Historia de una ciudad

El adiós de Teófila Martínez al Ayuntamiento

Teófila Martínez se ha despedido del Ayuntamiento en silencio

No parece lógico tras haber estado al frente del gobierno de la ciudad durante dos décadas

Teófila Martínez durante la campaña electoral de 2015 / Jesús Marín

Cádiz/OCURRIÓ que Teófila Martínez se operó de un pie. El médico le ordenó reposo absoluto. Pero ella al tercer día, o al cuarto, apareció por su despacho de la Alcaldía, lista para volver al trabajo, ante la desesperación de su doctor.

Digo esto porque una de las virtudes de Martínez durante sus veinte años como alcaldesa de esta capital fue su capacidad de trabajo. No contaban las horas ni tampoco los días de la semana aunque fuesen festivos.

Otra cuestión, más vital para la ciudad que ella gobernó durante dos décadas, era su tesón a la hora de conseguir lo que se le metía entre ceja y ceja.

Un ejemplo fue el soterramiento de la vía del tren, sin duda la obra más importante para el desarrollo de Cádiz en décadas. Un proyecto rechazado en un principio por el PSOE, que se apuntó al mismo a regañadientes, y que se ejecutó en tiempo, forma y coste, algo milagroso en un obra pública en España.

Otro ejemplo, el puente de la Constitución de 1812, también parado por inviable por los gobiernos socialistas. Aquí, cierto, provocó más de un dolor de cabeza y un evidente retraso en su ejecución, sin olvidarnos su sobrecoste. Pero nadie, ni muchos de los que en su día despotricaron de esta infraestructura, podrán ahora negar la importancia de esta vía para nuestra economía: pregúntenlo al comercio y a la hostelería.

Un tercer ejemplo: la organización del Bicentenario de la Constitución de 1812, que salió adelante con éxito de imagen para Cádiz a pesar de las zancadillas de Junta y Estado.

Y otro más. La consecución de una ayuda económica anual y permanente, inicialmente de 800 millones de pesetas, concedida por la peculiar insularidad de esta ciudad.

Recuerdo todo esto porque llama la atención el silencioso adiós de Teófila Martínez a su escaño en San Juan de Dios, y con ello al Ayuntamiento, tras 20 años como alcaldesa y cuatro en la oposición. No hubo una despedida adecuada en su último pleno, por parte de toda la Corporación, a la que fue alcaldesa en años vitales para nuestra ciudad. De nuevo en Cádiz, en San Juan de Dios, han primado más las diferencias ideológicas que el sentido de la Ciudad, en mayúsculas, y la valoración de quienes han tenido algo, o mucho, que ver en la función pública.

No nos extrañemos tampoco. Carlos Díaz dejó la Alcaldía, tras 16 años, y tuvo que esperar a un gobierno del PP para que la ciudad le dedicase un homenaje. Se nos olvida todo, pero la ciudad que él dejó en 1995 era ostensiblemente mejor que la que él se encontró en 1979. Y la ciudad que Teófila Martínez dejó en 2015 era mejor que la que se encontró en 1995. Es pura realidad.

Cierto es que en tan largo periodo de mandato, los momentos oscuros también han estado presentes. El paro, la falta de vivienda, las necesidades de muchas familias, las obras con tintes faraónicos, la enorme deuda (que dejó maniatado al gobierno que llegó en 2015)... No hay un gobierno ni aquí ni en el resto del mundo que sea virtuoso al cien por cien.

También, es cierto, al hacer un rápido repaso del mandato de la alcaldesa, que Martínez optó por un control casi absoluto de todas las áreas delegaciones, y más a medida que avanzaban sus gobiernos. Puede ser una virtud y un reiterado elogio a su capacidad de trabajo, pero también supuso una merma en la calidad global de la gestión municipal. Nunca es bueno que los colaboradores políticos sean, por lo menos algunos, mediocres. Carlos Díaz, por el contrario, se rodeó, o más bien le rodearon, de un grupo de concejales de alto nivel. Y eso se notó. Eso sí, Teófila se libró de disputas internas, como las que hundió al PSOE en 1995.

Conviene no olvidar que en una de esas mayorías absolutas únicas en España, la alcaldesa ganó en todos los colegios electorales de la ciudad incluido en los barrios tradicionalmente más progresistas. Digo no olvidar porque demuestra la evidente conexión que tuvo Martínez con buena parte de sus vecinos.

Con tres mil años a cuestas, debería de ser de bien nacido para Cádiz reconocer y recordar el trabajo realizado por quienes nos han servido en este tiempo, aunque sigan mirando a la capital desde su nuevo puesto al frente de los muelles de la ciudad.

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