Tribuna libre
El mensaje del comedor
Ciudadano de Cádiz
EN lo de Rebujina se escucha a Juan Villar. A muchos Juan Villar. Un Juan Villar de hace 30 años en un programa de televisión. Otro Juan Villar diez años más joven en una actuación en Zamora... En bucle audiovisual, doliéndose y doliéndonos, -"... qué sabe la gente..."- en el mediodía de su rincón fetiche, la Taberna El Albero de su barrio de la Viña. Ese Juan Villar, el que truena y se pone al borde del abismo, se parece al que tengo delante, sin embargo, el de carne y hueso no se quiere hacer notar. Habla, se ríe, bromea y se emociona, pero parapetado tras un burladero de discreción, contando historias en los silencios tan claras como sus ojos. Las suyas y las heredadas. Las que quedan registradas en la memoria genética de los miembros de una estirpe legendaria. Las que sólo oyen quienes saben leer entre quejíos. A continuación, su biografía. El resto... Qué sabe la gente...
-Dejó dicho Santiago Donday en una entrevista a principios de este milenio que en Cádiz capital, por derecho, sólo cantaban tres: Chano Lobato, usted y él. ¿Qué opina?
-Hombre, que en Cádiz ha cantado por derecho mucha más gente... A ver, en parte, tiene razón en lo que dijo, pero hay más gente. Pero, tendría sus razones para decirlo.... Él sí que cantaba por derecho, pero no quiso nunca ser artista, cantaba cuando le daba la gana.
-Un poner, le damos la razón a Donday, ¿sentiría cierta responsabilidad ahora que no están ni él ni Chano?
-Es que no creo que esa responsabilidad esté en mis espaldas, creo que es demasiado decir hacia mí. En esta época están saliendo criaturas que están prometiendo y están llevando los cantes de Cádiz por todos sitios. Hay una buena escuela ahora mismito en Cádiz.
-¿Se considera un maestro?
-Eso también es mucho decir.
-Bueno... Dígame que al menos sí que se considera modesto.
-No es modestia, es que yo soy incapaz de decir quién yo soy, soy lo que la gente dice que soy.
-Pues vamos a descubrir quién es y para eso echemos la vista atrás. Chavalillos de Cádiz y comienzos suyos de chavea en Cádiz. Cuénteme de aquella época.
-A Los Chavalillos de Cádiz nos llevó mi tío Curro a mí y a mi prima Manueli (Manoli de Gertrudis) cuando no teníamos más que 7 u 8 años. Bueno, era una cosa de chiquillos. Ya, después, con unos doce años, sí que ya empecé a ir al Balneario de la Palma que entonces Caracol de Cádiz llevaba espectáculos y me llamaba siempre a mí, al tío Pablo, al tío Jineto, al Niño de los Rizos, a la mujer del Silva, el pobre que en paz descanse, a una chavalita de ahí, de la calle Pasquín... En fin, al Balneario y a las fiestas que había en Cádiz, me llamaban y yo iba, aunque también llevaba adelante el trabajo, porque yo era un hombre trabajador, un obrero de la vida. Luego ya me fui a la mili y cuando salí me metí en el Tablao de Cádiz y, de ahí, me fui a Madrid a probar mi suerte...
-A su padre no le hacía mucha gracia que usted se dedicara al cante, ¿no?
-Él no quería que yo cantara nunca, nunca. Y le gustaba el cante, pero no que yo cantara en las calles y por ahí... Fíjate tú que me quisieron llevar a trabajar por ahí de chico y dijo que no.
-¿Y como lo convenció?
-Pues no lo convencí, es que cumplí ya mi edad para decidir. Cuando salí de la mili entonces le dije, "opá, yo me voy para Madrid a probar suerte, que no, pues me vengo a trabajar". Y así que no tuvo más remedio que dejarme ir...
-¿Y Pilar? Ella sí que estaría loca de contenta desde el principio...
-Sí, ella sí. Ella, nada más que me escuchaba y decía que su niño era... En fin...
