“Podemos pensar que el ser humano podría estar haciéndolo mejor”
Manuel Barea Patrón | Antropólogo, director de la UNED en Cádiz y presidente de la Asociación Jacobea de Cádiz
Este gaditano del barrio de Santa María analiza las ventajas de la Universidad a Distancia, dibuja el perfil del antropólogo y apuesta por empezar el Camino de Santiago partiendo Cádiz
Monaguillo antes que fraile, Manuel Barea (Cádiz, 1955) dirige ahora el mismo centro de la UNED en Cádiz (Universidad a Distancia) en el que cursó sus estudios universitarios cuando el trabajo en un banco no le permitía acudir a clases. Allí se licenció en Filolofía Hispánica y Antropología. Convencido de la potencialidad de la provincia de Cádiz, amante de Grazalema, Manuel Barea es, además, quien maneja los hilos de la Asociación Jacobea Gaditana, para un Camino de Santiago por el que ha andado en muchas ocasiones.
-No todos los días se encuentra uno a un antropólogo, ni por la calle ni en un despacho como éste. ¿Cómo podemos definir la función de un antropólogo, no sé si como el médico de la cultura humana?
–Yo creo que el antropólogo es una persona a la que le interesa el hombre, el anthropos, el ser humano. Se interesa por la diversidad, por cómo las culturas cambian, cómo las culturas son distintas pero, en el fondo, persiste lo que llamamos en antropología la unidad psíquica de la humanidad, que está por encima de la diferenciación de razas, en contra del racismo, a favor de la multiculturalidad, a favor de la diversidad, lo que se llama el relativismo cultural. También la antropología tiene mucho que ver con la historia de la humanidad desde el punto de vista social, cultural, económico, político... Para mí es la carrera total que trata de integrar una variedad de disciplinas, entre ellas por supuesto la lengua, la diversidad lingüística, las etnias, las razas, cómo el hombre ha ido evolucionando. En ese sentido, la antropología es una mirada atenta y desapasionada, porque es neutra y valora todas las culturas desde la igualdad.
–Es como la base de la sociedad más allá de las ideas.
–Es la base de la sociedad, el nacimiento de la cultura. Hay una asignatura que es evolución humana, desde los primeros australopitecus... La antropología es una aventura que nunca acaba. Está enfrascada en el conocimiento del ser humano en todos los medios, toda la sociedad y todas las culturas, trascendiendo el concepto de frontera, que se supera y nos vemos todos en un plano de igualdad, y cómo cada pueblo organiza su subsistencia, su estructura política, sus mitos, sus dioses, sus religiones, sus creencias, su arte... Es un mundo interesantísimo.
–¿El hombre ha evolucionado para bien?
–Esa es la eterna pregunta. Muchas veces pensamos que no, todos tenemos en el fondo un poco de desilusión. Cuando leemos la prensa, las noticias, cuando vemos lo que está sucediendo, podemos pensar que lo podríamos estar haciendo mejor. Creo que ese es un reto, el reto de la humanidad es mejorar los cauces, los canales de entendimiento, de solidaridad, de conocimiento, de respeto, sobre todo en la igualdad de género que está últimamente machacada. El reto del antropólogo es estar presente en las mesas de negociación, que el discurso del antropólogo esté presente. Poco a poco se está consiguiendo.
–Me dibuja al antropólogo como una persona muy abierta, dialogante. ¿Sería imposible encontrarse con un antropólogo negacionista?
–También los hay... Ya existían en el siglo XIXcon la teoría degenerativa, que pensaba que el hombre había estado en un pináculo y a partir de un momento había ido degenerando. Es una teoría que está muy cercana a los negacionistas. Pero, por definición, yo soy una persona positiva, empática y siempre he visto la vida como una posibilidad de ventanas abiertas. Yo estoy a favor de construir una sociedad justa, plural, respetuosa.
–Qué curiosa su historia con la UNED: que haya sido alumno aquí mismo y ahora director del centro.
–Pues sí, voy a cumplir tres años y medio de director.
–Cuando Manuel habla de la UNED y dice que sirve para conciliar estudios, trabajo y familia, sabe de lo que está hablando porque lo vivió en primera persona.
