Proteger el olivar tradicional, uno de los pilares para mantener vivo el medio rural
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ASAJA Cádiz destaca la importancia y los beneficios de mantener este modelo productivo, el principal en la provincia, motor de la economía en las zonas rurales
En la provincia de Cádiz, de las 30.000 hectáreas de olivar actualmente existentes, el 70% se encuentran en nuestra Sierra, principalmente distribuidas entre los municipios de Olvera, Setenil de las Bodegas, Zahara de la Sierra o Algodonales. Es nuestro conocido como Olivar Tradicional o de Montaña.
Se trata de un sistema de cultivo que pese a sus innumerables beneficios sociales y medioambientales, es cada vez menos atractivo, ya que los costes de producción son mayores que el olivar de campiña (intensivo y/o superintensivo) y esto no se ve reflejado en los precios que perciben los agricultores por la venta de su aceituna, como tampoco se refleja en el precio del aceite procedente de estas zonas. Todo ello hace que sea más necesario que nunca el apoyo de las Administraciones y que se de un tratamiento especial en el nuevo modelo de PAC que entrará en vigor a partir de 2023, de lo contrario el abandono de este cultivo y, entre otras cuestiones, la pérdida de población en estas zonas será cada vez mayor.
Por otro lado, los consumidores europeos nos encontramos en un proceso de trasformación en el modo de alimentarnos, desde el modelo de producción agrícola, hasta el entorno donde se producen los alimentos. La Comisión Europea quiere aplicar el Pacto Verde, una hoja de ruta para dotar a la Unión Europea (UE) de una economía sostenible neutra climáticamente para 2050, sobre unos objetivos marcados en la Estrategia “De la Granja a la Mesa”, donde pensamos que el olivar tradicional tiene un papel clave.
Esta aspiración está marcada por el cumplimiento de los agricultores de unos objetivos como la disminución del 50% en el uso de productos fitosanitarios y, como mínimo, un 20% el de fertilizantes para 2030. Llegar a estas metas requiere afrontar retos importantes por la agricultura de nuestro país, dadas las características agroclimáticas, la variedad de cultivos, o la creciente presión de plagas y enfermedades por los efectos del cambio climático. En este sentido, una de las enfermedades que está afectando cada año más en nuestros campos es el repilo del olivo, producida por un hongo que causa graves daños al olivar, con pérdidas en la cosecha muy importantes para los olivareros y que, además, afecta muy negativamente en la calidad del aceite de oliva.
Para dar herramientas a los olivareros que les permitan responder al doble reto de sostenibilidad y rentabilidad, compañías como Syngenta han apostado claramente por la innovación desde hace años. Un ejemplo de ello es el nuevo programa de sostenibilidad de Syngenta, denominado “TheGoodGrowth Plan”, que apuesta por la innovación llevada al campo con Oliva Top®, una nueva tecnología que revoluciona los tratamientos de primavera del olivar, justo antes de floración, periodo con mayor riesgo de aparición de enfermedades foliares, contribuyendo a la sostenibilidad económica y medioambiental del cultivo.
Oliva Top® es un fungicida con actividad sistémica que protege uniformemente desde el interior todo el olivo, incluidos los nuevos brotes. Estamos ante un fungicida de amplio espectro, que incluye el control eficaz del repilo y otros hongos (antracnosis, lepra, chancros de rama, etc.). Hay que destacar que Oliva Top® tiene una alta eficacia y persistencia para el control de enfermedades del olivo y, además, nos permite sustituir una aplicación de cobre. Además, respeta y protege la biodiversidad del ecosistema del olivar, gracias a su gran selectividad frente a hongos, minimizando su impacto sobre fauna y flora.
Por todo ello, Syngenta España y ASAJA Cádiz combinan sus recursos en pro de una agricultura sostenible, apostando por el uso seguro de productos y soluciones que ya han dado muestras de su eficacia y sin olvidar, el componente económico de la sostenibilidad. La agricultura debe ser una actividad rentable, pues no debemos olvidar que agricultores y ganaderos son los que han estado al pie del cañón procurando que no faltasen alimentos durante la pandemia.
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