Puntales: El barrio que creció a la espalda de Cádiz
CADIZ, BARRIO A BARRIO
Rodeado durante décadas por numerosas industrias, este extremo de la ciudad está inmerso en una profunda renovación
La transformación de Puntales a través de José Manuel Hesle
Puntales completa su transformación con un millón de los fondos de la Edusi
Hace setenta años un nutrido grupo de amigos proyectó la construcción de sus propias viviendas aprovechando que todos ellos eran unos "manitas".
En un solar de incierto firme comenzaron a construir un edificio de dos plantas, bajo y primer piso, con el apoyo del Ayuntamiento que en parte aportó el material necesario para sacar adelante el proyecto.
Así, cada día, los amigos, una veintena, se dirigían al solar en fila, con los martillos, las carretillas, los sacos de arena... Iban en fila pasando por el intrincado camino que les llevaba a su solar, ubicado en el final de Puntales, en uno de los extremos de la ciudad, en uno de los barrios más apartado y más degradados de la capital. Llegaban en fila por lo que la finca acabó siendo conocida como ‘La casa de los enanitos’.
Setenta años más tarde, ‘La casa de los enanitos’ sigue en pie. Perfectamente cuidada, con un diseño que recuerda a una corrala madrileña, con un patio central desde el que se accede a cada vivienda. Aunque solo tiene una altura se ha instalado un ascensor, esencial para un vecindario cada vez más envejecido. El muro del hueco del ascensor está presidido, con buen sentido del humor, por una figura de un enanito.
Aunque, con los años, ha habido una renovación entre los residentes, aún quedan vecinos de toda la vida.
María José Tirado nació en esta casa. Su padre, Miguel, fue uno de los veinte constructores de hace siete décadas. Y también fue uno de los que, poco a poco, ayudaron a poner en marcha un barrio que, casi desde su nacimiento a mediados del siglo XIX, siempre había vivido de espalda a la ciudad.
Cuando se terminaron las obras en la ‘Casa de los enanitos’, el barrio de Puntales apenas contaba con construcciones de planta baja, muy precarias. A la vez, La expansión industrial de la ciudad comenzaba ahogarle.
En su frontera con el resto de extramuros (en los años cincuenta, aún en desarrollo) se encontraba el tapón de Construcciones Aeronáutica, además del varadero de San Ildefonso, los depósitos de la Campsa y la Térmica que, con sus altas chimeneas provocaba un chirimiri de cenizas que hacía que las madres prohibiesen a sus hijos acercarse a estas instalaciones. La única salida era el campillo atravesado por la vía del tren, camino de los Depósitos de Tabaco y a escasos metros de una Zona Franca que en aquel momento estaba en pleno proceso de crecimiento.
Ya había pasado a la historia el espectacular muelle de hierro de Salvador Viniegra y el astillero de Tomás Haynes. E incluso el fallido aeródromo de Cádiz, ocupado por la naciente Zona Franca.
Es decir, una conjunción de instalaciones fabriles que ahogaban al barrio y que lo alejaban de San Juan de Dios y, por ello, de las inversiones municipales.
Cuando llegaron los veinte de la ‘Casa de los enanitos’, el barrio no era tal, pero comenzaba a serlo. Pronto se levantaron nuevas casas, como el Grupo San Servando.
"Nosotros vivíamos con una sensación de insularidad, en una punta de la ciudad y sin que nadie nos atendiesen. Íbamos a la playita (que desapareció décadas más tarde cuando se construyó el paseo marítimo que conectaba Puntales con La Paz) y en el agua cogíamos de todo de lo sucia que estaba, como nos pasaba cuando nos acercábamos a la Térmica", recuerda María José Tirado, en una época de escasez general, incluso en comercios, donde mandaba Ultramarinos La Montañesa (de unos cántabros, como no) que se abrió en 1941 y que hoy revive como Casa Torres.
Todo esta sensación de ahogamiento físico y, también, sentimental, comenzó a diluirse con la llegada de los ayuntamientos democráticos. Como en barrios cercanos, Loreto y Cerro del Moro, el movimiento vecinal fue fundamental para ir de la mano con el Ayuntamiento, el primero del PSOE y, después, ya con el PP, para lograr una transformación radical del barrio. Nombres como el de Miguel Tirado se unen al de José Manuel Hesle, un referente no solo de Puntales sino de toda la ciudad.
