Primeras procesiones en la Catedral de Cádiz

Historias de Cádiz

La cofradía de Ecce Homo, en 1840, abrió las estaciones penintenciales en la Seo gaditana l El Santo Entierro liberó a tres reclusos a su paso por la Cárcel Real

Primeras procesiones en la Catedral
Ecce Homo primera cofradía en realizar estación penitencial en la Catedral nueva

En noviembre de 1838 el obispo de la diócesis, fray Domingo de Silos Moreno, procedió a la Consagración de la nueva Catedral de Cádiz. No eran años aquellos de procesiones o de culto religioso en las calles. Desde 1833 España vivía un ambiente de persecución religiosa, con expulsión de frailes y cierre de los conventos. Rara era la ciudad donde no se producían motines antirreligiosos, como el caso de Madrid donde en 1834 se produjo la llamada ‘matanza de frailes’, con el trágico balance de 84 religiosos asesinados. En Cádiz no hubo incidentes de gravedad, pero las cofradías de penitencia, lógicamente, llevaban a cabo sus cultos en el interior de las iglesias y ninguna salíó a las calles para realizar estación penitencial en la nueva Catedral.

Al comenzar el año de 1840 mejoró la situación social y política, y en Cádiz hubo numerosas peticiones para que alguna cofradía de penitencia realizara su desfile procesional. Los vecinos del barrio de la Viña recaudaron algunos fondos, puerta a puerta, para que la cofradía de su barrio, por aquellos años Afligidos, recorriera sus calles. Profesores y alumnos del Real Colegio de Medicina y Cirugía, aún no se había creado la Facultad de Medicina de Cádiz, decidieron también recaudar fondos y participar en la salida procesional del Ecce Homo. Las autoridades, civiles y militares, y los comerciantes de nuestra ciudad, decidieron a su vez ayudar a la salida y estación penitencial del Santo Entierro.

Un opúsculo titulado ‘Religiosidad de Cádiz’, fechado en abril de 1840 y publicado casi cien años más tarde por Diario de Cádiz, relata algunos pormenores de la Semana Santa de ese año. Destaca en el mismo la falta de incidentes y la presencia de cientos de gaditanos en las calles para ver los desfiles procesionales “con absoluto respeto”.

La primera procesión de ese año tuvo lugar el Martes Santo con la salida desde la iglesia de San Pablo de Nuestro Señor del Ecce Homo, “que fue paseado por las calles de Cádiz por la juventud estudiosa”. Y es que en efecto, dicha procesión fue costeada y promovida por los alumnos del Real Colegio de Medicina y Cirugía , que tomaron parte en el cortejo junto a sus profesores y catedráticos. Muchos de los alumnos vestían la túnica, mientras otros marchaban con trajes de paisano. Al frente de todos, presidiendo la procesión, el sabio José Benjumeda y Gens. catedrático, médico de la Armada y director del Real Colegio.

El cortejo marchó en perfecto orden, con banda de música y escolta militar, hasta la Catedral y siendo por tanto la primera cofradía en hacer estación penitencial en la Catedral de Cádiz, consagrada dos años antes. A continuación marchó a la Catedral Vieja haciendo una larga parada frente al Palacio Episcopal para que el obispo fray Domingo de Silos Moreno pudiera realizar una oración ante la Sagrada Imagen. Desde allí marchó la procesión hasta la iglesia del Carmen para entonar un solemne Miserere. La recogida, en San Pablo, tuvo lugar a las once de la noche, después de haber estado siete horas en la calle.

El Jueves Santo de 1840 presentó importantes novedades en nuestra ciudad. Por vez primera la nueva Catedral abría sus puertas a los fieles para las ceremonias del día. Al año anterior, 1839, la basílica estaba terminada pero unos incidentes antirreligiosos hizo que las puertas permanecieran cerradas.

A las cuatro de la tarde apareció en la entonces parroquia auxiliar de San Lorenzo la Cruz de Guía de Afligidos. Hacía ocho años que esta cofradía no salía a la calle, unas veces por las circunstancias políticas y otras por falta de fondos. No es de extrañar que su presencia provocara un verdadero entusiasmo entre los vecinos y devotos.

La procesión realizó su estación penitencial en la nueva Catedral y marchó al Palacio Episcopal para que Silos Moreno rezara ante las imágenes. De regreso a su templo, las Sagradas Imágenes fueron llevadas por distintas calles del barrio de la Viña entre el entusiasmo y la devoción de los vecinos.

A las diez entraba la procesión en San Lorenzo donde el sacerdote Francisco Gutiérrez de Salceda pronunció unas emotivas palabras. A continuación los fieles que habían participado en la estación penitencial y otros vecinos del barrio oyeron con devoción el sermón “que durante más de una hora” predicó el fraile capuchino Arriete y Llanos, conocido ya por todos como fray Félix. El capuchino, que años más tarde sería nombrado obispo de Cádiz, recordó la expulsión de 36.000 frailes de los conventos, entre los cuales se encontraba el propio fray Félix.

La última procesión de ese año de 1840 fue la del Santo Entierro, que salió a las cuatro de la tarde del Viernes Santo desde la iglesia de Santa María. El Cristo yacente iba en su urna de ébano y plata.

Al pasar el cortejo frente a la Cárcel, el prioste, Moreda, siguió la tradición de entrar en el edificio y pedir, en nombre del Señor que se acercaba al Sepulcro, que dejaran algún preso en libertad. Tres penados salieron libres y se acogieron de inmediato a las andas del paso. De igual manera, cuando pasó la Santísima Virgen, una reclusa fue puesta en libertad y se acogió bajo el manto de la Señora. Estas emocionantes ceremonias fueron presenciadas por numeroso público situado en las inmediaciones de la Cárcel.

En la Catedral se encontraba el obispo Domingo Silos Moreno, acompañado del Cabildo Catedral, que dirigió unas emocionantes palabras a la concurrencia. A las once de la noche, la cofradía del Santo Entierro emprendió en perfecto orden el camino de regreso a la iglesia de Santa María, dando fin a la Semana Santa de 1840.

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