El Paseo Marítimo que descubrió la playa de Cádiz
CADIZ, BARRIO A BARRIO
Uno de las vías más relevantes de la ciudad comenzó a urbanizarse a mediados del siglo XX aunque su gran transformación llegó con la democracia
La segunda revolución del Paseo Marítimo
El ático más grande del Paseo Marítimo tiene una terraza tan grande como un piso
Cada año, cientos de familias gaditana comenzaban la temporada de verano cargando sillas, mesas, el cubo y las palas para hacer castillos de arena y otros utensilios de playa y los dejaban apilados en las casetas de mampostería que se levantaban a lo largo de todo el Paseo Marítimo.
Era el punto de reunión de familiares y amigos que, a modo del camarote de los Hermanos Marx, tenía una capacidad de almacenaje inexplicable.
Las casetas, complementadas con las de madera que se instalaban a pie de la arena y eran un poco más pequeñas, eran el santo y seña de la playa de la Victoria, junto a los bares precursores de los actuales chiringuitos, y los pequeños quioscos, proveedores de Mirinda, patatas fritas o helados para los más pequeños. Más lejos, en la frontera de Cádiz con Cortadura, se levantaban sin ton ni son casetas de madera de gran tamaño, a modo de pequeños hotelitos de verano, aprovechando que esta zona de la ciudad apenas estaba poblada.
Para llegar a esta situación, Cádiz tuvo que evolucionar mucho. Tanto en su modelo de ciudad como en su propio desarrollo urbanístico.
Desde siempre, y por aquello de que las murallas y los glacis cerraban la ciudad y dejaban los extramuros apenas habitados, la playa de Cádiz estaba en La Caleta, y los baños, separados por sexo e incluso por horas, se limitaba a esta parte del litoral y a lo baños del Carmen en la Alameda.
Hablamos de finales del XIX y principios del XX. Aquí es cuando un grupo de ciudadanos pone en marcha la Sociedad de Turismo (1910) con el fin aprovechar una nueva forma de economía que ya estaba asentándose en otras capitales del país.
Antes, en 1906, el progreso de las comunicaciones había abierto la veda de la ‘conquista’ de la Playa del Sur (la Victoria de hoy), al ponerse en marcha el tranvía entre Cádiz-San Fernando y La Carraca.
Todo ello acompañado por la apertura de un equipamiento esencial: el Balneario de la Reina Victoria, que pronto se convertirá en el epicentro del desarrollo playero de la ciudad.
La transformación física de la playa se iniciará en la década de los 50, cuando comienza la construcción, por tramos, del primitivo Paseo Marítimo. Una década más tarde, se iniciará la urbanización de esta vía. Si el PGOU elaborado tras la Explosión de 1947 promovía la instalación de edificaciones de baja altura o de chalés en la zona, la norma será pronto ignorada por el mismo Ayuntamiento que promoverá en esta década y, especialmente, en la de los años 70, la construcción de edificios de gran altura, a escasos metros de la playa y creando, así, una barrera de hormigón que, al poco, provocará una grave pérdida de arena en la Victoria.
Esta crecimiento desmesurado se concentrará especialmente entre el Hotel (municipal hasta 1953, cuando se venda para financiar la construcción del estadio Carranza, y derribado en los años 80 para levantar el actual edificio) y Cortadura. Desde Ingeniero la Cierva, donde el Paseo Marítimo apenas contaba con casetas, las edificaciones en altura serán menores especialmente a medida que nos acercarnos a la Puerta de Tierra.
Quienes llegan al gobierno municipal con los ayuntamientos democráticos, en 1979, se encuentran con una línea de playa con un diseño anticuado, con una grave pérdida de arena y con una zona acolmatada.
Ante esta situación, el equipo de Carlos Díaz toma una decisión arriesgada pero, a la vez, muy necesaria: la remodelación integral del Paseo, eliminando las casetas. El proceso se inicia a mediados de los años 80. El proyecto, de Manuel González Fustegueras, obtiene un premio nacional en el tramo hasta Cortadura. Por fin, una vía moderna, con una playa socializada. Hasta Puerta de Tierra, se cambia el diseño a la vez que apenas se realiza un lavado de cara desde el cementerio.
La tragedia en la playa de Santa María del Mar, cuando grandes piedras caen sobre una familia matando a varios de sus miembros, provoca su remodelación. Esta vez, el Estado sí pone dinero para la obra, lo que no había pasado con el resto del Paseo Marítimo.
Con Teófila Martínez se potencia el uso lúdico de las playas, con más chiringuitos, el cine de verano, actividades para mayores, acceso para personas con movilidad reducida. Y se instalan grandes focos, con más de una queja, para alumbrar la arena de la playa durante la noche.
Playa que recibe también la masiva presencia de personas para celebrar la ‘barbacoa del Trofeo Carranza’, que estuvo a punto de provocar una quiebra ecológica para todo el recinto.