-Cádiz conoce a su tío Pablo, a su tío Jineto, pero cuente quién era Pilar, su madre.
-....Pilar era una gitana que como ella no había dos. Como persona quitaba la cabeza, como madre, mejor; como esposa, mejor; y si te hablo ya de cómo cantaba, era el no va más... Como mi madre ha cantado poquita gente en Cádiz. De hecho, el que cantaba saeta en Cádiz, Manolo Martín, la subió a ella cuando era chica en lo alto de un paso para que cantara. Fíjate cómo sería su cante. Qué te voy a decir yo, que mi madre era toda bondad, una persona entrañable... Mi madre no cantó profesionalmente pero Enrique el de casa (uno de los vecinos de la casa de su infancia) creo yo que tienen unas cintas grabadas de ellos que me gustaría a mí recopilar. Es de una de las veces que Enrique vino de Alemania y se trajo un magnetofón y se formó una juerga en casa y mi madre cantó y ahí tiene que estar grabado.
-La casa. Calle Ángel número 18. Poca gente sabe de las figuras del flamenco que por allí pasaron...
-Y además de verdad. El número 18 de la calle Ángel era la alegría de la Viña porque ahí han entrado todos los mejores artistas del mundo. Todos han venido a la calle Ángel a comerse una olla de mi abuela La China con el tío Pablo, que los traía cuando venía con las compañías, al igual que iban a casa de Manuela la de Charol que somos la misma familia y también iban allí a comer a la olla de ella. Y también unas navidades que se pasaban... Mejores que esas no se pueden pasar. Dimos con un vecindario que éramos casi todos como una familia y el que tenía una botella pues la ponía en el patio, el que tenía unos pestiños los ponía y se formaba el pitote padre hasta el otro día, hasta por la mañana y todos los vecinos ponían algo, y el que no tenía pues no ponía nada y no pasaba nada. Todos allí unidos.... Y eso ya se ha perdido con las casas cada uno individual, normal.
-Hablaba antes de trabajo. ¿En qué trabajaba usted antes de ser profesional del cante?
-Mira, yo trabajé de botones en el Casino Gaditano, trabajé en Nicanor, trabajé de albañil con Juan Córdobés, en una furgoneta en el Muelle, hasta de ebanista, eso unos cuantos días, con Angelín el marido de mi prima Manueli... En todas esas cosas he estado yo.
-¿El cante era sustento o pasión?
-Era sustento de vida pero se canta porque a uno le gusta. Y si, encima, lo ganas cantando pues mejor. Pero te digo, antes y ahora, canto porque me gusta cantar. Siento el cante como una necesidad.
-Antes de ir a Madrid después de la mili, usted hizo una intentona, ¿es así?
-No, a ver, fui a participar en un concurso de televisión pero allí había un ballet que me quería contratar y el tío Pablo fue el que me sacó los billetes para Cádiz cuando se enteró. No le gustó un pelo el ballet ese y me mandó para Cádiz. Tenía yo unos 16 años.
-¿Y cómo quedó en el concurso?
-Era un concurso de esos donde había de todo, moderno, lírico, piano... De esos de talentos y la gente iba con lo que sabía hacer. Yo era el único flamenco y quedé segundo, por un punto se me fue la del lírico. No me acuerdo cómo se llamaba el programa, sería el primer Aplauso o una cosa parecida.
-¿Y cuando da el salto definitivo fuera de Cádiz?
-Bueno, antes me metí en el Tablao de Cádiz y allí me llevé once meses y ya me fui para Madrid. Y allí me metí en el Villa Rosa.
-¿Qué Madrid encontró?
-El Madrid de Oro, la época dorada del flamenco. No faltaba trabajo en el flamenco, ni uno, al revés, salías de un lado y te metías en otro, estaban locos los dueños por meter a un artista. Había muchos tablaos y mucho público. Llenos los tablaos, lo mismo el Café de Chinitas, que Canasteros, que Las Brujas... Todos llenos.
