Cuando la Plaza de Mina tenía un emparrado

Historia de Cádiz

El autor se aproxima a la historia de este espacio de la ciudad desde que aún fuera conocida como Nuestra Señora de los Remedios, para pasar luego a convertirse en San Francisco

Primera fotografía de la plaza por Gaudin en 1856 donde vemos el emparrado en dirección a la Casa Pinillos con el actual museo a la derecha.
Primera fotografía de la plaza por Gaudin en 1856 donde vemos el emparrado en dirección a la Casa Pinillos con el actual museo a la derecha. / Colección De Joaquín Miguel Bonnemaison
Joaquín Miguel Bonnemaison
- Graduado en Humanidades e Investigador

01 de octubre 2023 - 06:00

Para aproximarnos a la historia de esta tan querida plaza es indispensable en primer lugar abordar la del convento e iglesia que le dieron sentido. Para este fin me voy a basar en el Manual del Viajero en Cádiz del alcalde Adolfo de Castro de 1859. En primer lugar, nos explica como el verdadero nombre de la misma en un origen fue el de Nuestra Señora de los Remedios, pasando luego a San Francisco. Las primeras piedras para su construcción fueron puestas el 5 de marzo de 1566 bajo la atenta mirada de su fundador, el Padre Fray Juan Navarro, avanzando las obras muy deprisa. Tengamos en cuenta que por aquel entonces todo este espacio era parte del Campo de la Jara y que solo se habían levantado algunas casas, sin embargo y como refiere Smith es curioso como el Padre Juan ya atisbó que esta zona sería de las más importantes de la ciudad en un futuro. Para la construcción de la misma éste dispuso que se sacase la piedra ostionera del espacio comprendido en el actual Parque Genovés (Paseo de las Delicias en 1859). Hacia 1665 la construcción fue reedificada en un proceso que se alargaría hasta 1705, adoptando la apariencia que conocemos en nuestros días, con la excelsa torre campanario, la iglesia, el convento y su huerta, en el cual y en base al testimonio del académico Antonio Ponz de 1792 descansaba un ancestral drago del que se obtenía una sabia roja denominada sangre de dragón que era aprovechada por los médicos del Real Colegio de Cirugía, primero de su clase en Europa e instaurado en Cádiz.

Fotografía de Rocafull del año 1884 que muestra la fachada de la Academia de Bellas Artes con la Casa Pinillos al fondo y el Callejón del Tinte a la derecha.
Fotografía de Rocafull del año 1884 que muestra la fachada de la Academia de Bellas Artes con la Casa Pinillos al fondo y el Callejón del Tinte a la derecha. / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON

Dando el salto al siglo XIX nos situamos en la Desamortización de Mendizábal, más específicamente en 1836, en los orígenes de la plaza, los cuales abordaremos siguiendo el callejero de Smith de 1913 y la obra Historia Urbana de Cádiz de María Pilar Ruiz Nieto y Juan José Jiménez Mata. En primer lugar nos refieren el proceso de exclaustración del convento que dejó el viejo huerto, que estaba tapiado, destinado para plaza pública como se venía reclamando desde 1822, amén de las dependencias del convento ubicadas en el espacio donde el magnífico arquitecto Juan Daura proyectaría el nuevo edificio de la Academia de Bellas Artes, la cual se había ubicado hasta ese momento en el Palacio de Casa Recaño, junto a la Torre Tavira, por entonces del Vigía. También se encargaría Daura de la plaza que se habría de llamar de Mina en homenaje al general liberal Espoz y Mina, proyectándose una estatua dedicada al mismo en el centro, sin que se llegase a ultimar dicho proyecto. De este modo se inicia la urbanización y ajardinado de la plaza de la siguiente manera, con tres hileras de árboles que dejaban en medio dos calles embaldosadas, estando estas cerradas por medio de dos hileras de bancos de piedra con respaldo de hierro fundido (como los actuales) y sobre la hilera interior de estos asientos un emparrado de hierro perteneciente al antiguo huerto. Por último, el espacio del interior de la plaza quedó simplemente empedrado, sin jardines, tal y como podemos apreciar en la litografía de Arnout de 1842, en la que también se vislumbra la Academia al fondo. Cabe destacar como este proceso de desamortización fue mucho más moderado y coherente que el llevado a cabo por Salvochea en 1873, derribándose únicamente el Convento de la Merced para levantar una fábrica de gas y destinándose el de Capuchinos para futuro manicomio.