Es cierto que, para ello, se perdieron las grandes industrias. Cerraron los depósitos tabaqueros y el astilleros y se marcharon CASA y la Campsa. Pero el muro se tiró y Puntales comenzó a ser una parte más de la ciudad.
En este desarrollo hay dos operaciones urbanísticas de calado que han sido esenciales. Por una parte, la reforma integral del campillo, la gran explanada sin uso que mal conectaba con Loreto y el Cerro. Este recinto se convirtió en una gran plaza abierta, con instalaciones deportivas y un aparcamiento subterráneo; por otra, también en la etapa del PP, el paseo marítimo de La Paz se amplió hasta la linde con la base naval de Puntales, a través de un relleno que permitió el traslado del club náutico y que abrió una nueva puerta al exterior del barrio y al puente de la Constitución.
Los últimos años han sido además muy fructíferos en la renovación del parque inmobiliario. El nuevo frente marítimo se ha llenado de promociones de renta libre, rápidamente ocupadas, al igual que la entrada al barrio desde Marconi.
La reforma reciente de la calle Bajeles ha mejorado la comunicación viaria, aunque el vecindario sigue pendiente del paso por la misma del autobús urbano. Este servicio siempre ha estado en la lista de ‘debes’ del Ayuntamiento...incluso desde 1930 cuando los escasos vecinos que entonces residían en Puntales criticaron que "ya ni el omnibus llega a nuestro barrio".
Así que el autobús llega pero no lo deseado. Eso sí, el barrio tiene su conexión por el carril bici, con aparcamientos para este medio de transporte e incluso un pequeño merendero y unas pistas deportivas, a la espera de que se construya un gran espigón que le acercará aún más a la Bahía y reforzará su carácter marítimo (que contrasta en todo caso con el mal estado de mantenimiento del exterior del club náutico).
Donde el barrio no ha evolucionado es en la oferta comercial. En este caso sigue siendo una isla al final de Cádiz. María José Tirado pone tres ejemplos: por una parte, en Puntales no hay cajero automático; tampoco hay un local donde sellar la lotería semanal, lo que en ambos casos le obliga a ir a Loreto. Y tampoco tienen una mercería.
"Suerte tenemos con contar con el Mercadona", comenta sonriendo, "porque si no tendríamos que ir muy lejos para llenar la despensa".
Mercadona. La marca que junto a El Corte Inglés, marcan la diferencia en los barrios de este país (y más ahora, que Zara se va a las grandes superficies comerciales). Su apertura en la frontera entre Puntales y La Paz dio vida también al barrio en lo que es un concepto de "compartir espacios" entre barrios cercanos. Una especie versión gaditana de la ‘ciudad de los 15 minutos’, un concepto urbanístico que supone que un vecino no tenga que invertir desde su casa y andando más de este tiempo para llegar a los servicios más esenciales para su día a día.
Una recuperación que culminará cuando, algún día, esté construido a pocos metros de Puntales el nuevo Hospital Regional, o la Ciudad de la Justicia, o el complejo social y de ocio de los Depósitos de Tabaco. Todo en la frontera de un barrio que dejó de estas aislado gracias a los ayuntamientos democráticos.
Lo mejor
Abierto a la Bahía
Puntales comenzó a ver la luz cuando el Ayuntamiento del PP construyó un paseo marítimo que le conectó con el ya existente de l Bahía. Este proyecto, que ahora se completa con la construcción de un espigón a modo de ampliación del muelle para veleros y pequeñas embarcaciones, permitió también crear una nueva línea visual y un espacio que rápidamente se ha urbanizado con varias fincas con pisos de renta libre, lo que también ha venido muy bien al barrio. A la vez, se construyó un nuevo centro náutico, punto de reunión de vecinos de muchas partes de la ciudad que van a tomar algo en el restaurante allí ubicado. Como no podía ser de otra forma este tramo del paseo lleva el nombre de José Manuel Hesle.
Lo peor
El comercio de proximidad
Una de las principales reclamaciones que tienen los vecinos de Puntales es la falta de un comercio de proximidad que les permita hacer más sencillo el día a día y les evite trasladarse a otros barrios para atender a esta demanda. Lo cierto es que esta es una petición histórica que en parte se ha solventado con la apertura del barrio, tras la salida de las industrias que funcionaban como un auténtico muro de separación de Puntales con el resto de la ciudad. Igualmente la llegada de Mercadona ayudó mucho en la compra diaria. Ahora se espera la construcción del Hospital Regional para ver un incremento de la oferta comercial, aunque para ello habrá que esperar.
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