Recinto que, además, siempre se ha considerado por el Ayuntamiento de turno como “la gran zona verde” de la que la ciudad no puede disponer por la falta de suelo.
Ya con Kichi, el uso privativo de la playa provocó más de un conflicto con los chiringuitos, a la vez que se afrontaba el cambio más relevante en el Paseo desde su construcción treinta años antes: la peatonalización en el tramo entre el Playa y Cortadura, y la ampliación del acerado en el tramo restante, todo ello acompañado por un flamante carril bici.
Gana el peatón
Ha sido este último proceso un gran paso modernización de relevancia. Un modelo de ciudad inclusiva y sostenible donde el peatón gana al automóvil privado, como está ocurriendo en media Europa.
Más allá de esta peatonalización (que como tal eliminó plazas de aparcamientos), hay un aspecto que el Paseo Marítimo mantiene intocable desde hace años, sea cual sea el partido que gobierne desde San Juan de Dios: el precio de la vivienda.
Todo de segunda mano, pues el suelo para nueva planta está casi totalmente agotado, el Paseo es la zona más cara de la ciudad, en competencia con pisos en la Alameda, Bahía Blanca o la vecina Avenida.
El disparate es tal que están en el mercado (y aunque se tarde, acaban vendiéndose) pisos cercanos al millón de euros. E incluso por encima de esta cifra en algún ático de grandes terrazas. Todo en una vía que en épocas pasadas, ya menos, han tenido su segunda residencia madrileños, vascos, extremeños y algún sevillano como base para sus vacaciones estivales.
La peatonalización ha reforzado también el potencial hostelero del Paseo, con especial incidencia en el tramo de oro del mismo, entre Isecotel y el Playa, especialmente con los nuevos locales que han acompañado al nuevo Hotel Cádiz Bahía.
El Ayuntamiento anuncia, para el nuevo mandato si la actual coalición se mantiene en el poder, una modernización de todo este viario, que ya comienza a ser necesaria, por lo menos en lo que supone igualar el diseño de su trazado y en la modernización de su mobiliario urbano.
Varela y Asdrúbal
Este recorrido por la ciudad nos lleva también a dos espacios urbano directamente conectado con el Paseo Marítimo: Varela y Asdrúbal.
El primero de ellos, nacido del derribo del cuartel de Infantería hace tres décadas, se ha transformado en una pequeña ciudad muy dinámica, con una variedad de comercios, incluido un mercado, que permite casi la subsistencia diaria de sus vecinos.
Desgraciadamente el parque arqueológico, que podría haber tenido un impacto económico más importante, se ha convertido en un parque canino que desanima a un uso ciudadano más activo.
Igualmente, Asdrúbal cambió su plaza de toros, derribada en 1976, por una plaza pública y bloques de pisos. Un espacio urbano necesitado de un mejor mantenimiento por parte del Ayuntamiento.
Toda esta trama urbana, incluyendo Santa María del Mar y la vecina Bahía Blanca, tienen en común la ausencia de un centro de salud. Cuando en su día el SAS elaboró el mapa para la construcción de los centros sanitarios, se preveía uno para toda esta zona. Nunca se construyó, aunque se plantearon locales para ello, lo que hace que el vecindario tenga que ir hasta el centro de Brunete.
Lo Mejor
Un espacio moderno
Cádiz dio un paso de modernidad a mediados de los años 80 con el derribo de la casetas de la playa y la construcción de un flamante, y premiado, Paseo Marítimo. Curiosamente para financiar la obra el Ayuntamiento utilizó parte de los fondos que recibió del Estado tras el rescate del puente Carranza. Cerca de cuarenta años después, el Paseo afronta una nueva remodelación, tras varios retoques a lo largo de estos años. Una primera fase ya se ha ejecutado, con la peatonalización y la instalación del carril bici; en el próximo mandato de la Corporación se afrontará el arreglo de todo el firme, igualando el modelo de suelo, y renovando también el mobiliario urbano. Todo ello, además, impulsa al sector hostelero.
Lo Peor
Los precios imposibles
El desarrollo inmobiliario de Puerta Tierra durante el franquismo fue un conjunto de caos y destrozo de los espacios públicos. Aunque en general extramuros creció mal y desordenado, fueron tres los espacios con un desarrollo más negativo: la Segunda Aguada, La Laguna y el Paseo Marítimo. Esta último, según el PGOU que se redactó tras la Explosión de 1947, iba a destinarse a pequeños chalés o edificios de baja altura, potenciando su carácter turístico. Por el contrario, se levantaron grandes edificaciones. Hoy todo, salvó dos chalés, está ocupado. No hay plaza libre y, además, con viviendas en el mercado inmobiliario que alcanza los precios más altos de la ciudad, con cifras que superan los 700.000 euros.
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