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Espacios públicos
Cádiz/La estampa no es nueva. Se reproduce todos los años por esta época. Decenas de personas sin hogar que habitualmente pernoctan a lo largo del resto del año en calles resguardadas de las inclemencias del tiempo se trasladan en verano a alguna sombra a pie de playa donde las temperaturas son más benignas.
A ellos, a los sin techo censados y atendidos habitualmente por los Servicios Sociales, a quienes siguen durmiendo en la calle por falta de un hogar, vienen a sumarse ya a partir de finales de junio otros grupos de personas, con domicilio fijo o sin él, nacionales o extranjeras, con recursos o sin ellos, con una mochila y una tienda de campaña de oferta como únicas pertenencias, que huyen de las altísimas temperaturas del interior y deciden veranear en Cádiz como puede hacerlo cualquiera. Con la diferencia de que acaban utilizando cualquier parterre de césped de los pocos que quedan en la ciudad para plantar allí un improvisado campamento urbano sin las mínimas condiciones higiénico-sanitarias y de dignidad. Infringiendo las ordenanzas municipales, que lo prohíben. Y con total tranquilidad e impunidad, a juzgar por los muchos días que llevan allí.
Como puede observarse en las fotografías esto está pasando en el lateral que da al mar de la Peña Flamenca La Perla de Cádiz, si bien es complicado saber si se trata de las personas desalojadas recientemente del campamento que se estableció en uno de los fosos de las Puertas de Tierra justo después del vallado del ala de las Bóvedas de Santa Elena situada detrás de la Audiencia Provincial, a las puertas del Museo del Títere.
También vuelve a ocurrir en los bajos del Balneario de La Palma, en La Caleta, después de que el arenal se desocupase y desinfectase al inicio de la temporada de playa. Ya las puertas del Castillo de Santa Catalina, donde han plantado una tienda de campaña sobre el duro pavimento en este caso y donde es habitual que monten un mercadillo con baratijas, restos de deriva de las mareas y alguna pintura.
Mientras tanto, los bajos de Entrecatedrales, ese privilegiado espacio diseñado por Alberto Campo Baeza en el entorno del Bien de Interés Cultural (BIC) más emblemático de Cádiz, su Catedral, sigue convertido en una especie de menos que precario y vergonzoso, por infrahumano, campamento de refugiados sociales, en este caso más que permanente, como atestiguan las sábanas tendidas, los colchones y hasta el mobiliario.
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