San Francisco le echa un pulso a calle Ancha
Comercio
El anunciado traslado de la Escuela de Hostelería al instituto Rosario nos centra la mirada en una vía que, con la apertura de algunos negocios en los últimos años, está tomando nuevo brío
Bares de toda la vida conviven con una Estrella Michelín y con comercios de corte variado que han abierto en los últimos años
De sede de Galerías Preciados a apartamentos turísticos en pleno centro de Cádiz
Cádiz/Tiene la calle San Francisco un discreto encanto –puede que heredado de los tiempos en los que Eugène Delacroix se afanaba en una acuarela en la Posada Inglesa al compás del repique de campanas de la iglesia conventual– que ha vencido a la decadencia inherente, y a veces hasta favorecedora, de una ciudad en la que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Un empaque señorial que pervive en los sillares de piedra de algunas de sus casas burguesas y hasta en la propia configuración dispuesta al paseo y que se nos antoja río entre dos plazas. Por ello, resultaba irrazonable (permítanme, hasta injusto) el abandono al que durante años (¿décadas?) estuvo sometida una vía donde proliferaba más el cartón en los soportales de los bancos (los restos del naufragio de un sistema social fallido) que negocios de comercio y hostelería. El crack de San Francisco, que rotulaba el siempre certero Juan José Téllez. Sin embargo, en una pequeña caminata por la San Francisco de hoy, escasos son los locales sin actividad y variada es la oferta que invita al gasto en una calle a la que se le ha prometido reforzar su conexión con la también pujante Nueva a través del traslado de la Escuela de Hostelería Fernando Quiñones al antiguo instituto Rosario. No es casualidad. Y es que durante los últimos años el discreto encanto de San Francisco ha vuelto a despertar y hasta puede mirar de frente a la más histórica arteria principal de Cádiz. San Francisco le está echando un pulso a Ancha.
Lo de la mudanza de la escuela de Diputación al extinto centro educativo de la plaza de San Agustín no es inmediato –no, ni proyecto ni presupuesto tiene la idea–, pero las resonancias entre Nueva y San Francisco no encuentran barreras cuando el carácter de estas calles es ya de dirección única.
“La cosa va por épocas, no hay que engañarse, pero efectivamente ahora San Francisco está en un momento de auge”. Jose Bolaños lleva trabajando unos años en Los Platillos Volantes pero el sideral paraíso para un guiri –cerveza a buen precio y buen embutido al corte– lleva en pie desde el año 1955. Mucho ha visto llover y reverdecer el bar que hace esquina con Beato Diego pero la extensión de su comedor al local de enfrente nos habla de que “no son malos tiempos”.
Clientela fija y también turística –de la última, “mucho”– se sientan a esta mesa de precios muy populares y propicia “al mañaneo”. Pero si de la calle San Francisco hablamos, la oferta hostelera abre su menú a todo tipo de bolsillos y paladares hasta encontrar la excelencia de Código de Barra, toda una Estrella Michelín, y de su hermana menor (de edad, que no de calidad), Contraseña.
El Hotel Las Cortes también pone a disposición su restaurante, y sus vistas magníficas con el bar en la terraza-mirador, para la gloria de esta vía donde Casa Antonio ofrece el siempre fiable ambiente familiar, amén de Taberna Lucio y Casa Murga; mientras que Nueva, ya hemos dicho que indistinguible el carácter de una y de otra, atrapa al paseante con ofertas de poco más de un lustro como Casa Angelita y el llamativo jardín urbano de El Café de Ana (siempre a reventar) o con apuestas con menos de una década como la de La Marquesa de las Huevas que llenó más que dignamente el hueco que dejó la histórica marisquería Joselito.
Las franquicias –TKO Tako, Pomodoro– también han encontrado refugio en este trozo de la misma alma, el más cercano a San Juan de Dios, donde acaban de recibir a un nuevo vecino, el Salón de Baile NuNu, que le regala la madrugada a una arteria que, hasta ahora, sólo funcionaba de día, a excepción de los brindis de Angelita Fizz y lo que toca de la, ya metida en plaza, Maison Dorée.
“Para 8 años llevo, y estoy contentísima. Yo había trabajado antes también en esta misma calle pero como empleada en otro negocio, y es cierto que estaba la cosa más de capa caída, pero de unos años para acá hay otra alegría en esta calle”. San Francisco también es territorio para el comercio. Lo dice Maripaz Benítez, que no se llama Marta aunque no pocos clientes la llamen por el nombre de su vestidor al que llegó embarazada de Marta (esa, sí) cuando la camisería que ocupaba el local acababa de cerrar.
El Vestidor de Marta, junto a La Percha de Flora, o a Filigrana son ejemplos de emprendimiento con denominación de origen Cádiz que han optado por instalarse entre San Francisco y Nueva, como ya en tiempos apostó un negocio de postín de la tierra, la Joyería Gordillo.
