Tradiciones perdidas del Corpus de Cádiz

Historias de Cádiz

Baile de seises en cinco lugares durante la procesión

Dosel de terciopelo para el cuadro de San Servando y San Germán

Tres salvas de Artillería en honor del Santísimo

Fuente de vino que quedaba instalada en San Juan de Dips para el Corpus / Archivo

Las fiestas del Corpus han sido durante varios siglos la más importante de nuestra ciudad, la que atraía infinidad de forasteros y la que gozaba de merecida fama en toda España. La impresionante Custodia, admirada por todos, el singular ceremonial del cortejo, las tradiciones en la Velada, los toros y el magnífico clima gaditano, hacían del Corpus una fecha memorable en la que tomaban parte todos los vecinos. Lamentablemente, entre todos, perdimos la jornada festiva del Corpus y si bien la festividad religiosa ha pasado al domingo, varias ciudades de España, con mucha menos tradición que la nuestra, conservan el jueves como festivo y día grande.

El ceremonial del Corpus gaditano comenzaba a las doce en punto de la mañana del día anterior, miércoles. Durante una hora repicaban todas las campanas de la ciudad y en el Ayuntamiento, bajo dosel de terciopelo, quedaba al descubierto el cuadro de los Patronos obra de Cornelio Schut. Una comisión municipal y varios canónigos acudían a Santa Cruz para llevar la Custodia a la Catedral. A continuación recorrían la carrera del Corpus, por la calle Cobos y Cristóbal Colón, revisando que todo estuviera en orden y asegurado los balcones en previsión de accidentes. Además de la ornamentación oficial, los balcones de la carrera quedaban adornados con infinidad de mantones de Manila. Terminada esta revisión, el Ayuntamiento invitaba a los canónigos a un aperitivo en el salón de sesiones para comentar los preparativos de la fiesta grande.

A las nueve de la noche, tras el toque y rezo de Ánimas en la Catedral, comenzaba propiamente la Velada, con la actuación de bandas de música en las principales plazas de la ciudad y el paseo de los vecinos para ver los adornos realizados para el paso del Santísimo. En San Juan de Dios y Pelota eran colocadas infinidad de sillas de alquiler para presenciar este “paseo”.

En la víspera del Corpus tenía lugar una procesión festiva en la que no faltaban el Rey Alonso el Sabio con su esposa doña Violante, el rey de Marruecos con su espectacular séquito, y otras figuras como gigantes y cabezudos, alguacilillos y corchetes. Algunos años salía la Tarasca, especie de monstruo que asustaba a la chiquillería.

Las calles de la carrera presentaban un aspecto singular con decoraciones alusivas a la fiesta del Corpus. Durante muchos años, Accame se encargó de preparar iluminaciones extraordinarias en las calles que causaban sensación.

Después de la Guerra Civil y durante algunos años fue colocada en la plaza de San Juan de Dios una fuente, obra de Accame, que manaba vino. El rey Alonso el Sabio, al terminar la procesión festiva del miércoles, ordenaba la apertura del grifo con vinos donados por las bodegas PIcardo, Gómez, Lacave, Caballero, Blázquez y Domecq. Dos guardias municipales cuidaban del orden y compostura y de que los “mollatosos” no pasaran por la cola en excesivas ocasiones.

La jornada del jueves daba comienzo al amanecer. A esa hora tenía lugar una diana floreada por todos los rincones de la población y las iglesias oficiaban misas hasta las diez de la mañana. Las tropas de los Regimientos procedían a ocupar sus puestos para cubrir la carrera.

El Ayuntamiento y las autoridades no asistían a la función religiosa en la Catedral y marchaban en procesión hasta las escalinatas de la basílica para incorporarse al cortejo.

La procesión tradicional marchaba por Cobos y Cristóbal Colón y contaba con algunas imágenes como el compatrono de la ciudad, San José, que salía de su templo del Rosario, o la del Niños Jesús de los Sastres, quemada durante los asaltos al convento de Santo Domingo en 1931.

La salida del Santísimo por las puertas de la Catedral estaba acompañada de los cañonazos de la batería de San Felipe, cuyos estampidos hacían vibrar los cristales de todo Cádiz. Estas salvas de honor se repetían cuando la Custodia llegaba a la plaza de San Juan de Dios y, por último, cuando regresaba a la Catedral.

Muy singular era la presencia de los seises, que desaparecieron a mediados del siglo pasado. Estos niños cantaban cinco veces durante la procesión del Corpus; en la entrada de la calle Cobos, frente a la Casa de las Cadenas o de Diego Barrios de la Rosa, al entrar en San Juan de Dios, frente al Ayuntamiento y frente a la capilla del Pópulo.

Otra tradición muy gaditana consistía en que las andas de los Patronos, San Servando y San Germán, eran llevadas conjuntamente por dos canónigos y dos concejales del Ayuntamiento.

Recogida la procesión, las tropas que habían cubierto la carrera desfilaban ante la tribuna presidencial o, en ocasiones, ante el balcón principal del Ayuntamiento.

Terminados los actos oficiales, la animación empezaba en las calles. Con el público vestido de punta en blanco quedan ocupadas todas las terrazas y llenos bares y cafeterías. Otros alquilaban alguno de los numerosos coches de caballos para dar un paseo por la ciudad o para acudir con la familia a alguno de los numerosos ventorrillos de los extramuros.

Y los toros. Durante muchísimos años fueron parte esencial de la fiesta del Corpus gaditano. Por las plazas del Campo del Sur o de Asdrúbal pasaron las primeras figuras, desde Mazzantini y Joselito a Ordóñez y Rafael Ortega. Toros que tenían su prolongación al domingo siguiente ya que los festejos del Corpus duraban hasta ese día con actividades de todo tipo.

Las competiciones deportivas ocupaban parte de los festejos de Corpus, con torneos de natación, tenis y hasta un Trofeo de fútbol al estilo del Carranza.

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