Siguiendo la pista de Juan Páez
Eugenio Belgrano, un investigador del subsuelo de Cádiz, se ha topado en sus trabajos con la historia de la desaparición y muerte de un niño de cuatro año a principios del siglo XVIII en el barrio del Pópulo
Existe una leyenda oscura sobre la calle Plocia y el barrio del Pópulo. Hace algo más de tres siglos, se produjo la desaparición y posterior muerte de Juan Páez, un niño de cuatro años. Un extraño suceso al que ha dedicado parte de su esfuerzo Eugenio Belgrano, un investigador gaditano especializado en las cuevas que se encuentran en el subsuelo de Cádiz.
Eugenio, que cuenta con la ayuda de David Blanco, llega a esta leyenda siguiendo la pista de la cueva del Boquete, que se situaría en la actual calle Plocia, antiguamente conocida por el nombre de dicha cueva o el del Boquerón. Sus pesquisas sobre este posible subterráneo le llevan hasta un libro de 1830, en donde encuentra esta historia.
Este documento, tal como relata Eugenio, relata que "hace más de 300 años, un 9 de diciembre de 1703, nacía Juan Páez, hijo de Ambrosio Páez y doña María de los Ríos. Un 27 de agosto de 1708, después de la oración, jugaba en la puerta de su casa -en la actual calle Fabio Rufino- con otros niños y desapareció".
El suceso revolucionó la ciudad de la época durante unos días. El investigador cuenta que "el jueves 30, cuatro días más tarde, apareció Juan Páez en la antigua calle del Boquete o del Boquerón -la actual Plocia-. Lo encuentra vivo, con heridas en los pies y las manos de haber estado maniatado y tres golpes en la cabeza".
El cuerpo fue encontrado por una persona medio moribundo, según narra Eugenio. "Esta lo llevó a la casa de la abuela, que no lo llegó a reconocer del mal estado en el que se encontraba". A causa de las heridas, Juan Páez murió a los seis días "con la cabeza pegada en el pecho y los brazos en cruz, como si estuviera crucificado", explica el investigador.
Este hecho "traumatizó a Cádiz", por lo que el obispo, Fray Alonso de Talavera, "se hizo cargo del entierro, llevándolo a la Iglesia de Santa Cruz, la Catedral vieja", comenta Eugenio. El relato del libro finaliza con el día del entierro, quedando el cuerpo enterrado en una de las bóvedas del antiguo primer templo gaditano.
Con la curiosidad por esta historia, Eugenio Belgrano decidió seguir el rastro de Juan Páez y conocer si esta historia era cierta. Para ello, se dirigió al Archivo Catedralicio, donde contó con la inestimable ayuda del padre Luis. En él, encuentra su parte de defunción, que dice así: "En Cádiz, el 6 de septiembre de 1708 se enterró por la tarde en esta Santa Iglesia con entierro general al declero de esta ciudad, convidados por el ilustrísimo y reverendísimo señor don Fray Alonso de Talavera, obispo de esta ciudad y Obispado, a Juan Páez, de edad de cuatro años y ochos meses, natural de esta ciudad, hijo de Ambrosio Páez y de María de los Ríos. Vivía en la plaza en casa de los herederos de Juan Antonio Navarro. Murió en 6 del presente mes, y lo firme como cura samanero Dr. Don Juan Gabriel de Manecilla".
Todo este relato lleva a Eugenio a adentrarse a buscar algún tipo de resto de Juan Páez en el subsuelo de Santa Cruz. "Tras pedir permiso, conseguimos entrar en una de las criptas para ver si se conservaba algo. Sabíamos que no iban a quedar huesos, pero encontramos restos de madera de 1,10 metros que por su tamaño podrían ser de su ataúd", asegura.
Sin embargo, su estudio se ha centrado en otra de las criptas, en la que "hemos encontrado un ataúd de niño que sí podría ser el suyo, ya que pudo ser trasladado por el entierro de obispos".
Toda este estudio se completa con el informe policial del caso, que concreta algunos aspectos del mismo. Según afirma Eugenio, "al niño lo encuentra una persona de color negro, que lo lleva al hospital de San Juan de Dios. Allí, un chaval de 11 años lo reconoce y lo lleva a casa de su abuela. Juan cuenta que ha estado dos días en una casa secuestrado, le han quemado y circuncidado el pene, y que se escuchaban borricos".
La investigación policial acabó, según el informe, con la detención de varios protestantes y de la persona que lo encontró, aunque a esta la ponen en libertad. Este suceso sirvió para que el obispo "pidiera su beatificación por mártir".
Una leyenda hecha realidad que Eugenio, sigue investigando para "verificar cuál es el ataúd de Juan Páez".
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