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Ramón de Carranza: misión secreta en Canadá

Historias de Cádiz

Agregado naval a la embajada de España en Washington fue expulsado al comenzar la guerra entre España y Estados Unidos l Operaciones desde Montreal y Vancouver

Teniente de navío Ramón de Carranza 1898
José María Otero

14 de agosto 2022 - 06:00

Ramón de Carranza Fernández de la Reguera, que años más tarde sería alcalde de Cádiz, tuvo una destacada participación en la guerra de Cuba y contra los Estados Unidos. Teniente de navío y domiciliado en nuestra ciudad, en la actual calle Cánovas del Castillo, al estallar la insurrección cubana solicitó ir destinado a Cuba, donde fue nombrado comandante del cañonero Contramaestre. Participó en varias acciones con el buque a su mando y obtendría la máxima condecoración militar por hechos de guerra, la cruz laureada de San Fernando.

De regreso en Cádiz, a comienzos de 1898 fue nombrado agregado naval a la Embajada de España en Washington, un destino muy delicado ya que España y Estados Unidos estaban al borde de la guerra. Los norteamericanos llevaban largo tiempo queriendo intervenir en Cuba y la voladura del acorazado Maine en La Habana parecía el pretexto perfecto. El Gobierno de Estados Unidos acusó a España de haber provocado la explosión y la guerra resultaba inevitable.

Carranza y la dotación del Contramaestre / Ilustración Española

El 22 de febrero de ese año Carranza viaja de Cádiz a Madrid para recibir las instrucciones del Gobierno a través del ministro de Marina, Bermejo. Le ordenan marchar previamente a La Habana para recoger el informe elaborado por los técnicos españoles sobre la voladura del Maine y convencer en Washington a los norteamericanos de que se trató de un hecho fortuito. También fue informado Carranza de los planes del Gobierno para la más que posible guerra contra Estados Unidos, de la intervención en ella de nuestros buques de guerra y de la labor que tendría que realizar si estallaba el conflicto.

A bordo del vapor Alfonso XII partió Carranza de Cádiz el 10 de marzo, llegando a la Habana catorce días más tarde. Por fin, con toda la documentación elaborada en Cuba, Carranza llegó a Washington el 2 de abril de 1898.

Ese mismo día, el embajador de España, Luis Polo de Bernabé y el teniente de navío Ramón de Carranza acudieron a la Secretaría de Estado para mantener una entrevista con el secretario John Sherman, al que hicieron entrega de la documentación sobre el Maine. Polo de Bernabé y Carranza insistieron en que el presidente MacKinley debía saber que España no temía a la guerra, pero que no era culpable de la voladura del Maine.

Mientras tanto, grupos de ciudadanos norteamericanos recorrían las calles de las principales ciudades de Estados Unidos exigiendo vengar la voladura del Maine y declarar la guerra a España. El cónsul norteamericano en Cuba, Lee, y el comandante del Maine, Sigsbee, acusaron públicamente a los marinos españoles de haber volado el Maine en el puerto de la Habana. Ante esas afirmaciones, Carranza respondió con una noble carta abierta publicada en el New York Herald en la que desmontaba una por una las acusaciones norteamericanas. El agregado naval español acusó a Lee y Sigsbee de mentiras y falsedades, exigiendo a ambos una reparación retándolos a duelo. La carta de Carranza finalizaba apelando a la conciencia de los norteamericanos para que tuviesen en cuenta “la monstruosa ingratitud que representa el hecho de que se trate de asesinos a los marinos españoles que sin preocuparse de sus vidas salvaron a los supervivientes del Maine y que ahora se ven calumniados”. Diario de Cádiz y otros muchos periódicos españoles recogieron esta carta de Carranza y desde la península fueron muchas las voces que pidieron al marino español que “no se batiera en duelos con piratas como Lee y Sigsbee”.

