Ramón Domínguez Valero, un gaditano formado en Nueva York

Retrato de otra época

En diciembre del año 1934 inauguró la Instaladora Eléctrica en la calle Novena

La bombilla de la fachada de la antigua Instaladora Eléctrica, desfilando en la cabalgata del Carnaval de 1933.
La bombilla de la fachada de la antigua Instaladora Eléctrica, desfilando en la cabalgata del Carnaval de 1933.
Ignacio Casas De Ciria

29 de marzo 2021 - 06:00

Ramón Domínguez nació el 29 de abril de 1902, un mes después de fallecer su padre Ramón Domínguez Medina, por lo que fue hijo póstumo y su madre se dedicó toda su vida a él. Tras finalizar el bachillerato en los marianistas, su madre María Luisa Valero Alba le preguntó qué quería hacer le respondió: “Eso de la electricidad”. “¿Dónde se estudia eso?”, le preguntó la madre. “En Bélgica –respondió–, allí esta estudiando mi amigo Perico Lahera”. Pero al final, por sus ventajas, se decantó por América.

Su madre arregló los requisitos y el día 14 de marzo de 1919 embarcaron en el vapor de la Compañía Trasatlántica ‘Patricio Satrústegui’ hacia Nueva York. Pero cuando llegaron, la madre le dijo: “Hijo, tenemos para comer y pagar la casa este mes, para el siguiente hay que trabajar”. La frase fue definitiva: comenzó su vida laboral en una fábrica de galletas, labor que compartía con los estudios mientras su madre bordaba consiguiendo algunos ingresos.

Ramón Domínguez en el barco junto a su madre, María Luisa Valero, camino de Nueva York en 1919.
Ramón Domínguez en el barco junto a su madre, María Luisa Valero, camino de Nueva York en 1919.

Logró su titulación de ‘Applied Engineering’, (Ingeniero en Aplicaciones Eléctricas) el 19 de agosto 1925. Fue presentado a Henry Ford en una visita a la fábrica de automóviles Ford, y este al ver su nombre, Domínguez, le preguntó de dónde era y dijo que de España; Ford insistió, y le respondió que de Cádiz, y Henry Ford le comentó que allí tenía montada una planta para inundar Europa del modelo T, como así fue en Segunda Aguada.

Ya ingeniero, y por un accidente, tuvo que volver a Cádiz y decidió ya no regresar a Nueva York. Ingresó en los recién creados Servicios Eléctricos, más tarde SMAE, en un departamento en la promoción de la electricidad en los domicilios, y pronto entendió que lo suyo no era la promoción, sino la ejecución de esas instalaciones eléctricas. Así nació la creación e inauguración, el 9 de diciembre de 1934, de la Instaladora Eléctrica. Primero, con sus seis empleados, se dedicó a la venta de material eléctrico, aparatos de iluminación, instalaciones eléctricas y servicio de atención a abonados, hasta las 12 de la noche, llamado al teléfono 1414. El negocio fue creciendo y trasladó a los operarios de montajes eléctricos en domicilio a la calle José del Toro, y años después a Feduchy. También con la presencia de pesqueros, amplió sus conocimientos en la reparación de motores y dinamos de máquina, muy común en esas embarcaciones, y abrió un nuevo taller en la calle Plocia.

La bombilla que aún luce en la fachada desfiló en la cabalgata del Carnaval del año 1933 montada en un camión militar, formaba parte de un conjunto en homenaje a la luz. Al finalizar las fiestas, Ramón Domínguez la adquirió y Manuel Díaz Santos, en su taller de hojalatería y posterior fontanería en la calle Valverde, le fabricó la antorcha tal como está montada en la actualidad.

Ramón Domínguez Valero, en el despacho de plenos del Ayuntamiento de Cádiz, durante  una sesión junto a Manuel Barbardillo, Jerónimo Almagro y Vicente Moral, entre otros.
Ramón Domínguez Valero, en el despacho de plenos del Ayuntamiento de Cádiz, durante una sesión junto a Manuel Barbardillo, Jerónimo Almagro y Vicente Moral, entre otros.

Ramón Domínguez se casó con Ninfa Bensusan y tuvieron 9 hijos, de los cuales tres continuaron junto a él en la empresa hasta su cierre. Fue directivo del Cádiz; presidente de la Cámara de la Propiedad; presidente del Sindicato del Metal ; prioste y hermano mayor de la cofradía de la Piedad; teniente alcalde y concejal, en diferentes periodos, colaborando con los alcaldes Juan de Dios Molina, Alfonso Moreno, José León de Carranza y Jerónimo Almagro. Aficionado a la escritura, solía escribir en Diario de Cádiz al finalizar el verano con el seudónimo de Radova, destacando y enumerando los acontecimientos que se habían celebrado durante la época estival. Falleció el 22 de marzo de 1989, cuando su hija Lourdes le leía en Diario de Cádiz la reseña de la salida de la Piedad.

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