Ramón de Carranza en Washington

Historias de Cádiz

Agregado naval a la Embajada de España en Estados Unidos en los días previos a la guerra de 1898 l Desafíos enviados por el que sería años más tarde alcalde de Cádiz

Restos del Maine en el puerto de la Habana. 1898
Restos del Maine en el puerto de la Habana. 1898 / Archivo

El 15 de febrero de 1898 el acorazado norteamericano Maine sufrió una terrible explosión en el puerto de la Habana. La tripulación del buque era de 355 hombres, muriendo en el accidente 261 marineros. La prensa y las autoridades norteamericanas culparon inmediatamente a España de lo sucedido y la explosión fue el antecedente inmediato para que Estados Unidos interviniera directamente en Cuba declarando la guerra a España.

El almirante del apostadero de Cuba, Vicente Manterola, encargó al capitán de fragata Peral y Caballero, hermano del inventor del submarino, y al teniente de navío Salas, la instrucción de un expediente sobre la mencionada explosión. La conclusión fue que el accidente del Maine se debía, clara e indubitadamente, a causas internas del buque y dejaba completamente a salvo la responsabilidad de los españoles. Por el contrario, las autoridades norteamericanas en Cuba y la prensa del multimillonario Hearst acusaron directamente a España de sabotaje.

En esas mismas fechas, el teniente de navío de primera Ramón de Carranza fue nombrado agregado naval a la Embajada de España en Washington. Se trataba de un destino muy delicado, ya que Estados Unidos y España estaban al borde de la guerra y la explosión del Maine la hacía casi inevitable. Carranza había tenido una importante intervención en la guerra de Cuba, como comandante del torpedero Cañonero, por la que sería condecorado con la laureada de San Fernando, máxima condecoración militar. Era número uno de su promoción, especialista en torpedos y dominaba perfectamente el idioma inglés.

Desde Cádiz marchó Carranza a Madrid para recibir instrucciones del Gobierno y del ministro de Marina, Bermejo. La guerra entre España y Estados Unidos parecía inminente, aunque el Gobierno presidido por Sagasta intentaba por todos los medios evitarla. Carranza recibió la orden de marchar previamente a la Habana y recoger el expediente instruido sobre la explosión del Maine para entregarlo al Gobierno del presidente MacKinley.

Ramón de Carranza en 1898
Ramón de Carranza en 1898

El agregado naval partió de Cádiz hacia la Habana, donde llegó el 24 de marzo. Allí Carranza mantuvo conversaciones con numerosos testigos del accidente del Maine y con el expediente elaborado por Peral y Salas marchó a Washington para incorporarse a su destino.

El mismo día de su llegada ala capital norteamericana, 2 de abril, Carranza y el embajador español, Polo de Bernabé, hicieron entrega del expediente al Secretario de Estado, Sherman. Los españoles insistieron en que España no temía a la guerra, pero que no era responsable del accidente sufrido por el Maine.

Mientras tanto, en las calles de Washington y Nueva York se reproducían manifestaciones multitudinarias contra España y exigiendo la declaración de guerra. El lema de estas manifestaciones no podía ser más claro: “Recordad al Maine. Al diablo con España”.

El Senado de Estados Unidos investigó la sucedido con el Maine. Acudieron el comandante del buque, capitán de navío Sigsbee, y el cónsul norteamericano en Cuba, Lee, asegurando solemnemente que la explosión fue producida cobardemente por los españoles. Ramón de Carranza contestó a estas acusaciones en una carta abierta publicada en el New York Herald y reproducida por los periódicos españoles. En la misma, el agregado naval español rebatió todos los argumentos esgrimidos por los norteamericanos y acusó de falsedad a Sigsbee y Lee.

Pero Carranza no quedó satisfecho con esa carta. Consideró que las acusaciones de Sigsbee y de Lee afectaban al honor de sus compañeros destinados en Cuba, ya que sabía que no solo no tuvieron nada que ver con la explosión, sino que algunos marinos españoles se jugaron la vida para auxiliar a los supervivientes del Maine. Por todo ello decidió retar a duelo a ambos americanos.

El embajador, Polo de Bernabé, prohibió expresamente Carranza que cursara las cartas, haciéndole saber que era miembro de una legación diplomática y que no podía retar a duelo a ninguna autoridad norteamericana.

