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Cádiz/En cualquier cuento que se precie debe haber, como poco, un héroe –o varios– y un villano –o unos pocos– al que plantarle cara y a quien derrotar después haber superado varias pruebas, a poder ser, lo más difíciles posible.
Los héroes de la tarde-noche y de todo el día de ayer fueron, como no, los tres Reyes Magos, la Estrella de Oriente y la Cartera Real, que uniendo sus súper poderes y disparando ilusión a raudales entre los más pequeños lograron vencer el miedo al malvado Ómicron. Ese ser abyecto que se nos está colando sin darnos cuenta en los colegios, los centros de trabajo y allí donde encuentra el mínimo caldo de cultivo, pero al que estamos venciendo gracias a la vacunación masiva, también de los más pequeños.
El caso es que los Reyes Magos completaron ayer toda un yincana de pruebas que arrancó desde muy temprano y culminó con la cabalgata con el fin de que no hubiese un niño que no se acostase sin verles antes de recibir esta mañana sus ansiados regalos, ya fuese en el desfile de por la tarde o en alguna de sus visitas previas a todos los barrios de la ciudad, después del tradicional Acto de Adoración al Niño Jesús en la Iglesia de Santo Domingo.
Eso sí, Sus Majestades sólo pudieron conseguir su objetivo con la inestimable ayuda de los técnicos de Protección Civil, de los agentes de la Policía Local y Nacional, de los trabajadores sanitarios, de los vigilantes y de todo el personal que participó en un amplio dispositivo de seguridad y prevención frente a la pandemia de Covid-19 diseñado en el seno de la Junta de Seguridad Local.
Si la cabalgata del año pasado fue única porque tuvo que ser estática, dados los datos de contagios, hospitalizaciones y casos graves, la de este año que ha vuelto a ponerse en marcha, también lo ha sido. El cortejo real lo abría un vehículo de Protección Civil desde el que se recordaba por megafonía el uso obligatorio de las mascarillas y la necesidad de conservar las distancias de seguridad que impone la pandemia, también en exteriores.
A un lado y a otro del trayecto vallado se reservaron unas amplísimas franjas de espacio en la calzada hasta las aceras con el fin de que pequeños y mayores pudiesen mantener al menos ese metro y medio entre persona y persona. Otra cosa distinta es que se cumpliese con ello en todo momento –que no se cumplió–, sobre todo por el empeño de la mayoría en disfrutar del espectáculo desde primerísima fila. Así que la eficacia del amplio dispositivo de seguridad sólo se podrá comprobar en los próximos días.
Además, la cabalgata alargó su longitud en más de un kilómetro y medio –llegó a medir cinco– para que las carrozas y los grupos de figurantes fuesen más separados. Y se suspendió con buen criterio la tradicional lluvia de caramelos, que habría podido generar aglomeraciones mayores y más propicias para que el malvado Ómicron hiciese todavía más de las suyas. Aunque sí que hubo lanzamientos, digamos que gestuales o virtuales, sobre todo por parte de la Cartera Real, que respondía con ímpetu, pero con con las manos vacías, al jaleo de la chiquillería.
Como suele ser habitual, la mayor parte del público se fue concentrando progresivamente en los tramos más cercanos a la cabecera de salida de la cabalgata, entre Cortefiel y la Plaza Ana Orantes, desde donde partió con retraso. Quienes tienen la suerte de disponer de ventana o balcón a la Avenida no la desaprovecharon: algunas terrazas estaban hasta la bandera y en algunos edificios los vecinos disfrutaron de la azotea.
Abrió el cortejo real la banda de la agrupación musical Nuestro Padre Jesús de la Salud interpretando el I will survive, de Gloria Gaynor –o el Resistiré del Dúo Dinámico, como prefieran– ese himno del confinamiento que todavía hoy desata la emoción y las lágrimas entre algunas personas. A continuación desfilaron una treintena de muñecos hinchables de animación infantil, a quienes siguieron los pasacalles Estrellas de Navidad y 4 Hadas de Luz, que precedía a la majestuosa carroza de la Estrella de Oriente.
Pero fue el pasacalles Tierra de Faraones el que despertó más expectación entre el público, con unas figuras gigantes hinchables inspiradas en el Antiguo Egipto, incluida una megamomia y una gran cobra que abrazaba un globo terráqueo. Mientras tanto, no dejaban de sonar los villancicos tradicionales y otros más poperos e incluso rockeros desde la megafonía de la carroza Taller de Juguetes, el pasacalles Osos Polares, la carroza Muñeco de Nieve, el pasacalles Lanza de Ilusiones, la carroza Elfos y Duendes, con su pasacalles infantil y su Carro Musical y la carroza Tienda Mágica de Golosinas con el pasacalles 6 Renos de Luz.
También gustó mucho a pequeños y mayores el pasacalles Las Meninas que acompañaba la carroza del Rey Melchor, unas representaciones hinchables de diseño cubista de los personajes del famoso cuadro de Velázquez. Antes había desfilado ya la de la Cartera Real, acompañada de la coral juvenil Santa Natalia. El Rey Gaspar, sin embargo, se hizo acompañar de una banda sonora más actual, la que le proporcionó el pasacalles Los Vengadores de Funko Pop. Pero como es habitual, el más ovacionado fue el Rey Baltasar, que cerraba la comitiva.
En torno a las 20:00 horas, la cabalgata de Sus Majestades los Reyes magos de Oriente bajaba por la Cuesta de las Calesas y culminaba sin incidencias reseñables un poco más abajo de la Plaza de Sevilla, en la Avenida del Puerto, punto final del cortejo de este año, después de que se decidiese suspender el tradicional saludo desde el balcón del Ayuntamiento.
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