“Columela está más en decadencia aunque ahora parece que se está transformando, Ancha, bueno, creo que hay más cafeterías, y Compañía, que sí que hay muchas tiendecitas y tal, es verdad que se han puesto muy caros los locales, cosa que no entiendo, porque es una calle completamente de paso pero en el sentido que la gente, sobre todo los turistas, van enfilados sin tiempo a pararse. También es cierto que es una calle muy estrecha y a San Francisco no le ocurre eso, su misma forma te hace apetecible ver los escaparates, pararte, ya entrar..., pues depende del día”, ríe Mari Paz al tiempo que despacha a una vecina de esta misma calle, Teresa Correas, que se mudó desde Extramuros al centro, a San Francisco, 11, en 2015 y, dice, acertó “de pleno”.
“Sólo hay que pasear por aquí para ver la alegría que tiene ahora San Francisco. Es una calle donde siempre hay gente por la mañana y por la tarde y, sin embargo, de noche, es muy tranquila, muy serena. Estoy de acuerdo que ha habido un auge en estos últimos años pero, sin embargo, en la vida de nosotros, los vecinos, esto no ha afectado para mal”, reflexiona Teresa, “la que tiene el balcón más bonito y más bien puesto de todo San Francisco”, le alaba la emprendedora.
Miramos a los cielos –pocas, ninguna fachada, diría, está en estado ruinoso– para regresar la mirada rápidamente al ras del suelo y ver los agujeros que han dejado algunos comercios todavía sin sustitución. La corsetería Rebeca, que tiene en venta un mostrador de los más veteranos de la calle; la zapatería Nuria Cobo, con su entrada colosal; y, sobre todo, el hueco enorme que los gaditanos más veteranos siempre reconocerán como Confecciones Moral (a pesar de que Bimba y Lola se ha pegado allí sus buenos años antes de su traslado a Palillero), son los ausentes más presentes de toda la vía.
Unos 5.500 euros al mes piden por el local de San Francisco esquina con Columela puesto a disposición de los interesados en la inmobiliaria Innysse que, por cierto, también decidió hace “como un año y medio” poner una pica en la calle San Francisco, sumando un nuevo despacho a su sede central situada en Barrié. “Que esta calle está tomando una relevancia en los últimos años es una realidad, nosotros lo hemos notado y, por eso, la decisión de también estar presentes aquí”, cuentan desde la oficina.
Año y medio (quizás un mes más) es el tiempo que también lleva abierta la tienda de Petaca Chico, foco de atracción para “el turismo nacional” que ha encontrado en esta calle un escaparate ideal para su “buena trayectoria” hasta ahora. “La tienda funciona bien aquí. Yo, como gaditana que ha vivido en Cádiz, pues veo que ahora San Francisco tiene mucha vida. Esta tienda de aquí enfrente (la firma Encuentro) está siempre llena de gente, han ido abriendo en estos años muchas cosas y se suma que es calle de tránsito pero también de pararse a mirar”, explica una de las dependientas, Mila Carballo, que junto a Esther Pavón y Daniel Flor, que se afana en preparar las degustaciones que ofrecen al público diariamente, podría contar en un futuro próximo con un aliado en sus objetivos, ya que muy cerquita, en lo que fue los antiguos Juzgados de Menores, se proyecta un complejo de apartamentos turísticos.
Además de futuro, en San Francisco también hay lugar para la memoria que, quizás, por sabia y experimentada, no es siempre tan optimista. La Mercería, ese coqueto sueño de hilos y lanas de Manolo Gutiérrez, tiene la suspicacia de las vistas largas. “Lo siento pero no comparto esa opinión, yo veo que esto está muerto, mucho pasear, mucho mirar, pero Cádiz está muerto”, reflexiona Gutiérrez que lleva más de tres décadas al frente de su negocio “y en cinco años es que ya me jubilo”, ansía.
Manolo dice que ha visto “tiempos mejores” y se le antoja un espejismo la “aparente” pujanza de “unos cuantos negocios nuevos”. “¿Pero has preguntado cuánta gente les entran? ¡Anda mujer, esto está muerto!”, insiste con una pátina de desafección que, por el contrario, deja entrever un poso de dolor por la situación del comercio en Cádiz.
Eso sí, La Mercería tiene “su clientela” que responde y con libro de cuentas en manos el empresario no se puede quejar. “Sí, a nosotros nos va bien”, dice al tiempo que desconfía de que proyectos como la Escuela de Hostelería repercutan en una mejora para los compañeros de calle.
Se comparta o no la opinión del mercero –ojo, opinión que pesa lo que los años de experiencia–, parece innegable que San Francisco es calle para un roto y para un descosido. Una calle donde igual se puede morder, al estilo Blancanieves, la manzana de Apple, que la Cenicienta de turno encontrará su zapato (Catchalot, Payma, Vanesa Calzados...) y con una biblioteca, la de Juvencio Maeztu en la Fundación Unicaja, que despertaría el interés hasta de la propia Bella. Una calle real, una calle que va pidiendo la corona de vía principal.
San Francisco le está echando un pulso a Ancha de manera paulatina, casi sin hacer ruido, con su discreto encanto señorial que guarda los ecos de los pasos de los viajeros románticos y de las alegres fondas populares que los enamoraron. San Francisco y su pasado. San Francisco y su futuro, que se construye en el presente.
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