San Francisco, un año sin franciscanos
El vínculo de la orden religiosa con Cádiz sigue latente con la titularidad del edificio y con el contacto de los últimos frailes que abandonaron la ciudad, como Teodoro López
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Nostalgia mutua entre Cádiz y los franciscanos. La ciudad sobrevive a la crisis espiritual de estos tiempos, reflejada en la falta de vocaciones, sin frailes de hábito marrón que crucen el Francia y París, bajen Rosario o atraviesen Isabel La Católica. Se cumple un año de la marcha de los franciscanos, pero queda el nombre de la plaza, de la calle que llega directamente a la puerta del convento, y de la iglesia; como queda el santo que corona la puerta principal; y queda el contacto de la comunidad franciscana, de sus feligreses, de las tres cofradías que allí radican con los frailes, con esos últimos franciscanos que hicieron las maletas con más pesar que ilusión, con una franciscana entereza con la que soportan la caída de una orden que sumaba por cinco las centurias de presencia en Cádiz.
Teodoro López es uno de esos frailes últimos en marchar hace un año. Desde septiembre de 2022 forma parte del convento franciscano de Palos de la Frontera, “alejado del mundanal ruido” al encontrarse a casi 4 kilómetros de esta localidad, “como si fuera un monasterio de retiro” fundado en 1412 y con un peso histórico importante ya que “gracias a la intervención de dos frailes, Colón descubrió América”, como afirma este fraile en referencia a la mediación franciscana que permitió al marino español conocer a los Reyes Católicos, “sobre todo a Isabel”, y proponer el viaje.
En su nuevo destino, López no puede dejar de hablar de “nostalgia”, aunque no encuentra el calificativo exacto para hablar de los recuerdos que mantiene de Cádiz, ciudad a la que llegó en 2017 hasta el cierre del convento. Un año después, este fraile sigue en contacto con muchos gaditanos. “Recibimos wasaps de unos y de otros, de las monjas del Rebaño a las que casi siempre iba yo a darle misas. Lógicamente queda un recuerdo agradable y una cercanía que se mantiene pese a la distancia. Los gaditanos son muy agradables y cercanos y reconocen nuestro estilo de vida”, traslada destacando “cómo nos echan de menos los gaditanos, después de casi 500 años en la ciudad”.
La orden franciscana mantiene la titularidad del templo y el convento anexo, actualmente atendidos por los misioneros identes merced a un acuerdo entre las partes que está previsto que se plasme ahora en un convenio que garantice la presencia de los actuales rectores por un amplio período de tiempo. ¿Deja esto abierta la puerta a un posible regreso de los franciscanos a Cádiz?
“Hoy por hoy eso es imposible pensar en el regreso. Cada año se ordenan dos o tres frailes 2 o 3, pero se mueren 10 o 12. Las cifras no salen”, lamenta Teodoro López. Efectivamente, desde la unión de varias provincias franciscanas en la actual de la Inmaculada en el año 2015, son más de un centenar los frailes que ha perdido. En 2015, la nueva provincia de la Inmaculada (a la que pertenece Cádiz) contabilizaba 377 franciscanos, y en el último recuento de 2022 (se hacen cada tres años, con la demora impuesta por el Covid en 2020) cifra actualmente 265 frailes. “Nos morimos de viejos y no hay vocaciones a la vida religiosa, que es una situación lamentable. Llegan a cuentagotas los nuevos frailes”, expone este veterano franciscano profundo conocedor de Tierra Santa y que tuvo que soportar el amargo trago de ver cerrar la casa de Cádiz.
Desde Palos de la Frontera, Teodoro López mantiene con cierta nostalgia el contacto con los muchos gaditanos que conoció durante su estancia en el convento, así como el recuerdo de la ciudad. Y Cádiz conserva el nombre de la iglesia, de la plaza, de la calle; y el recuerdo de tantos frailes que pasaron por la ciudad y dejaron su impronta en ese medio milenio de presencia franciscana que el reloj paró hace ahora un año.
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