Pánico a la trompeta
Las hermandades invierten muchos miles de euros en la música para que el Consejo venga a imponer cuándo se tocan marchas y cuándo no en una procesión
DOMINGO de Ramos pasado: el Despojado inicia su camino de regreso a Salesianos por Arquitecto Acero y Campo del Sur, cuando tres miembros de la permanente salen apresuradamente de la Catedral, gritando uno de ellos "sin música, sin música, sin música". Miércoles Santo: cuentan que otro miembro de la permanente presumía por la mañana en Santo Domingo de que conseguiría que Ecce-Homo realizara el traslado a San Pablo el Sábado Santo "sin música" (como así fue, en contra de la voluntad de la hermandad). 6 de septiembre próximo: la permanente va a proponer un reglamento en el que queda confirmado que en la calle Cobos hay verdadero pánico a la trompeta. Con la intención de fondo de poner orden a las situaciones que se pueden generar cuando la lluvia (o su amenaza) hace acto de presencia en la calle y una cofradía no puede (o no quiere) completar la carrera oficial y regresa a su templo por un itinerario diferente al previsto -cosa que es de alabar que se mejore, para evitar situaciones como las de esta última Semana Santa- logra el equipo de Martín José García colocar una perlita entre el articulado elaborado, escondida concretamente en el último párrafo del artículo cuarto: "si se modificara el recorrido sin completar la carrera oficial la cofradía deberá llevar a cabo su traslado(...) de la forma más rápida posible(...) sin música o con el acompañamiento sólo de tambores". Toma ya.
De golpe y porrazo, el Consejo quiere apropiarse de la función de la junta de gobierno de una hermandad para decirle a ésta cuándo tiene y cuándo no tiene que sonar una marcha procesional a lo largo de una salida. Deberían saber en Cobos que la contratación de las bandas (ya sean agrupaciones, de cornetas o de plantilla completa) suponen una inversión bastante fuerte para las hermandades, lo que significa que sus hermanos realizan un gran esfuerzo para tener en la calle el acompañamiento musical que se considere más adecuado o que se pueda permitir cada corporación. Y al mismo tiempo, deberían saber también (al final va a ser mala idea haberse cargado los cursos de formación, pero una formación básica) que la música en el culto es un elemento más que sirve para solemnizarlo, ya sea durante una función eucarística en el interior de una iglesia o durante una procesión por las calles (que no deja de ser un culto más, aunque de puertas para afuera).
Son muchos miles de euros los que dedican las hermandades a este apartado para que ahora el Consejo imponga el silencio de las trompetas cada vez que se acerque una nube o caigan tres gotas. Tendrán que explicar en Cobos por qué sí admiten tambores pero no el resto de instrumentos. O si esta norma caprichosa afecta también a los tríos de capilla que acompañan a las hermandades sobrias.
Hay que partir de la base que el hecho de darle más capacidad de decisión al delegado de día -qué feo queda eso de jefe- para que articule los regresos apresurados o por itinerarios distintos al previsto cuando el tiempo es inestable es algo que se puso de manifiesto esta última Semana Santa. No puede volver a ocurrir, por ejemplo, que Las Penas aguarde en Compañía a que se aclarara la situación de Despojado y Cena en la Catedral, que Prendimiento no pueda apresurar su camino al Carmen porque la cofradía de delante no se lo permita, o que Caído tenga que interrumpir su camino porque Piedad decide regresar a Santiago y recoger los pasos con sus respectivas maniobras. En todos esos casos tuvo que haber un delegado de día, o el Consejo en sí, que articulara esos regresos para hacerlos coordinadamente y sin afectar a ninguna cofradía.
Pero, desgraciadamente, lo que ha hecho el Consejo es parecerse, y mucho, a las anteriores permanentes que han pasado por Cobos y caer en el mismo error que ellas: querer imponer su criterio al de las propias hermandades, articular todo al criterio y capricho de los consejeros de turno e ir contra los intereses de cada hermandad. ¿Por qué tiene que entrar el Consejo en algo tan particular como que suenen o no marchas si una cofradía regresa a su casa con cierta prisa por el mal tiempo? ¿Por qué el público de la calle no puede escuchar una sola marcha si amenaza lluvia? ¿Por qué ese afán por normativizar algo tan secundario y tan particular de cada caso que se presente en la calle?
A lo mejor, el problema de todo este entuerto que está a punto de crear la permanente (mucho nos tememos que los hermanos mayores acepten la propuesta de reglamento el próximo día 6) es que la carrera oficial no es la idónea, necesita una revisión, un nuevo itinerario, un nuevo sentido. Una reforma, en definitiva, sobre la que han querido pasar de puntillas. Igual es más fácil censurar una trompeta que meterse a arreglar la carrera oficial. Como si a ritmo sólo de tambores se arreglaran los problemas de la Semana Santa de Cádiz...
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