-¿Quién estaba en Villa Rosa cuando llegó?
-Pues las dos hermanas Clotis, un cantaor de Badajoz, el guitarrista José María Pardo, bueno, y Amina, que es la que me metió a mí allí (la gaditana María Gracia Ortiz, hija del guitarrista Juan el Ciego y que se crió en Marruecos). Pero en Villa Rosa estuve poco tiempo, de ahí me fui a Barcelona y de Barcelona me vine y entré otra vez al Villa Rosa y de allí a Barcelona otra vez, al Cordobés. Y ahí me pegué 3 años, y eso que fui para 15 días. Y de allí pues ya me vine a Canasteros y ahí conozco ya a la Carrasco, al Güito, a Manolete, a Faiquillo... A toda esa gente... También le canto al Farruco, a La Tati... A todos esos artistas era a los que me gustaba a mí cantarles.
-La Tati también contó en una entrevista que fue usted quien le dice al Capullo de Jerez que le cantara a ella.
-Digo, sí, sí, es la realidad. Eso fue en Barcelona. El Capullo fue a trabajar allí y estábamos trabajando yo de figurita y ella a bailar y yo le dije al Capullo tú le cantas a esta bailaora y te quitas del cuadro. Digo, así fue.
-¿En Torre Bermeja también estuvo usted no?
-Sí, allí me metió a mí La Trini de España. Y ahí coincidí con Camarón, con Panseco...
-¿Cuál fue su momento de explosión en el cante para el baile?
-Sin duda en Canasteros con Manuela Carrasco. Luego ya mi explosión como cantaor solo fue en el segundo disco, con el boom de Cuchillos y espada y Curro con el capote y todas esas cosas.
-¿Cómo llega el primer disco?
-Pues estando yo en Villa Rosa. Ramón de Algeciras estaba allí un día escuchándome y cuando me bajé de trabajar me lo propuso y le dije que sí, claro. Y lo grabé con él y con su hermano Pepe de Lucía. Fíjate, ¡casi nada para un primer disco! Juanito el de La Jineta, se llamaba el disco.
-¿Y en qué momento se pierde lo de 'la Jineta'?
-Pues muy fácil, porque en Madrid todo el mundo me conocía por Juan Villar. Y, la verdad, que ya que la gente me llamaba Juan Villar pues en el segundo disco cambié el nombre por el que me conocía la gente. Era mejor, ¿no?
-También se graba el segundo en Madrid, ¿no?
-Sí, los cinco discos primeros se graban en Madrid. Viviendo yo allí, en un pisito que me compré en Parla, se grabaron los cuatro primeros y ya el último estaba yo aquí.
-¿Cuál piensa que fue su mejor momento artístico?
-En la época de Madrid, creo. También en la Cumbre Flamenca donde fui triunfador, y en la época de los festivales, ahí era mi mejor momento.
-¿Cuántos festivales llegó a hacer usted entonces? Difícil de contabilizar, ¿no?
-Ofú... A ver, por estadísticas, que no me lo invento yo, en un año he hecho más que todos los artistas de mi momento. Hablamos de los años setenta y tantos para arriba.
-¿Y su peor momento?
-Pues hace unos años cuando me operaron... Estaba bastante mal, no tenía ganas de nada, tenía depresión... Pero ahora estoy que quito el sentío otra vez (ríe).
-Cantaor que más le haya sorprendido
-El que más me ha sorprendido, el que más me ha influido y mi ídolo siempre fue Caracol. Caracol era muy personal, es que, yo qué sé, tenía tal personalidad y cantaba tan bien y era tan diferente a todo, era increíble.
-Nárreme su primer encuentro con él, ¿cómo fue?
