Notas al margen
David Fernández
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Las Cortes de Cádiz, tan liberales y aperturistas, tan adelantadas a su tiempo, no hubieran alcanzado ese carácter sin el toque canalla que le otorgaron las tabernas y cafés de una ciudad acostumbrada a beberse sus penas y a reírse hasta de su sombra. Hasta 360 tabernas llegaron a albergar sus calles a principios del siglo XIX, y de las tertulias que en ellas se alumbraron nació un germen importantísimo para La Pepa. Esa es al menos la idea que defendieron ayer el catedrático Alberto Ramos Santana y el escritor Alberto González Troyano en la segunda edición del programa de la Universidad de Cádiz Tertulias que hacen historia, que se enmarca en la programación para la conmemoración del Bicentenario, y que en esta ocasión se celebró en la Casa Belle Epoque situada en la plaza de Mina bajo el título Tabernas y cafés. La periodista de Diario de Cádiz Beatriz Estévez, que junto a Marieta Cantos Casenave, coordina el programa, fue la encargada de moderar una tertulia que preludió musicalmente el Quinteto Hispano Ruso, que interpretó obras de Galuppi, Grossec y Salieri.
Cuando los dos Alberto entraron en materia ofrecieron una charla amena y llena de detalles para el recuerdo, como por ejemplo el hecho de que Cádiz, a pesar de tener 20.000 habitantes menos que Sevilla en el siglo XVIII, se gastaba muchos más reales en vino que su vecina. Ramos explicó que "gracias a los impuestos provenientes del vino, de las tabernas y botas, se pudieron construir las murallas, y gracias a las tasas indirectas por el consumo del vino se realizó el empedrado de las calles. Es decir, que si ahora tenemos una ciudad tan bonita se debe en buena parte a los borrachines de Cádiz", bromeó.
El profesor González Troyano indicó que las tertulias en los cafés y las tabernas sirvieron como "plataforma que hizo posible el Doce, porque estos establecimientos eran un elemento distribuidor de la opinión pública".
Alberto Ramos apuntó que las noticias llegaban "por el boca a boca, debido a la cortísima alfabetización de la población", y recordó que la autoridad intentó dejar las tabernas en 60, distribuidas por la ciudad, "pero no lo consiguió".
En las tabernas también nacen dos artes claves en la cultura andaluza, como son el flamenco y los toros.
En aquel Cádiz se bebía sobre todo manzanilla, aunque también vinos del condado de Huelva, de Lucena, que era el más caro, El Puerto o Jerez. Y había lugares bien diferenciados en las tabernas, entre ellos la trastienda, donde el tabernero permitía tertulias a sus mejores clientes.
La mujer tenía prohibida la entrada a las tabernas, tanto es así que si una señora era vista sola en su interior su marido podía solicitar la separación y la propia Iglesia se lo concedía. Eran otros tiempos. "Hemos encontrado listas de sanciones por permitir la entrada a mujeres, por jugar o por beber a deshoras", dijo Alberto Ramos.
González Troyano también dijo que había quien prefería las tabernas a los cafés porque en estas "podías tener un espacio para la soledad si querías un día y al siguiente perderte en la alegría, mientras que el café era más fijo, más rígido".
Apuntaron por ejemplo que a cafés míticos como el Apolo se le llegó a denominar Las Cortes Chicas, o cómo las clases altas preferían tomar chocolate en vez de café y que estos establecimientos sirvieron a la burguesía como elemento pujante y diferenciador.
En las tabernas y cafés también se leían en voz alta los periódicos de la época, que se comentaban por los parroquianos.
Antes de la tertulia, los asistentes pudieron recorrer la bellísima casa señorial propiedad de la anticuaria Teresa Jiménez.
Para cerrar el acto, que llenó el aforo previsto, el grupo de teatro De Ida y Vuelta, formado por antiguos alumnos de la UCA, escenificó un sainete de Antonio Estrada.
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