En estos años se llegaría a proponer la instalación de un teatro en la plaza, el cual finalmente pasó a ocupar la actual Plaza del Falla (entonces de San Fernando), siendo construido en madera. De este modo y antes de llegar al siguiente punto de inflexión, vamos a destacar las primeras fotografías estereoscópicas de la plaza tomadas por los fotógrafos franceses Gaudin y Masson en 1856, 1858 respectivamente y una magnífica vista panorámica de fotógrafo anónimo donde se aprecian ya los jardines pero con el emparrado todavía, lo que la sitúa entre 1860 y 61. Por tanto, estas vistas nos muestran el curioso emparrado que sería eliminado en 1861, siendo aprovechado hasta ese momento por los vecinos del barrio que lo cuidaban y cosechaban. Por supuesto destacan en la vista panorámica las magníficas torres miradores de los edificios de la plaza, las cuales todavía conservaban sus mástiles destinados a las banderas para hacer señales a las flotas comerciales que entraban por la bahía. En ese mismo año se lleva también a cabo la instalación de los jardines por medio de rejas de hierro para el cercado, esculturas de mármol que representaban las cuatro estaciones a modo de decoración en el interior de los mismos y un proyecto de kiosco para bandas de música en el centro que desgraciadamente no se llevó a cabo, quedando en el lugar una simple farola de múltiples brazos. Estos jardines se encontraban dispuestos en forma de óvalo, rodeando el punto central, cerrándose durante las noches con unas ligeras verjas.

Litografía de Arnout de 1842 que nos muestra la plaza mirando hacia la Academia de Bellas Artes y la Iglesia de San Francisco, destacándose la parra y el pavimento central. Fuente C
Litografía de Arnout de 1842 que nos muestra la plaza mirando hacia la Academia de Bellas Artes y la Iglesia de San Francisco, destacándose la parra y el pavimento central. Fuente C / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON

En este punto sería interesante llevar a cabo un ligero repaso por las referencias que dejaron algunos viajeros. Eduardo Antón en su Guía del Viajero en Ferrocarril editada en 1864 nos cuenta que la Plaza de Mina era el paseo más concurrido durante las noches de verano, tal y como pasaba con la Alameda de Apodaca, destacando también lo frondosos que estaban los árboles y el detalle del emparrado. Esta referencia a las noches nos llevaría a un cuento popular gaditano recogido por Pedro Ibáñez Pacheco en su recopilación de 1876 llamado “Las Cursis”, donde el protagonista relata como una noche en que estaba tranquilamente sentado con su perro en los bancos bajo el emparrado escuchando a la banda de la Sopa que tocaba en el centro de la plaza, vinieron a sentarse con él un grupo de mujeres cursis, pues según dice él al no costar un cuarto sentarse en los bancos siempre estaban ocupados desde muy temprano. Otra alusión a la plaza nos la hizo el escritor Hans Christian Andersen durante su visita de noviembre de 1862, poco después de la de la Reina Isabel II, refiriéndonos éste como se hospedó en la Fonda de París que se ubicaba en la actual sede del Colegio de Arquitectos, siendo ésta desplazada en importancia por el Hotel de Francia y París a principios del siglo XX. Por último, el político italiano Adolfo de Foresta que nos visitó en 1879 refiere la presencia de una fuente en el centro de la plaza, lo que nos da una idea de la gran cantidad de cambios que ha sufrido este punto, más que chirigotas en los Carnavales. En este punto cabe destacar las fotografías de la plaza en este periodo que nos dejaron los fotógrafos de la Casa Laurent y el gaditano Rafael Rocafull. En el año 1887, durante el desmontaje de la Exposición Marítima, se encontró el sarcófago masculino, lo que desembocó en la inauguración del Museo Arqueológico en el Callejón del Tinte del que conservamos un precioso grabado basado en una fotografía de Rocafull. En este mismo espacio estaría tiempo después uno de los vástagos centenarios del drago original de Virgili (fundador del Real Colegio de Cirugía), él cual se dejó morir tras su caída por pura negligencia de la administración.