Finalmente, las pruebas aportadas fueron rechazadas sin ser apenas examinadas y Estados Unidos declaró la guerra a España pocos días más tarde. Como ya señalamos en otra ocasión, (Diario de Cádiz de 8 de noviembre de 2020), la estancia de Carranza en Washington sería muy breve, apenas veinte días, ya que el 19 de ese mismo mes de abril, a la vista de la declaración de guerra, recibió la orden del ministro de Marina de salir de los Estados Unidos “siguiendo los movimientos de la embajada”. Polo de Bernabé, Carranza y demás miembros de la Embajada de España salieron de Washington el 21 de abril por la tarde hacia Canadá.

Al llegar a Montreal y mientras la legación española emprendía el regreso a la península, Ramón de Carranza recibió un telegrama del Ministerio de Marina para que continuara en Canadá “con carácter de licencia para viajar por el extranjero”, y otro del Ministerio de Estado para que continuara en Canadá prestando “servicios y comisiones”. Pero, ¿cuáles eran en realidad los servicios y comisiones encargados a Carranza? ¿Qué misiones se le había encomendado bajo la apariencia de “viajar por el extranjero”?

Para responder a estas preguntas hay que recordar los planes del Gobierno de Sagasta y del ministro de Marina, Bermejo, para el caso más que probable de llegar a una guerra contra Estados Unidos. Unos planes que llevaban elaborándose desde 1895, tres años antes de que estallase el conflicto, y que contemplaban el ataque de buques de guerra españoles a puertos norteamericanos y otros objetivos de la costa Este de los Estados Unidos. Para que ello fuera posible, los buques españoles debían contar con apoyo desde tierra para la necesaria información sobre el movimiento del enemigo y que les fueran facilitados los víveres y el combustible necesarios para la campaña. Con ese fin y desde 1895 España había creado una red de colaboradores y espías que operaban desde Halifax (Canadá) y Hamilton (Bermudas). El gaditano Augusto Conte de los Ríos, capitán de fragata e historiador naval, y el profesor Agustín Rodríguez han reflejado en respectivos trabajos la importancia que tuvieron estos servicios de ayuda y espionaje que fueron puestos en 1898 a las órdenes de Ramón de Carranza.

Una vez comenzada la guerra y tras el desastre de Filipinas, Bermejo fue sustituido por Auñón en el Ministerio de Marina. El nuevo ministro elaboró un plan con el envío a América de la Escuadra de Reserva al mando del almirante Manuel de la Cámara. Dicho plan contemplaba que una división de esa Escuadra, al mando del gaditano capitán de navío Barrasa, acudiera a las costas de Brasil para cortar e impedir el tráfico norteamericano de la zona. Al mismo tiempo, el propio almirante Cámara con el flamante crucero Emperador Carlos V, botado hacía muy poco tiempo en los astilleros de Cádiz, y otros buques dirigiría un ataque a las costas de Estados Unidos, comenzando por Charleston y finalizando, si ello fuera posible, en la frontera con Canadá. Con este ataque los mandos españoles confiaban también en que los buques norteamericanos levantasen el bloqueo de Cuba y la escuadra de Cervera pudiera salir de Santiago de Cuba. Para el ataque de Cámara a Estados Unidos se contaba por supuesto con la organización dirigida por Carranza desde las bases de Halifax (Canadá) y Hamilton (Bermudas).

Mientras Carranza dirigía desde Montreal todo este entramado, también él era lógicamente objeto de espionaje por las autoridades de Washington. Cierto día fue asaltado por varios individuos con la intención de secuestrarlo y llevarlo drogado a la capital norteamericana. La enérgica defensa de Carranza y la ayuda de varios canadienses lograron evitarlo. Días más tarde de este suceso, un espía al servicio de Estados Unidos logró penetrar en la pensión donde se alojaba Carranza y sustraer una carta que éste dirigía a su pariente el capitán de navío Gómez Imaz, alto cargo del Ministerio de Marina español. La carta fue publicada por el Washington Post y otros periódicos norteamericanos y dejaba al descubierto la existencia de la red de ayuda y espionaje español que operaba desde Canadá. Carranza negó la autoría de la carta, asegurando que le habían robado pliegos de papel con su membrete. Pero en cualquier caso la publicación de la carta causó un escándalo mayúsculo en Estados Unidos y el Gobierno del presidente MacKinley dirigió sus esfuerzos a disolver la organización dirigida por Carranza.

