SailGP: Cádiz estuvo de nuevo a la altura en la despedida (hasta el año que viene) de la prueba náutica
El público vuelve a abarrotar bares y balaustradas en una gran jornada festiva
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Cádiz estuvo a la altura de las circunstancias y se entregó para que el cierre a la prueba SailGP en sus aguas fuera inolvidable. La despedida, afortunadamente hasta el año que viene, vino respaldada por la respuesta del público, que abarrotó de nuevo las balconadas del casco histórico, incluso en mayor número que en la jornada del sábado. La ciudad ha demostrado este domingo por qué ha sido elegida como sede de la prueba también los dos próximos años.
Los beneficios colaterales de la celebración de la prueba náutica fueron de nuevo para la hostelería. Llenos en Plocia, San Juan de Dios y calle Nueva. En algunos casos, con gente esperando mesa. Ambientazo en la plaza de Mina, con una cola para comprar helados en Pazza Mina. Era un día para hacer caja. Por vender, hasta se vendieron pirulines, como si en vez de catamaranes en el agua hubiese pasos en las calles.
En San Francisco había Carnaval improvisado. Delante de sus bares actuaba el cuarteto juvenil 'Hay quien dice que mayo no tiene fiestas', que ya lo había hecho, junto a otras agrupaciones, en los tablaos habilitados por el Ayuntamiento de Cádiz para animar el cotarro. También hubo flamenco en la plaza de San Juan de Dios, con Raúl Gálvez y Spoticai, y talleres infantiles en Canalejas.
El camino hacia el Parque Genovés estaba plagado de bares llenos. Ancha, San Antonio y Veedor. Pescado frito y tapas antes de llegar a la plaza del Mentidero, uno de los epicentros actuales de la hostelería local. Allí, Antonio Sánchez, el propietario del Bar Samir, recordaba viejos tiempos de la antigua redacción de este rotativo en la calle Ceballos mientras envolvía cubiertos con servilletas para que fuera, en las terrazas, todo estuviera en orden. “Fiestas como esta de los catamaranes ayuda mucho a la hostelería. Han sido dos días de categoría”, admitía. Para atender a la clientela “he tenido que meter personal extra”, señalaba. Afirmaba que desde el jueves “ya se notó mucho extranjero por la zona”, además de “un público familiar que viene a disfrutar y a gastar, que es lo que interesa”.
Vanesa Sánchez Grimaldi, del bar El Trompeta, aunque notó “menos gente que el sábado”, tenía muy claro que “firmaría que hubiese una SailGP una vez al mes”.
Quienes no encontraron mesa se montaron su almuerzo en bancos del Paseo Carlos III, con despliegue de papelones de chocos y adobo en los asientos. Enfrente, la hinchada australiana repetía sitio en la balaustrada, esta vez enarbolando una gran bandera de su país. En ese momento, justo antes del inicio de la primera carrera, un helicóptero grababa imágenes del público, que saludaba entusiasmado. “El público de Cádiz es la envidia de SailGP”, aseguraba el periodista Nico Abad, tocando la fibra sensible del orgullo patrio. Pero estaba en lo cierto. Tenía sentido sacar pecho por la ciudad y por los gaditanos. Cádiz había completado un nuevo éxito como anfitriona de un evento de envergadura.
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