¿Sabes qué tienen en común la presbicia y la hipermetropía?
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Apreciar de forma borrosa los objetos cercanos parece un claro síntoma de vista cansada o presbicia, sobre todo si ya rebasamos los cuarenta, ¿verdad? No obstante, ¿qué pasa cuando hablamos de niños que se quejan de este problema o de personas relativamente jóvenes? Obviamente no podemos hablar de presbicia, sino de otro tipo de alteración visual llamada hipermetropía.
Lo cierto es que la hipermetropía es la gran desconocida entre los problemas refractivos, pues casi todos tenemos muy claro en qué consisten defectos como la miopía o, incluso, el astigmatismo. Pero con la hipermetropía solemos tener cierta confusión, a pesar de que puede presentarse a edades muy tempranas y motivar en los niños la necesidad de usar gafas.
En concreto, la hipermetropía es un defecto de la refracción que ocasiona que las imágenes no se enfoquen sobre la retina, sino detrás de ella. Esto propicia que las imágenes cercanas se observen borrosas. Este problema visual puede deberse a una córnea y un cristalino débil o a un glóbulo ocular más corto de lo normal.
No obstante, a pesar de que la hipermetropía suele alterar únicamente la visión cercana, también es posible que, si la hipermetropía es elevada, ni siquiera se perciban con claridad los objetos lejanos. A esto se añaden ciertas incomodidades como el dolor de cabeza o la irritación de los ojos, muy habituales entre las personas hipermétropes.
¿Y qué tal estamos los españoles de hipermetropía? Pues un 9 % de los andaluces presenta hipermetropía, pero es la comunidad balear con un 12,1 %, la región que aglutina a un mayor número de personas hipermétropes. Además, este defecto visual aún es más habitual entre las personas cuyas edades se sitúan entre los 16 y los 24 años. Por lo tanto, no es un problema menor dado que un porcentaje nada desdeñable de la población lo presenta.
Aunque no tenemos datos referentes a los niños, no podemos pasar por alto que la hipermetropía también es frecuente y, para colmo, puede constituir una fuente de problemas dado que puede lastrar su rendimiento escolar. Así, si detectamos que el pequeño se muestra reacio a la lectura, tiene dificultades para seguir las explicaciones del profesorado o si se queja de frecuentes dolores de cabeza es posible que estemos ante un caso no diagnosticado de hipermetropía.
En cualquier caso, no hay razón para preocuparse, pero sí que debemos acudir a un oftalmólogo para que revise el estado de la visión del niño. No siempre es necesario el uso de gafas. Además, el grado de hipermetropía puede ser relativamente bajo y es posible que no sea necesario que el pequeño emplee en todo momento el sistema de corrección, sino únicamente para la realización de determinadas tareas.
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