Estados Unidos protestó oficialmente ante las autoridades británicas, ya que por aquellos años Canadá todavía dependía de Gran Bretaña. Las autoridades de Canadá, presionadas por las británicas, detuvieron a Carranza y ordenaron su expulsión del territorio por infringir las leyes sobre actividades de guerra en país neutral. Sin embargo, el marino español desobedeció la orden de expulsión y continuó de manera clandestina con su misión.

Mientras tanto, el Gobierno de España renunció a sus planes de atacar la costa Este de Estados Unidos. Entre otros motivos porque necesitaba, al menos, la completa neutralidad de la Gran Bretaña para que sus agentes pudieran operar en las Bermudas y en Canadá y que los buques españoles pudieran abastecerse de carbón y víveres. Los ingleses, desde el principio del conflicto España-Estados Unidos, lejos de cualquier neutralidad se habían posicionado claramente en favor de los norteamericanos. El Gobierno español decidió finalmente renunciar a atacar la costa de Estados Unidos y ordenó que los buques del almirante Cámara marcharan desde Cádiz a Filipinas.

El teniente de navío Carranza, una vez que conoció que España no iba a enviar buques a atacar la costa Este de Estados Unidos, decidió continuar con su misión en la costa Oeste. Ocultándose de las autoridades atravesó todo el territorio canadiense hasta Vancouver, donde se escondió en un pequeño piso y comenzó otra extraordinaria aventura también reflejada por Rodríguez y Conte de los Ríos. La intención del marino español era, por increíble que hoy nos parezca, armar un crucero auxiliar en el Pacífico para atacar e interrumpir en lo posible el importante tráfico comercial entre Alaska y Estados Unidos. Para ello adquirió el vapor ruso Amur, al que dotó de dos pequeños cañones. Para la tripulación del Amur, Carranza contaba con marineros españoles retenidos en Estados Unidos y que debían ser enviados a Canadá con pasaporte chileno.

Los norteamericanos contaban en la zona con el crucero ligero Wheeling, pero ante las actividades de Carranza, que continuaba sin ser encontrado, enviaron al crucero Bennington para protección del tráfico mercante.

Pero los marineros prometidos para tripular el Amur nunca llegaron a Canadá y Carranza se vio únicamente acompañado por pocos voluntarios. Aun así, el animoso y valiente marino español ideó una arriesgada operación para tomar al abordaje el crucero Bennigton y dedicarse a hostigar el tráfico norteamericano en el Pacífico. Compró armas y hasta un importante número de sables simulando ser un director teatral y necesitarlos para una representación.

Finalmente, cuando se disponía a emprender esta casi suicida operación, Carranza recibió la noticia de la llegada del armisticio y del inicio de las conversaciones de paz entre España y Estados Unidos y, al mismo tiempo, la orden de regresar a la península.

El 13 de agosto, el bravo marino embarcó en el vapor Scotman rumbo a Liverpool, finalizando su misión secreta en Canadá y las acciones contra Estados Unidos. Desde Inglaterra marchó a París, donde estuvo descansando unos días en el domicilio de su pariente político, José Moreno de Mora, que poseía una hermosa residencia en los Campos Elíseos. Allí tras largas conversaciones, Carranza decidió dejar la Marina y dedicarse a la política con el apoyo que le ofrecía Moreno de Mora.

La edición de tarde de Diario de Cádiz de 15 de septiembre de 1898 recoge el regreso de Carranza a su domicilio familiar. Pocos días más tarde llegaba la Resolución de Marina ordenando su pase a la Reserva. El Ministerio de Estado pidió al de Marina que constara en la hoja de servicios de Carranza, “lo mucho que le ha satisfecho el celo y la inteligencia de que dio constantes muestras el señor Carranza en las difíciles y numerosas misiones que le fueron confiadas, tanto mientras sirvió como agregado naval en Washington como durante el desempeño de la comisión que le fue confiada en Canadá”.

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