron arrancar siete millones de horas de trabajo para San Fernando y algo caía de pedrea para Puerto Real, que se iban a quedar con 30 bloques de acero. Mientras Cádiz se maneja con sus reparaciones de cruceros y con un buen acuerdo con la compañía Carnival para los dos próximos años, Puerto Real se quedaba de brazos cruzados tras la finalización de los petroleros. En ese sentido, el pedido saudí significaba para Navantia años de tranquilidad. Es una empresa pública que no respira hasta que no hay nuevos pedidos y con la espada de Damócles de cuentas que nunca acaban de estar saneadas. Si a un pedido no le sigue otro, Navantia zozobra.

Todo esto lo sabe la industria auxiliar, que desde hace tiempo vuela por su lado e intenta buscar tarea propia para no depender en exclusiva de lo que pueda contratar el Estado. La exquisitez de la ministra de Defensa no da seguridad a las contratas que no quieren ser identificadas con su principal cliente, que no es otro que Navantia. En Navantia saben que o los diplomáticos son capaces de solucionar esta rabieta árabe o van a tener muy difícil volver a encontrar una carga de trabajo ni parecida a ésta. Y entonces los más pesimistas piensan que los astilleros quedarán para reparar cruceros. Y eso no da trabajo a demasiada gente. Lo que nos faltaba, vaya.

España, en el plan de turismo saudí para el futuro

Arabia Saudí prevé incrementar la capacidad de turistas de los 8 millones que recibe actualmente al año, a 30 millones, a través de la ampliación de infraestructuras como el aeropuerto. Todo esto requiere proyectos de transporte y las emesas españolas se han colocado en un extraordinaria posición. Además del macroproyecto del AVE que une Medina y La Meca, por el consorcio de empresas españolas -entre ellas, Ineco, Adif, Renfe, ACS, Abengoa, Indra, Talgo, OHL o Copasa-, hay otros contratos del sector adjudicados a empresas españolas. FCC se ha adjudicado el metro de Riad y la gestión de la compañía municipal de autobuses de La Meca la ha ganado la compañía española Consultrans. El dilema moral es grande. Arabia no es un país agradable, pero tiene tanto dinero...

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