–Yo entré aquí como alumno con un modelo educativo UNED de los años 80, donde la presencialidad era mínima, y hoy la UNED ha experimentado un cambio en el sentido de que estamos en contacto con los alumnos por videoconferencia, cursos grabados y emitidos online. La UNED ha hecho un cambio fundamental, se ha adaptado a la sociedad, lo que se ha visto en la pandemia. Y luego, para mí, es muy importante la vocación provincial: si nos ponemos, por ejemplo, en la situación de un alumno que vive en Villamartín, en Trebujena, en Sanlúcar... Esa persona, si no tiene un medio propio de transporte, no puede regresar después de las clases. Y si lo tiene, le cuesta el dinero y tiempo, y riesgo de carretera. ¿Quiere esto decir que estas personas que viven alejadas de la capital tienen negado el acceso a la universidad? ¿Se quedan en un ámbito de desigualdad de oportunidades que puede influir en su desarrollo personal y en el de su familia? Cuando yo no podía acudir a las clases de manera presencial, la UNEDme posibilitó que yo me hiciese licenciado, me abrió la puerta a ser tutor, me ha posibilitado el acceso al mundo universitario. Y aquí hay alumnos de toda la provincia.
–Hay un componente igualitario en lo que me habla.
–Claro, igualdad de oportunidades para él y para ella. Las personas que trabajan, que cuidan a familiares, ¿tienen cerrado el acceso a los estudios universitarios? No me gusta destacarlo tanto, pero yo soy un ejemplo de la UNED. Mi biografía universitaria es un ejemplo UNED. Los registros dicen que tres millones de personas han tenido contacto con la UNED desde 1972 por algún medio: cursos, licenciaturas, doctorados, cursos de verano... Por esta casa han pasado, desde el año 1974, más de 115.000 personas, estudiantes de todo tipo de condición y género, de edades... El actual ministro de Universidades, Manuel Castells, ha dicho que el modelo educativo de la UNED se anticipó a la realidad actual, dio un salto cualitativo a partir de los años 90 y se anticipó a lo que iba a ser el futuro. La UNED es un gran campus con 150.000 alumnos, más de 60 sedes, tutorías telemáticas y, sobre todo, la labor de equilibrio interterritorial: están las capitales, las ciudades, con sus universidades, y ¿qué pasa más allá de esas ciudades, a 50 kilómetros, qué hay? La UNED, presente en esos sitios, está haciendo una labor fundamental en lo que es llevar la universidad a la España vaciada.
–Y con la pandemia, ¿la UNED iba con ventaja?
–Nos cogió con ventaja porque teníamos las plataformas, y también por la modalidad de examen. La UNED dio un salto para posibilitar que los alumnos pudiesen ir a los exámenes sin desplazarse. Creó una plataforma para que el alumno accediera al examen con su clave, y eso fue un éxito. Se hicieron más de 680.000 exámenes por la plataforma en el curso pasado. Este año, todo hace indicar que vamos a la presencialidad de nuevo. La UNED ha sido pionera, y seguimos avanzando. Se han creado trece nuevos títulos de microgrado; se está trabajando para implementar, posiblemente el curso que viene ya, la Educación Infantil, lo que es el clásico Magisterio. Será un impulso para la UNED, igual que lo fueron Antropología o Historia del Arte en su momento.
–La UNED tiene, además, una implicación en prisiones con un papel importante.
–Sí, tenemos firmado un convenio con Instituciones Penitenciarias por el que, desde hace más de diez años, los tutores de la UNED vamos a Puerto III y llevamos las asignaturas básicas del curso de acceso a la universidad. Muchas personas que están en centros penitenciarios carecen de educación, posiblemente sea el motivo por el que están sufriendo con su biografía, y lo primero es que salgan con el acceso a la universidad para mayores de 25 años. Las asignatura básicas son Lengua Española, con el comentario de texto, inglés básico y matemáticas básicas. La mayoría de ellos aprueban el acceso y si siguen en el centro, porque sus condenas son largas, se incorporan a grados, y va un asesor nuestro una vez a la semana a suministrarles el material necesario a través del ordenador, porque ellos no pueden acceder.
–Es una labor...
–Una labor fundamental, fundamental; se les facilita la materia, se les llevan libros en préstamo... Y hay alumnos que nos van diciendo, cuando nos vez por allí, a qué grado se han apuntado. Esto da una gran satisfacción. Y hay también quien sale de prisión, con su curso de acceso, y sigue cursando estudios aquí en la UNED. Desde el punto de vista de la autoestima, esto es muy importante.
–¿Cómo llega Manuel Barea a esa dedicación al Camino de Santiago? ¿Era usted de andar?