Pero la estancia de Carranza en Washington sería muy breve, ya que el 19 de ese mismo mes de abril, el Gobierno de Sagasta ordenó a la legación española que saliera de Estados Unidos hacia Canadá. El presidente Mackinley declaró la guerra a España y la embajada salió finalmente de Estados Unidos el 21 de abril.

Pero el marino español no había olvidado las acusaciones de Sigsbee y de Lee y en el momento de partir de Washington les envió la carta retándolos a duelo y señalando que permanecería en Toronto ocho días por si aceptaban el desafío. Las cartas, que fueron reproducidas y traducidas del inglés por la revista Mundo Naval Ilustrado, decían:

Al General Fitzhugh Lee.

Señor: Los periódicos han publicado que usted manifestó ante el comité del Senado encargado de investigar la destrucción del buque de guerra Maine que usted tuvo siempre la idea de que algunos de los Oficiales españoles del Arsenal de la Habana habían sido los culpables en hacer explotar el torpedo o mina submarina que, según el tribunal americano, había sido la causa del desastre anteriormente expresado.

Libre ya hoy de las restricciones que me imponía el puesto oficial que ocupaba en la legación de España, quiero ahora decirle que en mi opinión el hombre que sin pruebas juzga a otros capaces de cometer semejante felonía es capaz el mismo de llevarla a cabo.

Usted ha calumniado maliciosamente y en conjunto a oficiales navales españoles, y si es usted hombre de honor, antes de ir a Cuba a batirse contra mis compañeros, como dice desea hacer, vendrá a encontrarme como un representante del Cuerpo que usted ha ofendido.

Respecto a los insultos que ha arrojado sobre España, los españoles y su Ejército, yo podría responder, si fuese como usted, arrojándolos iguales sobre su país y su pueblo; pero en primer lugar, no hago responsable a este, cuya mayoría estimo y respeto, de los sentimientos de una minoría que ha extraviado y emponzoñado la pública opinión, y también porque el modo de conducirse de un caballero es siempre muy distinto del que usted ha considerado conveniente adoptar.

Estaré a su disposición en Toronto ocho días. Mis señas:

Consulado de España en Toronto.

Tengo el honor de ser s.s.q.e.s.m. Ramón de Carranza. Teniente de Navío Marina Real Española.

Al capitán de navío Sigsbee:

Señor: He leído en la prensa que usted expresó la opinión de que “como había tantos oficiales españoles ociosos en la Habana, uno de ellos pudo muy bien haber colocado el torpedo o mina que según las investigaciones americanas destrozó el buque de guerra Maine”.

Ruego a usted me informe si asume la responsabilidad de una aserción tan ofensiva para los Oficiales españoles, en cuyo caso yo le diría usted que el que sin adecuada prueba juzga así el honor de otros es porque él mismo no tiene honor o posee muy poco, aunque esto parezca extraño en persona perteneciente a un Cuerpo cuyo honor es conocido.

Estaré a su disposición en Toronto ocho días. Mis señas: Consulado de España en Toronto. Tengo el honor de ser s.s.q.e.s.m. Teniente de navío Ramón de Carranza Marina Real Española.

El teniente de navío español esperó inútilmente en Toronto durante esos ocho días. Varios norteamericanos respondieron al desafío de Carranza, pero ninguno acudió para llevarlo a cabo. Finalmente, Ramón de Carranza comenzaría una arriesgada misión en Canadá, de la que ya dimos cuenta a los lectores de Diario de Cádiz (14 agosto 2022) y que ha sido objeto de estudio por parte de algunos historiadores. Recientemente Juan Escrigas Rodríguez ha publicado un documentado trabajo sobre “La inteligencia en las operaciones navales de 1898” en el que da cuenta detallada de la valerosa misión de Carranza en Canadá y aporta numerosa documentación oficial sobre el asunto.

Carranza, una vez finalizada la guerra con Estados Unidos regresó a España, pasando previamente por Inglaterra y Francia. En París estuvo alojado en el domicilio de su pariente político José Moreno de Mora, en los Campos Elíseos, donde decidió dejar la Armada y dedicarse a la política y a sus asuntos particulares.

Muchos años más tarde, el almirante norteamericano Rickover inició una exhaustiva investigación de losucedido en el Maine llegando a la conclusión de que el accidente fue debidoexclusivamente a causas internas, como aseguraba la investigación realizada por los españoles.

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