Fotografía de Rocafull de 1892 en que vemos el macizo central con la araucaria y las esculturas de las estaciones, mirando hacia el Colegio de Arquitectos, entonces Hotel de
Fotografía de Rocafull de 1892 en que vemos el macizo central con la araucaria y las esculturas de las estaciones, mirando hacia el Colegio de Arquitectos, entonces Hotel de / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON

La fuente se instaló con la llegada de las aguas a Cádiz y con el tiempo durante las décadas de 1880 y 90 sería retirada y sustituida por un parterre con una gran araucaria en su centro también retratada en otra fotografía de Rocafull. Ya a las puertas del siglo XX, en 1897 el alcalde Benito Arroyo emprendió la última transformación de la plaza, imponiéndose el gusto moderno, lo cual se tradujo en la retirada de las verjas de hierro y de la araucaria del centro, quedando solo el parterre lleno de hermosas flores y rodeado por las famosas esculturas de las estaciones, las cuales por suerte se han podido recuperar recientemente, tras haber sufrido muermosos actos de vandalismo en el pasado. De esta preciosa rotonda tenemos una magnífica tarjeta postal pintada por el artista sevillano García y Rodríguez que realizó toda una serie de vistas de la ciudad en estos años finales del siglo XIX y luego ya durante la segunda década del XX. Cabría también destacar la llegada del tranvía en 1907, el cual venía desde el Carmen, pasando por el lado de la Casa Pinillos y bajando finalmente por Antonio López rumbo al Barrio de San José en extramuros. También en estos años es necesario mencionar el magnífico estudio del fotógrafo gaditano Reymundo en el número 2 de la misma plaza. Respecto a la casa Pinillos, recordar que perteneció a la famosa naviera del mismo nombre que tantos transatlánticos puso en circulación rumbo a América y mil destinos más. A este respecto me gustaría reclamar su actual situación en la que permanece cerrada aun cuando había sido destinada para albergar la magnífica colección fotográfica del gaditano Ramón Muñoz, como extensión del Museo de Cádiz, ojalá vuelva abrir sus puertas y que pueda ampliar su colección fotográfica.

Grabado de la Ilustración Española y Americana del año 1887 que muestra el acceso al nuevo Museo Arqueológico desde el Tinte en base a una foto de Rocafull.
Grabado de la Ilustración Española y Americana del año 1887 que muestra el acceso al nuevo Museo Arqueológico desde el Tinte en base a una foto de Rocafull. / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON
Grabado de la Ilustración Española y Americana del año 1887 que muestra el acceso al nuevo Museo Arqueológico desde el Tinte en base a una foto de Rocafull.
Grabado de la Ilustración Española y Americana del año 1887 que muestra el acceso al nuevo Museo Arqueológico desde el Tinte en base a una foto de Rocafull. / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON
Magnífica fotografía de 1902 vendida por S. López en Ancha 12 que nos muestra Mina con las hileras de bancos y árboles además de las magníficas farolas modernistas.
Magnífica fotografía de 1902 vendida por S. López en Ancha 12 que nos muestra Mina con las hileras de bancos y árboles además de las magníficas farolas modernistas. / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON
Tarjeta postal Hauser y Menet editada en 1916 que nos muestra la plaza desde uno de sus ángulos en un momento de gran animación.
Tarjeta postal Hauser y Menet editada en 1916 que nos muestra la plaza desde uno de sus ángulos en un momento de gran animación. / colección de JOAQUÍN MIGUEL BONNEMAISON
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