–(Ríe). En 1998 hice mi primer camino, que fue una experiencia única. Íbamos a ser seis, y al final lo hice solo; mis hijos me animaron a que me fuera solo. Primero fue el camino francés, y después he hecho más de quince caminos desde toda España. Apartir de aquí, en el año 2009 se creó la Asociación Gaditana Jacobea Vía Augusta, con mi amigo Luis Taboada, ya fallecido, de presidente. Yo fui secretario y ahora, presidente. Estamos en la calle Sopranis y tenemos más de 70 socios, y colaboramos con la señalización y puesta en valor de los caminos de la provincia de Cádiz.
Hay que decir que muchísima gente de España y de Europa vienen al sur a hacer los caminos desde aquí, especialmente en esta época cercana al invierno con los días que tenemos. Estar caminando por la bahía de Cádiz con esta temperatura es maravilloso.
Tenemos una página web donde están las rutas de los tres caminos de la provincia: el de Cádiz a Sevilla, Vía Augusta con el kilómetro cero ante la iglesia de Santiago; el camino que empieza en Algeciras, por Baelo Claudia hacia Medina, y el de la vía serrana que empieza en La Línea y toma el valle del Guadiaro por Jimena y acaba por la Vía Verde en Coripe, y que es un camino espectacular con 14 etapas. Todo esto no existía hace diez años, y hasta hay albergues como la casa del peregrino que se ha inaugurado en Tahivilla.
–¿Por qué engancha tanto el Camino de Santiago: religión, cultura...?
–Tiene muchas vertientes. La fundamental, y la que más reclaman los peregrinos, es la espiritual. Digo espiritual sin adscribirme a ningún credo. Otra es la cultural, conocer; ¿cómo se conoce?, caminando. El Camino también es una terapia en el sentido de que permite tiempo de reflexión, tiempo de soledad a personas que han tenido un problema, que han hecho una promesa personal
–Una manera de encontrase a sí mismo.
–Así es, el camino como encuentro más allá de la religión. También se potencia últimamente el camino como turismo.
–Habla usted mucho de la provincia gaditana, usted que es grazalemeño de adopción...
–(Ríe). Mi biografía personal me llevó a Grazalema en los años 90. Cuando fuimos a Grazalema, decidimos integrarnos en el pueblo como uno más.
–Porque llega como veraneante.
–Sí, alquilando un casita al principio, con mis hijos muy pequeños. Hasta que decidimos que nos gusta el modelo de vivir en un pueblo más que el modelo de campo. Entonces, nos integramos en el pueblo a todos los niveles. Allí participo en las tardes literarias, me ofrecieron dar el pregón de las fiestas de Grazalema, participo en actividades... Me siento integrado a todos los niveles, mis amigos, mis vecinos, las personas del Casino. Para mí ha sido una suerte dar con Grazalema, allí la gente es muy hospitalaria.
–Antes de que se pusiera de moda el turismo rural.
–Sí, sí, en los años 90. Y desde entonces, sigo yendo allí como si fuese mi casa.
–¿A Grazalema va en coche, no; o también andando...?
–(Ríe). Sí, a Grazalema voy en coche por el puerto del Boyar. Cada vez que paso por allí, me paro y miro a Cádiz, se ve la Bahía perfectamente. El otro día llegué de noche, paré y se veía la avenida de la Bahía perfectamente iluminada. El norte había limpiado el cielo y se veía toda la bahía de Cádiz iluminada. Por eso digo que Grazalema mira hacia Cádiz, tanto que le llaman Cádiz el Chico por la población que tuvo, y ahora ese es el nombre de un restaurante que está en la Plaza.
Del barrio de Santa María a Puertatierra; del Banco Atlántico a la UNED en Cádiz
Manuel Barea nació el 31 de octubre de 1955 en el barrio de Santa María, en el seno de una familia con cinco hermanos. Cursó sus primeros estudios en la Mirandilla, con los Hermanos de la Salle, y después pasó al Instituto Columela. Con sólo 15 años empezó a trabajar en el Banco Atlántico de la calle San Francisco. Porque en un banco trabajaba su padre, en el de Bilbao, y pronto siguió esa senda que, con el tiempo, le permitió dirigir una oficina en El Puerto de Santa María. a familia se mudó poco después a Puertatierra, a la avenida de Portugal junto al histórico Bar Juani, y el joven Barea se matriculó en la UNED como alumno de Filología Hispánica y así compatibilizar los estudios universitarios con su trabajo en el banco. Con el tiempo, Manuel Barea fue profesor de la UNED, donde también se licenció en Antropología, posteriormente secretario y desde 2018 director de la sede de Cádiz, la misma que un día le vio entrar como un simple alumno. Tiene también un máster en antropología con un trabajo de campo de los carnavales de Villanueva de Valrojo, en Zamora.
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