-Pues me jarté de llorar (ríe) Ha sido el único que me ha sacado de mis casillas. La primera vez que yo lo vi cantar fue nada más entrar en el Tablao. Él fue quien me llamó porque, claro, él conocía mucho a mi tío Pablo y entonces me llamó y me dijo (imita la voz de cueva de Caracol) "¿tú eres el Pablito?", no yo soy Juanito, le dije, pero vamos, que sí, que soy el sobrino de Pablo. "Pues ya sabes lo que tienes que hacer, sube ahí arriba y a trabajar y a demostrar lo que vales". Fue solo eso pero ese hombre, con tanta personalidad hasta hablando pues te impresiona....
-¿Y cómo se despega uno de la influencia para forjarse su propia personalidad?
-Eso se llama trabajo, trabajo y trabajo. No hay otra. Las influencias se tienen y se deben de tener en los principios porque hay que aprender de la gente, de los grandes, a mí me gustaba Caracol y me gustaba Farina, así que cogía de uno y de otro lo que me gustaba, pero después lo transformaba a mi manera. Yo he cantado por todo el mundo, yo he cantado por Camarón, he hecho cosas de Panseco, he hecho cosas de El Lebrijano... Pero llevándolas a mi terreno.
-¿En el flamenco hay amigos?
-Sí, los hay, muchísimos. Y enemigos, también.
-¿Cuáles son los suyos?
-Si preguntas por enemigos, ninguno, yo no tengo enemigos. Y si preguntas por amigos, todos.
-Pero con algunos tendría más 'feeling' que con otros, digo yo...
-Hombre sí, he tenido más feeling con Camarón, con Chiquetete, con Turronero... Pero hemos sido una gama de artistas que nos hemos querido todos y nos hemos escuchado unos a otros. Que no había esa envidia... Envidia sana, de escuchar cantar y reconocer cuando el otro lo ha hecho bien.
-¿Y con los tocaores?
-Pierdo el sentío con la escuela de Jerez, con Cepero y con Niño Jero siempre me he entendido.
-¿Ha sido profeta en su tierra?
-Pues yo creo que sí, que lo he sido, que en Cádiz se me ha querido y respetado, aunque ahora pues se acuerden menos...
-¿Y eso?
-No lo digo por la gente, y a lo mejor tampoco por mí en concreto, es que el flamenco pues ha perdido su lugar en Cádiz y yo creo que no es porque no haya afición ni gente, que las hay, sino porque los que están en los ayuntamientos y en los sitios de mando están un poco verdes con el tema del flamenco.
-¿Está asegurada la pervivencia de una saga legendaria como es la de los Jineto?
-Y tanto. Están cantando mi hijo Juan y mi Antonio, la Pili grande, mi sobrina Pilar La Jineta, la Macarena, mi nieto Juan José que no veas cómo está bailando, para perder la cabeza, y hasta mi niña Samara ha empezado ahora también a cantar sus cosas.
-¿Y nunca se han planteado hacer un espectáculo con toda la familia?
-Eso sería maraviloso pero es muy difícil porque cada uno tiene su trabajo y sus cosas y creo yo que no merece la pena dejar lo seguro como mi hijo Juanete con el Conservatorio y Antonio con Farruco porque económicamente no te compensa, pero sería muy bonito.
-¿De qué disco se siente más orgulloso?
-De Cómo me duele, creo que es el mejor que he hecho, ahí me acompañaron 24 músicos, una orquesta completa. Yo, en su momento, no lo quería hacer, fue la casa de discos la que me insistió, y ahora pienso que es un trabajo que se adelantó 20 años a su tiempo.
-¿Volverá a grabar?
-Pues en nada tiene que salir un disco en el que participo con tres cantaores más que se llama Cai-Jerez. Por parte de Cádiz estamos May Fernández y yo, y por parte de Jerez, La Macanita y Ezequiel Benítez. También tengo ahí casi listo un disco mío que aún no tiene título, me quedan como dos temas por grabar, y luego pues a ver qué pasa, si se encuentra patrocinador.
-¿Qué hubiera sido su vida sin el cante?
-La de un obrero más, un hombre trabajador. Pero cantar hubiera cantado aunque fuera para mí.
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